Tierra madre invita a los turistas

Elsa Machoa, guía de Paz Yaku, prepara un caldo de gallina y verde cocinado.

Elsa Machoa, guía de Paz Yaku, prepara un caldo de gallina y verde cocinado.

Elsa Machoa, guía de Paz Yaku, prepara un caldo de gallina y verde cocinado.

Saborear un maito de carachaza o de tilapia, caminar por senderos cubiertos por una espesa vegetación hasta llegar a un impresionante mirador. Además, bañarse en un estero y aprender a elaborar las artesanías son algunas de las actividades que ofrecen los habitantes de las comunidades kichwas de la parroquia Madre Tierra, en Pastaza,

La aventura se inicia en la comunidad Paz Yaku (Río de Paz, en español) a 12 kilómetros del centro del cantón Mera. En este asentamiento viven 12 familias, dedicadas al turismo como su principal ingreso económico.

En su estrecho territorio cubierto de bosque secundario, el visitante puede caminar por las rutas ecológicas y si tiene suerte encontrarse con venados, dantas, loras, monos y otros animales que hay en esta reserva.

Elsa Machoa es una de las cuatro guías nativas que hay en este pueblo. El pasado lunes lideró un grupo de turistas de Ambato por un estrecho sendero hasta el mirador del pueblo. Magdalena Moreno y sus hijos, Martín y Alonso, caminaron a buen ritmo.

En el trayecto, los comuneros muestran algunos árboles medicinales, como el de sangre de drago. Con un machete, Eduardo Ureña hace un corte en el tronco del que brota un líquido café oscuro, que recogió en una hoja. Es una esencia, afirma, que cura la úlcera del estómago, sana las heridas y limpia el rostro.

Más arriba, grandes rocas obstaculizan el camino cubierto de helechos y pequeñas plantas. Hábilmente son sorteadas por los exploradores. Tras 20 minutos de caminata se llega al gran mirador. Desde este sector se puede observar una extensa sabana color esmeralda, bañada por el torrentoso río Pastaza. “Cuando está despejado, se pueden ver el Tungurahua y el Sumaco”, dice Eduardo.

La turista Magdalena aprovecha este espacio para tomar algunas fotografías. El descenso es más fácil a través de otro sendero que conduce a un pequeño riachuelo donde se disfruta de un baño. “Es hermoso el sitio, porque encierra una gran belleza”, señala Roberto Montaguano, otro nativo del sector.

En la casa de Elsa, construida con techo de paja, cimientos de chonta y paredes de madera, el fuego está encendido. Ahí prepara un en una olla el caldo de gallina criolla que ofrece a sus invitados, además de verde cocinado y la tradicional bienvenida con un pilche lleno de chicha de yuca. “Es un sitio tranquilo, la gente puede hospedarse o armar su carpa. Con la alimentación y las caminatas cuesta USD 15 por persona”.

La aventura continúa en el centro poblado de Madre Tierra. Allí está la cabaña de Elvia Santi. La mujer es una experta en la elaboración del maito de carachaza o bocachico.

La mujer explica que el pescado es envuelto en hoja de bijao y asado al carbón. Este es el plato tradicional de las nacionalidades de la Amazonía. Elvia dirige la Asociación de mujeres Agua Viva, también dedicadas a la elaboración de las mokawas y otros utensilios de barro.

Entrega a los turistas la masa de color ceniza para que elaboren su propia artesanía. En el centro poblado funciona también el centro artesanal, donde ofrecen collares, brazaletes, aretes y anillos elaborados por las mujeres del pueblo.

Suplementos digitales