No es solo que ‘Los Simpsons’ haya saltado de un canal independiente -mercantilista dirían voces oficiales-, donde su contenido fue tachado de nocivo, a uno bajo órdenes estatales, donde la familia amarilla más popular de la televisión es sinónimo de diversión. O que el Ministerio de Turismo haya encontrado una forma de difundir los paisajes, gracias, desgracias e idiosincrasias del ecuatoriano a través de una franquicia transnacional como ‘The Amazing Race’.
Tampoco es que cada sábado las señales de tres canales audiovisuales sean repetidoras de los enlaces presidenciales; ni que –bajo las formas de la alianza- una cancha de fútbol sea pretexto para decir que la Patria avanza.
Más bien… Sí es todo eso y algo más: que, ahora, el Gobierno, con los fondos públicos de los que dispone, haya levantado una producción para que un rostro ultra conocido de la TV regrese al pantallazo a difundir los conceptos, ideas y supuestos de la felicidad y el buen vivir.
Freddy Ehlers estrenó el programa ‘Acuerdo para el buen vivir’ y, así, su nombre se suma al de otros funcionarios públicos que no han querido distanciarse de la seducción de las cámaras y de la exposición que estas otorgan; entre ellos, los concejales Mario Guayasamín y Carlos Luis Morales.
Resulta curioso -por lo menos- que una estrategia gubernamental de comunicación se disfrace con las formas de la producción televisiva; más en estos días cuando por medio de órganos oficiales se han propuesto regulaciones bajo la figura de ‘protección al espectador’.
Por lo visto la TV sigue siendo ese espacio ansiado para el contacto con la población civil; pero en lugar de verla como un medio para la reflexión, se la ve como un instrumento de propaganda o como un canal donde solo los contenidos de la ambigua moral de turno tienen la apertura para exhibirse. Con esos parámetros, el ‘pobre’ espectador ecuatoriano se bate entre la saturación de ‘realities’ y el mensaje ideológico.