El centro turístico atiende 12 horas diarias, de lunes a domingo. La mayoría de sus visitantes proviene de Guayas, Azuay y Pichincha. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
El agua, el barro y las plantas nativas son los tres elementos naturales que usan los shuar para curar las dolencias de los turistas, que acuden a diario al centro Tsuer Entsa, en Balao Chico, a 20 minutos de Naranjal, en la provincia del Guayas.
La comuna shuar, que se estableció esta localidad guayasense hace más de 40 años, conformó un centro turístico que cuenta con cuatro piscinas de aguas termales -tres de agua caliente y una fría-, dos chozas para masajes y una cabaña para hospedaje.
“Tratamos de mantener al turista lo más relajado posible, por eso no ponemos artefactos eléctricos en las habitaciones”, contó el fiscalizador del centro, José Armijos. Ellos están construyendo otra cabaña, para hospedar a más familias.
Álex Vásquez, quien es conocido como el ‘Hombre de las manos mágicas’, lleva ocho años dando masajes a los turistas que llegan principalmente de Azuay y Guayas. El procedimiento inicia con una sesión de hidromasajes y luego pasa por una rutina de terapias con barro en todo el cuerpo.
Ese combo cuesta USD 20. Martha Buenaño aprovechó el precio y tras media hora de sesión dijo sentirse completamente relajada. Ella vive en el estado de California, Estados Unidos, y cada dos años vuelve a este centro buscando liberar las tensiones y “rejuvenecer” su cuerpo.
La turista aplaudió el trabajo de la Prefectura del Guayas, que en 2013 realizó un asfaltado completo de la ruta que lleva a la comuna. Así mismo, se ambientaron cinco comedores que ofertan comida típica de la zona.
Mientras realiza su trabajo, Vásquez destaca las bondades del barro natural. Según su experiencia, este ayuda a curar el acné, manchas blancas y quemaduras causadas por el sol. También, los cambios de agua caliente a fría, relajan el sistema muscular y mejoran la circulación de la sangre.
Este barro medicinal es extraído de la montaña que rodea al centro turístico. Cada dos días, delegados de la comuna van en busca de este recurso natural; para ello deben adentrarse en la vegetación, en una caminata de aproximadamente una hora.
Cuando lo recolectan, está duro como lodo. Es transportado en saquillos y posteriormente lo procesan en cernidores con agua. Tras ese proceso, el barro adquiere la textura de una crema corporal.
Luego del masaje, los turistas deben lavar sus cuerpos en chorros de agua -hay dos de agua fría y dos de agua caliente- antes de ingresar a las piscinas termales. Esto es para evitar que el agua mineral se contamine con el barro.
Para mantener conformes a los turistas y evitar reclamos, las piscinas se lavan a diario. Ellos vacían los estanques y los limpian con un cepillo. Para que las piscinas se vuelvan a llenar, se debe esperar cerca de cinco horas.
El agua es 100% natural, no la tratan con cloro o jabón. Según Armijos, esos químicos evitan que los minerales propios del agua puedan hacer efecto en la piel, músculos y huesos de
los turistas.
Armijos cuenta que estas piscinas naturales provienen del volcán Guagua Pichincha. “Es una especie respiradero, el agua viene desde la montaña cargada de minerales. Eso es lo que la hace tan buena para la salud”, explicó.
Otra de las alternativas que ofrece este centro son las tradicionales limpias con hierbas nativas. Camarón rosado, rosa de muerto, ruda y ortiga son algunas de las plantas que se utilizan en estos rituales ancestrales.
La sesión tarda cerca de media hora, donde el chamán da suaves golpes con las plantas al cliente, mientras eleva oraciones en su idioma nativo. Para completar la limpia, utiliza un licor añejado con hierbas para alejar a las malas energías.
Dentro del salón hay lanzas y artesanías shuar, además de cigarros y botellas con puro, que son utilizados durante las sesiones chamánicas.
“Se siente paz; es la primera vez que me hago una limpia y al principio tenía miedo”, mencionó Paola Martínez, quien llegó con su novio desde Guayaquil. Ella trabaja en un banco y llegó al lugar para despojarse del estrés que le generan sus labores diarias.
Los curanderos ofrecen una bebida ancestral llamada ‘caña la fría’. Según ellos, este brebaje sirve para disminuir los niveles de colesterol y para tratamientos de gastritis e hígado graso. La botella de tres litros cuesta USD 20.
Los domingos, al mediodía, los shuar presentan una rutina de danza tradicional. El grupo es liderado por uno de los ancianos de la comuna, Arturo Wajai, quien además enseña a los visitantes sobre las costumbres de su pueblo.
Los turistas pueden disfrutar del espectáculo desde chozas de descanso, que cuentan con hamacas y asientos hechos con troncos de árboles. La idea es que las personas se sientan en contacto con la naturaleza, dicen sus habitantes.
También hay una opción para los aventureros. Los turistas pueden contratar a un guía nativo para emprender una caminata que los adentre en la selva. Los recorridos toman casi cuatro horas, en ellos se aprecian una cascada y una gran variedad de flora y de fauna.