Los varones, a más de tocar los instrumentos, danzan imitando a un animal de su región. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
Las diferencias no son solo por el género y su vestimenta, sino también por la forma de bailar cuando se trata de rendir culto a los dioses, a través de las danzas autóctonas de la nacionalidad tsáchila.
Esa distinción entre el hombre y la mujer de esta etnia no va más allá de los movimientos corporales, porque a la hora de evocar las tradiciones, por medio de la música, el objetivo es solo uno. Así lo dice el experto en creación de marimbas de esta etnia, Agustín Calazacón.
El hombre tsáchila sabe que sus pasos en las danzas deben guardar estricta relación con los movimientos que hace la guanta, cuando busca sus alimentos en la montaña.
Se dice que este animal, que aún se caza para preparar platillos tradicionales de la etnia, salta -como de alegría- al primer contacto con su comida, que por lo general suele ser el banano maduro y semillas.
De ahí que el tsáchila realiza pasos con más saltos y contoneándose a lo largo de la pista, lo cual, según ellos, se parece a los movimientos que hacen estos animales.
Héctor Aguavil, exgobernador tsáchila, explica que esta tradición es parte de la relación que los aborígenes establecen con los diferentes elementos de la naturaleza. Para la música, por ejemplo, se enlazan con los animales propios de sus leyendas.
Shirley Calazacón entona el tambor y también tiene destrezas para bailar las melodías de su etnia. Ella también conoce el estilo femenino para moverse en la pista de tierra. Al igual que otras danzantes, lo hace con más ritmo, con movimientos circulares, las manos sueltas y en puntillas.
Ellas imitan a la guatusa, un animal que cuando se alimenta lleva sus patas delanteras hacia su rostro y eso lo obliga a ponerse en cuclillas.
En la nacionalidad Tsáchila hay 13 agrupaciones que compusieron canciones basadas en leyendas y mitos que les contaron sus antepasados. Estas solo estaban presentes en la tradición oral, pero hubo iniciativas que quisieron que la música sea un enganche para que lleguen a las nuevas generaciones, como lo dice Félix Aguavil, director de la agrupación Generación Tsáchila.
Su orquesta adaptó a un ritmo tropical la leyenda conocida como Lukela, en el idioma tsáfiqui. Los antepasados contaban que cuando se celebraba la fiesta mayor de la etnia, el Kasama, los animales se convertían en tsáchilas.
Pero a medida que amanecía veían que les salía una especie de cola desde su falda masculina y eso los delataba, según recuerda Aguavil. Una de las anécdotas relacionadas con esa leyenda, aseguran, sucedió hace 500 años con un león que apareció en forma de humano.
Susana Calazacón narra que este animal bebió mucha chicha toda la noche y eso hizo que volviera a su estado normal, lo cual asustó mucho a los tsáchilas que disfrutaban de esa fiesta especial.
Ella lo sabe porque su abuela Ana se lo contó y ahora es también parte del repertorio musical de Generación Tsáchila.
En las costumbres tsáchilas, el baile y las danzas son otra forma de evocar a los antepasados y a sus dioses. Es una alternativa frente a los rituales chamánicos, las invocaciones y al contacto directo con la naturaleza, comenta el gobernador tsáchila, Javier Aguavil.
Aunque admite que en esta época se lo hace más por turismo y para que las nuevas generaciones conozcan las tradiciones, que con el tiempo se estaban perdiendo.
Mandato
Según la tradición, los tsáchilas deben aprender a tocar la marimba desde que son niños.
Cambios
Hace unos 10 años, solo los hombres entonaban instrumentos, ahora también lo hacen las mujeres.
Rescate
En las comunas se desarrollan iniciativas para recuperar las tradiciones de la nacionalidad.