El tren dio un nuevo sustento a tres comunas

Un grupo de niños campesinos recibe a los visitantes en Jatari Campesino.

Un grupo de niños campesinos recibe a los visitantes en Jatari Campesino.

Un grupo de niños campesinos recibe a los visitantes en Jatari Campesino. Foto: Raúl Díaz para EL COMERCIO

La llegada del tren a tres comunidades indígenas de Chimborazo le cambió la vida a sus pobladores. En Urbina, Jatari Campesino y La Moya, el sustento de más de 50 familias dependen de la venta de sus artesanías, gastronomía típica y de recorridos guiados.

La ruta es un producto repotenciado de Ferrocarriles del Ecuador Empresa Pública y se denomina Tren de Hielo 1. Parte desde la estación del tren en Riobamba, dura seis horas y cuesta USD 27 por persona.

Durante el trayecto, los viajeros disfrutarán de los paisajes de la serranía. Pueden mirar los sembríos de cereales y el volcán Chimborazo. Pero el atractivo principal son las costumbres de los indígenas puruhaes que habitan en las faldas del coloso.

La primera parada es la estación de Urbina, el punto de mayor altitud en la ruta en tren del país. Está a 3 610 metros de altura y se encuentra situada en las faldas del Chimborazo.

Allí toda la temática gira en torno al volcán y a Baltazar Ushca, el último hielero del Chimborazo. Los turistas son recibidos en la cafetería del tren con una canción en kichwa y un vaso de morocho, una bebida andina tradicional.

María Paula Lema y María Castro se encargan de esa sección. Antes de la llegada del tren en el 2013, ellas se dedicaban únicamente a la siembra de habas, papas y choclos para mantener a sus familias.

“Nunca nos imaginamos que tendríamos que tratar con gente de tantos países. Me gusta cuando los turistas me preguntan quién soy y cómo es mi ropa, porque me siento importante”, dice Lema.

Otra sección en la estación reseña el oficio de los hieleros. Allí, los turistas pueden conocer a Baltazar Ushca y probar un pedazo de hielo extraído por él mismo y un helado de mora hecho con ese mismo hielo. “Antes dependíamos de este oficio para vivir. Luego llegó la industria y el negocio se perdió, hoy solo quedo yo”, relata Baltazar. Muchos hacen fila para tomarse fotos con él.

El siguiente punto en el recorrido es la comunidad Jatari Campesino. Los turistas son recibidos por un grupo de pequeños bailarines. Al ritmo del tradicional Saltashpa los turistas ingresan bailando a la cafetería del tren.

Un mostrador que exhibe prendas elaboradas con lana de alpaca es lo más vistoso de la infraestructura comunitaria. Hay gorros, guantes, bufandas... que tejen 45 mujeres. “Nuestras artesanías no tienen tinturas ni fibras artificiales. Están hechas con lana de los camélidos que criamos”, cuenta Rosa Namiña, administradora del emprendimiento.

Desde allí, el recorrido sigue hasta la comunidad La Moya, el último punto del trayecto, que se hace a pie. Dos guías nativas reciben al grupo y los acompañan por un sendero natural, mientras les cuentan sobre las plantas medicinales, las historias y las leyendas de la comunidad.

Es una caminata de 30 minutos de baja dificultad. En la comunidad los turistas pueden visitar el museo del hielo, que también está dedicado a recordar el oficio casi extinto de los hieleros y las leyendas sobre ‘El Taita Chimborazo’.

El recorrido concluye con el almuerzo en el restaurante Urkunapak Wasi (Casa de las montañas). Pueden degustar comidas típicas de la Sierra, pero con una presentación y preparación mejoradas.

“Lo que más me gustó fue compartir con la gente. Me motivó mucho saber que al comprar este tour estoy contribuyendo a mejorar la vida de las personas”, cuenta Paola Pastrana, una turista que llegó desde Perú.

Suplementos digitales