Patricia Arreaga se recupera junto a su sobrino Andrés Vera, a quien le donó un riñón. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO
Andrés Vera le hizo una promesa a su tía. Es un secreto entre ellos y, casi llorando, le confiesa que la cumplirá.
Patricia Arreaga no tuvo hijos, pero ama a sus sobrinos como si lo fueran. “He estado cuando ellos nacieron, he ayudado a cuidarlos cuando eran pequeños, por eso no dudé en donarle uno de mis riñones”, cuenta sentada en una silla de ruedas, junto a la camilla donde reposa Andrés.
La mujer de 52 años, que vivió al menos 17 en Italia, decidió regresar a Guayaquil, para acabar con el sufrimiento que representaban las extenuantes sesiones de hemodiálisis para Andrés, su sobrino de 24 años. Y que, pese al duro tratamiento, está por terminar la carrera de Economía en la Escuela Superior Politécnica del Litoral.
Ambos se recuperan en el Hospital Luis Vernaza, de la Junta de Beneficencia. La semana anterior, muy cerca de su habitación, también descansaba Mario Chang. Él no conoció a su donante. Solo sabe que es una mujer de unos 40 años, que murió a causa de un accidente cerebrovascular.
Chang, padre de una joven de 17 años, vivió seis en hemodiálisis. En tres ocasiones acudió a exámenes por posibles donantes que serían compatibles con él. “Ese jueves ya eran las 24:00 y dijeron que solo hasta esa hora nos avisarían si las pruebas eran positivas. Así que me fui a dormir, pensando que todavía no era mi turno. A las 02:00 el teléfono sonó”.
La Unidad de Trasplantes y el Banco de Tejidos del Luis Vernaza fueron creados en el 2009. Desde entonces han permitido 218 trasplantes de córneas, 123 renales y 34 hepáticos, en su mayoría gracias a donantes cadavéricos.
En el 2016, el Instituto Nacional de Donación y Trasplante de Órganos y Tejidos (Indot) registró 674 personas que se beneficiaron con trasplantes en el país. La cifra subió en un 109% en relación al 2015.
Una de las razones de este aumento es que hay más centros preparados para estas cirugías. El país registra 29 establecimientos de salud acreditados por el Indot y el año pasado fueron capacitados 5 000 profesionales en operativos de trasplante y donación.
Si bien aún no realiza trasplantes, el Hospital Abel Gilbert, del Ministerio de Salud en Guayaquil, se sumó a la ablación o extracción de órganos de donantes cadavéricos el año anterior. Alfonso Carrión explica que durante el último trimestre del 2016 han hecho al menos tres operativos, que han beneficiados a por lo menos 19 pacientes.
“Estamos en el proceso de certificación para la ablación multiorgánica y esperamos empezar en este 2017 con el programa de trasplante renal y continuar con el programa de trasplante de córneas”.
El Hospital Teodoro Maldonado Carbo, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social en Guayaquil (IESS), también es parte de la lista del Indot. Recibió la acreditación para trasplantes de córnea el 22 de noviembre del 2016.
Mario Gaibor, jefe de Oftalmología, indica que el área fue remodelada, de acuerdo a los protocolos de bioseguridad en los quirófanos. Cuatro personas ya han pasado por este procedimiento, usualmente valorado en unos USD
5 000. El IESS cubre este monto para sus afiliados.
María Candela Ceballos, jefa de la Unidad de Trasplantes del Luis Vernaza, considera positivo que más centros se sumen a esta tarea. “Esto tendría que suceder en toda la red de salud, tanto pública como privada”. Por eso cree que es necesario hacer esfuerzos para subir las cifras de donantes.
Nueve de cada 10 ecuatorianos mantienen su condición de donantes en el Registro Civil, según datos del Indot. Generalmente, los donantes sufren muerte cerebral.
Pero no todos quienes fallecen por esta causa cumplen siempre con los rigurosos requisitos para donar. Deben pasar por una serie de pruebas para descartar enfermedades infectocontagiosas, no haber pasado muchos días de hospitalización ni haber tenido traumatismos muy severos.
El año pasado, la tasa de donantes por millón de habitantes fue de 5,1. En tanto, 688 personas están en la lista de espera nacional del Indot.
El operativo de trasplante es intenso y complejo. En una primera fase se aplica la ablación, luego la cirugía de banco, para retirar los restos de tejido adiposo y ciertas uniones entre las arterias y venas; y, finalmente, el trasplante.
Las cirugías pueden durar hasta 12 horas. Ese fue el caso de Zoila Soria. Durante 10 años padeció cirrosis autoinmune, una enfermedad que en la última etapa le causaba graves hemorragias. La mañana del pasado viernes estaba lista para recibir el alta después de un trasplante de hígado.
José Enrique Zúñiga, jefe del equipo de trasplante hepático del Hospital Luis Vernaza, explica que este procedimiento solamente se aplica en pacientes de hasta 65 años, con cirrosis terminal.
Cada año, en este centro, unas 12 personas se beneficiaron con estos trasplantes. Pero hay otras 20 en espera. La supervivencia en los trasplantes hepáticos alcanza un 75%.
Patricia, la tía que donó su riñón, recibió el alta el fin de semana anterior. Ella motiva a otras personas a convertirse en donantes en vida. “Es mejor donar en vida, porque es decidir y dar la oportunidad de entregar vida a quienes tienen todo un camino por delante. No hay que tener miedo. El miedo nos lleva a no ser generosos”, dice convencida.
En esta semana su querido sobrino cumplió 25 años. El trasplante de riñón reporta una supervivencia alta, que va del 90 al 95%; así que Andrés cuenta con seguridad que el trasplante es el mejor regalo que ha recibido.