Heriberto Chancgo, de 31 años, es el artesano que confecciona artísticamente los cuadros en Salasaka. En la imagen se observa la escena de la fiesta del Paukar Raymi. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Los coloridos cuadros que Heriberto Chango diseña en su taller ubicado en la parroquia Salasaka están elaborados con hojas secas de plantas y flores nativas. Son recolectadas en los lugares sagrados de esta comuna localizada a 12 kilómetros al oriente de Ambato, en Tungurahua.
Los materiales en las manos de Chango, de 31 años, se convierten en verdaderas obras de arte. En las imágenes que plasman en sus trabajos revive la vida cotidiana, las fiestas ancestrales como el Inti Raymi, Paukar Raymi, los Caporales, los Capitanes. También, las chismosas y más representaciones de la cultura del pueblo Salasaka e imágenes de la Virgen de Guadalupe.
Chango dice que sus cuadros dan a conocer la cultura y las raíces del pueblo Salasaka. Hay de 45 centímetros de ancho y 35 de largo. Están elaborados para usarlos en la decoración de ambientes como la sala, el comedor, la sala estar y los corredores de una vivienda que puede ser moderna, con estilo colonial o tradicional.
“El colorido y sus contenidos son importantes en el momento de poner en escena la vida de mi pueblo. Pronto sacaré unos nuevos diseños para el mercado”, explica el artista.
En una mesa de madera apila las hojas que son disecadas al ambiente y que adquieren un color natural que se asemejan a la vestimenta de las mujeres salasakas, que se caracteriza por llevar un anaco negro, una blusa blanca con bordados de hilos finos, el reboso o bayeta y el sombrero de ala ancha de color blanco.
Chango -en los recorridos por las fiestas de la comunidad- recoge cada uno de los detalles de la celebración para plasmarlos en sus obras. “El objetivo es que la gente conozca nuestra nuestras raíces y costumbres”.
Con precisión corta cada una de las partes que integran la escena y las figuras, luego las une como un rompecabezas. Utiliza las hojas de la planta del maíz y de la mazorca. Con eso plasma el vestido de la Virgen de Guadalupe. Con las flores forma su rostro y con hojas el manto con las estrellas que son pintadas en acuarela y tempera. En la parte de atrás sobresale el sol que cubre el cuerpo de la imagen. Está diseñado con flores. Las nubes con las flores del sigse.
En otro cuadro recrea el ambiente de las denominadas chismosas: un grupo de mujeres que, de espaldas, conversan y llevan un pondo lleno de agua recogida en una fuente.
En todas sus representaciones mantiene el vestido autóctono de la mujer y el hombre. Este último viste con pantalón blanco, camisa, poncho negro y sombrero blanco. Además sobresalen el caporal, la ñusta, el matrimonio, los padrinos… “Realice una investigación de nuestra cultura y en las imágenes trato de recuperar lo autóctono de mi pueblo”, dice.
Estas imágenes se exhiben en uno de los 30 estantes ubicados en la plaza artesanal de Llika kama. Un cuadro cuesta USD 50, pero también hay de 25 y de 5. Su hermana Juana ayuda en esa labor en el talle ubicado en la comunidad Kuriñan a 5 minutos del centro.
Ella con la precisión de un cirujano corta las partes de las figuras que luego son colocadas en láminas de papel.