La percepción es que la construcción vive, sino una recesión, un estancamiento. Esta situación es preocupante pues, según datos oficiales, el sector mueve el 10% de la economía nacional.
Los factores para este frenazo tienen relación directa con el difícil momento económico que viven el planeta y el Ecuador.
Las consecuencias son graves y pasan por la falta de capital para emprender nuevos proyectos, la restricción del crédito (tanto para los promotores como a los ciudadanos), la sobreoferta de unidades habitacionales que están listas y no se pueden comprar, el abandono de los proyectos empezados o que están en estudio…
Como en todos los órdenes del quehacer económico, la construcción es inercial; es decir, la receta que tiene éxito es la que se adopta. En este momento, para el financiamiento de vivienda, la que mejor funciona es el 30/70; es decir 30% de entrada y el 70% restante con un préstamo hipotecario de cualquier entidad financiera, incluido el Biess, que es el mayor prestamista.
No obstante, con la restricción del crédito esta fórmula pierde eficiencia. ¿Hay otras soluciones?
Carlos Baraja, catedrático de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica, sugiere dos alternativas: la vivienda al costo y la comunitaria o colectiva.
La primera, dice, se basa en incrementar la velocidad de venta de los inmuebles con un costo preferencial (casi siempre menor al del mercado).
La segunda tiene que ver con el cooperativismo. Varias de estas sociedades tienen fondos suficientes (de pensiones… de jubilación…) que pueden servir para levantar viviendas de tipo popular y, luego, venderlas a un precio justo.
Una cosa es segura: en épocas de crisis hay que afinar la creatividad y la audacia. No hay más.