Las toquilleras se capacitaron para exportar sus productos

Julia Sigüenza, de 52 años, de la comunidad de Chocar, teje un sombrero en la Asociación San Martín de Puzhio. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO

Julia Sigüenza, de 52 años, de la comunidad de Chocar, teje un sombrero en la Asociación San Martín de Puzhio. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO

Julia Sigüenza, de 52 años, de la comunidad de Chocar, teje un sombrero en la Asociación San Martín de Puzhio. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO

En el cantón azuayo de Chordeleg, la exportación del sombrero de paja toquilla es una actividad exclusiva de intermediarios. De las ocho asociaciones locales ninguna vende de forma directa al extranjero.

Estas agrupaciones tienen más de 600 familias indígenas y campesinas, que elaboran más de 10 000 sombreros al mes. El departamento de Desarrollo Social del Municipio de Chordeleg, con el apoyo de otras entidades públicas, ejecuta un plan de salvaguardia del tejido de paja toquilla.

El trabajo empezó con la capacitación a las artesanas de las asociaciones sobre la exportación. El pasado 25 de mayo, 50 mujeres de las asociaciones San Martín de Puzhío, Don Bosco, La Merced, Tesoros del Inca y Agroartesanal recibieron formación como herramientas comerciales, logística, tramitología, acceso al mercado, preparación del producto, facturación…

Todas -vistiendo sus coloridas polleras- llegaron con un puñado de hebras de la fibra natural y mientras duró el taller nunca dejaron de tejer. Los hábiles dedos de Esperanza Rodríguez y Julia Sigüenza, de 45 y 62 años respectivamente, eran las únicas herramientas y parecían competir por lograr el mejor trenzado.

Ellas tejen con cuidado y paciencia. Cada día, Jara madruga para tejer, antes de que el día aclare. Empezó cuando tenía cinco años, recogiendo las pajas que dejaban regadas las artesanas en su natal La Merced.

Ella sabe que sus sombreros se exportan a Estados Unidos y a Europa, a través de intermediarios: por eso anhela hacerlo de forma directa. Según Marlene Castro, presidenta de la Asociación San Martín de Puzhío, en estos talleres aprenden que exportar es un negocio en el que todas ganan.

“El productor mejora sus ganancias, obtiene beneficios, incrementa las ventas, planifica una mayor producción y le apuesta a la innovación y calidad”, dice Castro.

En la actualidad, esta asociación elabora 100 sombreros finos que fueron solicitados por un intermediario para exportar a Canadá. Esa firma compra cada semana 100 sombreros sin terminar a sus socias.

Por ellos reciben entre USD 6 y 8, dependiendo de la puntada y la calidad del trenzado. “Las exportadoras venden entre USD 13 y 15 con los acabados”, agrega Castro.

En la capacitación, Marjorie Álvarez, especialista Zonal 6 del Instituto Promoción de Exportaciones e Inversiones (Pro Ecuador), les dijo que los temas básicos para llegar a la exportación son producir sombreros de calidad y en cantidad.

Amparo Jara tiene 61 años y vive en la comunidad de Delegsol. Ella dice que no fue a la escuela y por eso no entiende los procesos de facturación.

Como anécdota cuenta que en varias ocasiones perdió de vender su producción porque no dispone de factura. Por eso, se mostró atenta a la charla sobre este tema que ofreció un técnico del Servicio de Rentas Internas (SRI).

Según Marcelo Parra, director de Desarrollo Económico y Social del Municipio, las asociaciones han intentado exportar, pero no han podido porque desconocen los procesos. Por eso, actualmente, trabajan en la creación de una red de asociaciones de productores de artesanías y una empresa de economía mixta.

Él explica que la idea es que el Municipio lidere los procesos junto con los productores para iniciar la exportación directa. “Tener una solo organización que efectúa la exportación nos dará mayor imagen, niveles de venta y mejorará la economía de las familias”.

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