La tradición de quemar políticos como monigotes de año viejo ha ido desapareciendo con los años. Foto: Archivo EL COMERCIO
En los puestos de venta de años viejos, las figuras de súper héroes y personajes de películas son las más demandados. Así lo indica Rosa Talupa. Ella montó su negocio en el redondel de la Atahualpa, al sur de Quito. Allí cerca de 10 comerciantes venden monigotes que representan a dibujos de series animadas y juegos electrónicos. En los cerca de 2 000 muñecos de cartón que se exhiben en ese lugar no hay personajes políticos. La razón, la explican dos historiadores de la ciudad.
Germán Rodas es uno de ellos. Para el analista, la tradición de los años viejos ha dado un giro radical en los últimos 10 años. Él recuerda que antes, los políticos eran las figuras preferidas para la quema del 31 de diciembre. Sin embargo, actualmente esto ya no ocurre. Una de las causas que explica Rodas es el cambio de cultura de la juventud actual.
En este punto dice que los jóvenes optan por figuras o personajes de películas por la difusión masiva que estos tienen en los medios de comunicación. Lo que hace de lado a los políticos, que años atrás eran quemados por un supuesto malestar con sus actitudes o labores del año. Los presidentes también eran los primeros en arder en las llamas de la quema de años viejos, pues de esta forma se ‘los castigaba’.
Rodas también señala que la representación de los políticos en el año viejo ha disminuido porque en años anteriores los representantes del poder advirtieron que es una falta de respeto que se mofen de su personalidad. “Este caso fue precisamente el del presidente Rafael Correa quien durante su gestión ha expresado su malestar a que su figura sea quemada”.
Los últimos acontecimientos en manifestaciones también han hecho que la gente sea más “prudente” a la hora de escoger un político. El caso del hombre que fue detenido por supuestamente transportar un borrego de cartón en Guayaquil es un ejemplo de que la sátira no es aceptada por el poder, señaló Rodas.
Algo similar piensa Enrique Ayala Mora, quien también recuerda cómo hace años los políticos eran incinerados a la media noche. De hecho, el testamento era dedicado a ellos. En esos pergaminos se reflejaba las actividades y obras de los gobernantes.
Según Ayala Mora esta tradición unía a las familias que esperaban ansiosas el momento de prenderle fuego al monigote. En algunos casos golpear a los muñecos con una correa también formaba parte del supuesto “castigo”.
En los periódicos de 1 800 ya se registraba la quema del año viejo. Por ese motivo se cree que la tradición de prenderle fuego a muñecos de cartón o rellenos de papel y antes de aserrín lleva más de 150 años. Así, lo reconoce Ayala Mora.
Él ha investigado sobre esta representación y dice que aunque su origen es desconocido se presume que viene de los países del hemisferio norte. En esos lugares en diciembre se elabora un muñeco de nieve que con la llegada del sol en enero y febrero se desvanece y de alguna forma se da por finalizado un año.
Pese a esto, Ayala Mora indica que la tradición de los viejos en Ecuador es única, pues tiene características especiales. Una de ellas es la que el monigote representa o simula a una persona específica. Por ejemplo, políticos, vecinos del barrio o personajes representativos de una sociedad.
Una segunda característica es que los años viejos siempre están acompañados de sus viudas, personajes que representan a las lloronas o familiares del difunto. En su mayoría son hombres vestidos de mujer que el 31 de diciembre salen a pedir dinero para el ataúd del año viejo.
Aunque tampoco se conoce con certeza la fecha en que los hombres empezaron con este rito, este ha sido análisis de estudios psicológicos y antropológicos. “El hecho de que un hombre se desprenda de su masculinidad por un día lo hace eminentemente ecuatoriano”, señala el historiador Ayala Mora.
De igual forma, otra de las características que sobresale de esta tradición ecuatoriana es la redacción de un testamento. Este generalmente se escribe en verso y saca a relucir las destrezas o carencias de la gente. Poetas ilustres han seguido esta tradición que a lo largo de los años se ha mantenido en los barrios.