Sus siluetas se reflejan tras un vidrio oscuro. Unos caminan como sonámbulos; otros están ansiosos. Aquí todas las historias suenan igual, como de ficción; pero son reales.
Hace cuatro meses Efraín y Santiago (nombres protegidos) no se conocían. “Llegué al fondo -cuenta Efraín, de 33 años-. No pude terminar el colegio, mi familia se alejó, dormía debajo de puentes, era un mendigo… La droga me quitó todo”. Sus pupilas se mueven de un lado a otro mientras recuerda.
A Santiago, de 22, le tiemblan las manos. “Mi adicción comenzó en el colegio: primero fue el alcohol, después los cigarrillos, hasta que un amigo me brindó marihuana. De ahí vino la pasta, la cocaína…”, narra sentado en una silla de un consultorio.
Santiago es parte de los 42 hombres, de entre 18 y 65 años, que reciben voluntariamente tratamiento en la Unidad de Conductas Adictivas (UCA), en el Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.
El miércoles último, por un instante, Santiago se alejó de una de las terapias grupales para contar su historia de siete años de adicción, dice que llegó a gastar hasta USD 40 por día para comprar un narcótico que lo calmara.
Para el psiquiatra Jimmy Ortiz, las drogas no conocen de posición social. En la UCA hay personas con y sin dinero, profesionales y quienes no terminaron el colegio, que vienen de familias sin conflictos y otras marcadas por la violencia.
En su mayoría son casos de adicción por consumo múltiple de sustancias. Empiezan con alcohol y tabaco. Luego marihuana, cocaína, base, heroína. “Las pueden mezclar en un solo día”, dice Ortiz.
Según el médico, los casos más difíciles de recuperación son por alcohol y heroína. “Hemos visto niños de 8 años adictos a la heroína”.
Una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) reveló que 912 576 personas, mayores de 12 años, consumen bebidas alcohólicas. El Observatorio Nacional de Drogas señala que un 2,3% (de 39 000 jóvenes de entre 12 y 17 años) usa marihuana de forma experimental. Y un 0,80% usa cocaína.
Engancharse a los estupefacientes fue fácil para Efraín. Pero librarse de ellos fue sacrificado. El psicólogo Ricardo Carcelén explica que el tratamiento en la UCA dura seis meses y está dividido por etapas.
La primera es de observación médica, para detectar los efectos al organismo (daños a los sistemas circulatorio, digestivo, nervioso). Luego pasan a etapa de acogida, antes de la desintoxicación.
Esta fase puede durar hasta cinco días, con medicamentos -para atenuar el efecto según el tipo de droga- y charlas con psicólogos y operadores vivenciales, quienes superaron su adicción y que ahora son terapeutas.
Otro paso es la deshabituación, para alejarlos de conductas ligadas al consumo excesivo, como agresividad y robos. Entonces están listos para la rehabilitación.
El psicólogo Carcelén explica que el uso crónico de estupefacientes causa déficit académico, alteraciones de la memoria y de la percepción de la realidad, que requieren terapias. Y finalmente están listos para la reinserción, con salidas periódicas a sus hogares.
La UCA empezó a funcionar en el 2010. Fabrizio Delgado, director del Instituto, explica que a fines de este año tendrán datos del grado de efectividad de este tratamiento biomédico.
Después de cuatro meses de tratamiento, Santiago tuvo sus primeras salidas la semana pasada. Su hijo de 5 años es su motivación para cambiar. Él quiso ser futbolista, pero las drogas lo impidieron. Ahora quiere recuperar el tiempo perdido y trabajar en la confección de uniformes.
Sabe que lo logrará, como Efraín, quien ya tiene 16 años ‘limpio’. Él ahora colabora en la UCA como operador vivencial, pero pronto se graduará de psicólogo clínico.
Según el Plan Nacional de Prevención Integral de Drogas 2012-2013, “el Estado ecuatoriano asume la responsabilidad de proteger la salud de las personas con problemas de adicción a las drogas” así como los tratamientos y recuperación.
En el país, según este plan, hay 15 centros públicos de atención que ofrecen tratamiento y 122 centros privados autorizados.
Solo entre los años 2007 y 2008 se reportaron 4 141 solicitudes de tratamiento por adicción o dependencia al alcohol, marihuana, cocaína y pasta base.
“Quienes usan drogas dan alertas: cambios bruscos de carácter, cambios de hábitos de comer, de sueño”.
Ricardo Carcelén, Psicólogo