Al fondo, boca abajo, sobre una cama de madera, restauradores someten a la pintura a un proceso de limpieza. Foto: Alexander García / EL COMERCIO
El área comprendida entre la biblioteca y el museo del Colegio Vicente Rocafuerte, por ahora cerrados al público, está convertida por estos días en un taller lleno de tarros de diluyente, papel japonés y bastidores de diverso tamaño. Cuatro personas ataviadas con batas azules, guantes de látex y mascarillas se esmeran en la limpieza de lo que a primera vista parece un mural extendido sobre el piso.
Dos hombres retiran el papel japonés de la superficie, un papel con gran poder de absorción. Están acostados sobre una cama especial de madera que les permite intervenir la obra sin dañar la capa de pigmento. Y es que aunque parezca casi una superficie sintética la obra en la que se ocupan los restauradores es una pintura de caballete.
‘La llama del saber’, de Theo Constante, es probablemente el óleo sobre lienzo más grande que existe en Guayaquil (de 2,54 metros de ancho por 6,58 metros de largo).
La obra tipo mural, que data de 1968, es sometida a un proceso de restauración tras el cual volverá al Aula Magna del Vicente Rocafuerte, colegio del que Constante (fallecido en abril pasado) fue alumno, profesor y rector.
El equipo de la fundación quiteña Conservartecuador, encargado del proceso de conservación de bienes culturales del colegio, encontró la pintura de gran formato con desgarros y desprendimientos de capas pictóricas. Cortes, deformaciones, faltantes de soporte (tela) y chorreaduras de barniz envejecido eran otros de los problemas.
La Fundación intervendrá 30 bienes inmuebles, entre pinturas, esculturas e instrumentos musicales. Entre los cuadros están retratos de personajes ilustres, de autoría del pintor Luis Cadena. El más antiguo es uno de Vicente Rocafuerte, que data de 1903.
En el caso de ‘La llama del saber’, las polillas tenían carcomida la madera del bastidor y en el ángulo superior derecho una rotura con la forma de una ‘M’ se extendía en la tela a lo largo de casi 1 metro. El proceso de recuperación se inició el pasado 8 de diciembre y tiene previsto culminar hasta mediados de este mes.
“El proyecto tiene trascendencia porque el artista plástico es uno de los considerados ‘maestros’ y uno de los pintores ecuatorianos representativos entre los artistas plásticos modernos”, dice Ramiro Endara, magíster en Conservación de Patrimonio y director del proyecto.
La restauración de esta obra, que grafica e ilustra la letra del himno vicentino (basada en los dioses de la mitología griega), hace parte de la primera fase de la remodelación del emblemático colegio guayaquileño. Se trata de un proceso emprendido en agosto del año pasado por el Ministerio de Educación a un costo total que asciende a los USD 15,5 millones.
El proceso de intervención en la obra de Constante consiste en frenar el deterioro mediante un proceso de conservación emergente que incluye limpieza superficial, limpieza profunda química, corrección de costuras, reintegración de faltantes, elaboración de un bastidor técnico, colocación de bandas de extensión y la aplicación de una capa de protección final.
“Encontramos repintes en la obra, rescatamos el color original. Como había unos huecos en el soporte hicimos un injerto para reintegrar el lino y luego reintegrar el color”, detalló Endara. Lo más grave, sin embargo, era la acumulación de barniz oxidado, una sobresaturación que torna a la obra amarillenta. A la pintura le habían colocado capas de barniz -de forma antitécnica- con el afán de darle brillo, pero al aplicarlo encima de la suciedad la capa protectora terminó “oxidándose”.
La pintura de Theo Constante (Guayaquil, 1934 – 2014), representa a personajes mitológicos como Minerva, la diosa de la sabiduría, y Apolo, el dios de la luz de la verdad. También muestra a un atleta en el instante anterior al lanzamiento del disco, al estilo de la escultura griega Discóbolo, de Mirón.
Pero el tema principal es el nacimiento del hombre mestizo, el cual se libera de las cadenas por medio de las llamas del conocimiento, según explica José Curicho, otro de los restauradores. “La obra está inspirada en la reverencia griega hacia el árbol del saber y es una manera de mostrar lo valiosa que es la educación para un ser humano”.