Olón cambió la pesca por turismo
Por estos días, turistas extranjeros disfrutan de la belleza de la playa y la tranquilidad de la comuna. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
La captura de larvas de camarón a orillas del mar fue por años una de las actividades principales de los pobladores de Olón, que ha reconducido al turismo comunitario su pasado de pueblo pesquero.
En la comuna de la parroquia Manglaralto, cantón y provincia de Santa Elena, hoy solo quedan ocho pequeñas embarcaciones pesqueras.
Las ‘fibras’ reemplazaron a las canoas, cuenta José Rodríguez, de 64 años, un antiguo pescador que pasó de presidir la asociación de pescadores a ocupar el cargo de presidente de la Asociación de Servidores Turísticos del balneario.
En las últimas décadas los habitantes vinculados al pueblo cholo cambiaron las redes de pesca por actividades turísticas, la agricultura y la artesanía.
Con más de tres kilómetros de playa, la vista que ofrece desde lo alto de un acantilado el Santuario Blanca Estrella de la Mar y con un oleaje moderado, Olón aprovechó el ‘boom’ turístico de la cercana Montañita, pero diferenciándose de su vecina al conservar la limpieza de sus playas y la apacibilidad de un pueblito de antaño.
Es un proceso de transformación que se ha acelerado en el último lustro, cuenta Rodríguez. El artista plástico Olmedo Quimbita, quien regenta el Hotel Galería Quimbita, dice que el crecimiento turístico ha transformado la comuna los dos últimos años.
Hace ocho, cuando abrió el hotel, solo existían un par de opciones de hospedaje. Hoy, la comuna cuenta con 46 hoteles, hostales y casas comunitarias.
Por las calles ya circulan turistas canadienses, australianos y alemanes, que caminan en medio de murales de rostros de rasgos indígenas, que recuerdan el pasado ancestral de este poblado.
Óscar Reyes, “nativo” de 27 años, dirige Olón Adventure una de las cuatro escuelas de surf. “Se puede practicar surf todo el día, la morfología de la playa da la facilidad de aprender, son olas suaves la mayor parte del tiempo”, indica Reyes, quien destaca además entre las actividades la práctica de kayak, la pesca deportiva y buceo a pulmón.
La gastronomía a base de mariscos, con un plato estrella como el volcán, marca la oferta de las cabañas junto al mar. Efrén Ortega, de 33 años, atiende un puesto de cocteles y trabaja también como artesano de caña guadúa.
El cultivo de la caña es una alternativa productiva en la zona. En los pilares para las cabañas que construye, graba perfiles de piezas arqueológicas.
“Cuando era niño y llovía fuerte, corrían por las calles los restos de las figurinas precolombinas y todavía cuando se excavan pozos se encuentran piezas arqueológicas”, dice Ortega, quien lamenta que la mayoría de piezas encontradas por sus mayores fueron vendidas a foráneos y huasqueros.