La violencia psicológica afecta a hombres y mujeres por igual

En la cámara de Gesell, Alexandra Montalvo evalúa a las víctimas que sufrieron maltrato psicológico. Foto: Jenny Navarro / EL COMERCIO.

En la cámara de Gesell, Alexandra Montalvo evalúa a las víctimas que sufrieron maltrato psicológico. Foto: Jenny Navarro / EL COMERCIO.

En la cámara de Gesell, Alexandra Montalvo evalúa a las víctimas que sufrieron maltrato psicológico. Foto: Jenny Navarro / EL COMERCIO.

La frase “los hombres no lloran” es un ejemplo de
las relaciones de poder que aún predominan en la sociedad. Y al hablar de violencia psicológica, los agredidos también pueden ser de género masculino.

Sin importar la edad, las afectaciones causadas por la violencia simbólica pueden dejar graves secuelas en los individuos.

Así lo demuestra Wilson O., de 65 años, y padre de cuatro hijos. Hace dos años, el hombre perdió su trabajo y desde entonces realiza oficios ocasionales para colaborar con la economía de su hogar.

Sin embargo, recibe constantes insultos de su conviviente, ya que asegura que el dinero que le entrega no le alcanza. “Me dice que soy un vago, una carga y que solo le causo más problemas de los que ya tiene”.

Esta situación, sumada a la dificultad de encontrar otro empleo por su edad, sumió a Wilson O. en una depresión.

A pesar de recibir maltratos diarios, el hombre no ve al proceso judicial como algo cercano. “Si la denuncio, después hasta mis hijos se pueden poner en mi contra y se complica”.

Jaime Torres, psicólogo y docente universitario, explicó que la violencia simbólica afecta al mundo interno de hombres y mujeres por igual. Los insultos, improperios y amenazas, asegura, disminuyen la capacidad de socialización, debilitan la autoestima e in­cluso pueden alterar el funcionamiento normal del cuerpo.

Una de las primeras y más comunes formas de violencia, es el desmerecimiento: decir a alguien que no vale nada. Pero en las relaciones de poder de las parejas, se normalizó que el hombre no se queje, añadió.

“La ley puede hacer que el agresor o agresora piense más antes de insultar. Pero también se debería analizar por qué se replican estas actitudes violentas dentro de la pareja”.

Desde que entró en vigencia el Código Orgánico Integral Penal (COIP), la Unidad de Flagrancias de Pichincha ha recibido la denuncia de dos casos de violencia psicológica. En ambos casos, los agresores fueron hombres. Durante la audiencia del primer procesado, el juez le ordenó no acercarse a su esposa y salir de su casa. En su defensa, el acusado aseguró que él también sufría constantes maltratos psicológicos por parte de su conviviente.

En el COIP se establece que los delitos de violencia psicológica pueden ser sancionados hasta con tres años de prisión. Y esta figura es de doble vía, es decir, no se aplica solo contra las mujeres. Así lo dijo Tomás Alvear, director de la Escuela de la Función Judicial. “Se aplica a cualquier miembro del núcleo familiar”, enfatizó.

A decir de psicólogos y terapeutas, las relaciones de pareja no necesariamente cambiarán con la tipificación de este delito. Aunque coinciden en que es posible que se atenúe el cometimiento de la falta, por el temor a una posible sentencia.

Pese a esto, en el caso de los hombres agredidos, la denuncia de maltrato es un recurso poco utilizado, ya que están de por medio temas socioculturales e incluso de machismo.

Torres indicó que es común que lleguen a su consulta personas con alteraciones en su psiquis, causadas por palabras que atentan contra su pudor. Aunque en la mayoría de casos las víctimas son mujeres.

Según datos de la Primera Encuesta de Relaciones Familiares y Violencia de Género, en el país 6 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia. Con un 43,4%, la violencia psicológica es la más común en las relaciones de pareja, seguida de la violencia física, sexual y patrimonial.

“No sirves para nada, eres una inútil…”. Esos y otros agravios más fuertes eran frecuentes en el domicilio de Liliana P., casada hace 25 años y madre de dos hijas.

Con indignación, ella recordó lo doloroso que fue atravesar por ese tipo de maltrato cuando inició su matrimonio. “Me sentía intimidada y amenazada constantemente. Pero nunca es tarde para reaccionar a esa situación”. Aunque con los años las cosas con su conviviente mejoraron, Liliana P. cree que la tipificación del maltrato psicológico podría ayudar a frenar la violencia a tiempo.

Édgar Reyna, psicólogo y terapeuta familiar, no cree que se produzca un cambio profundo en las relaciones de pareja con la vigencia del COIP. Su sustento es que cuando las personas están con las emociones muy altas, no analizan las consecuencias. “En un momento de tensión afloran la ira, el enojo y la rabia. Sin importar que el COIP sancione ese delito”.

Sin embargo, Reyna considera que se deberían analizar más a fondo las relaciones de poder en la pareja. “La Ley no cambia a la gente, lo que se debe hacer es llegar al origen del conflicto”.

Tanto Torres como Reyna ­coinciden en que lo ideal es buscar ayuda profesional cuando empieza a aparecer la violencia. “Muchas parejas acuden a terapia cuando ya hanllegado a la cúspide de sus problemas. Y ahí, ninguno está dispuesto a solucionar el conflicto”.

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