El Gran Colisionador de Hadrones, ubicado en Suiza, busca respuestas a las preguntas más fundamentales sobre del Universo.
Entre ellas, qué ocurrió después del big bang, cómo evolucionó el Cosmos, cuáles son las leyes que lo gobiernan y cómo evolucionará en el futuro.Este Gran Colisionador es un túnel situado a 100 metros bajo tierra, que mide 27 kilómetros de circunferencia.
Este sitio hizo noticia este año, porque en él los científicos recrearon el big bang.
En este lugar, localizado en la frontera entre Suiza y Francia, trabaja Francisco Yumiceva.
En una entrevista vía Internet mantenida con este Diario, este científico quiteño explicó que el Gran Colisionador es un complejo de aceleradores con miles de imanes y sensores que controlan los haces de partículas.La parte central de este complejo es el refrigerador más largo del mundo, que está a una temperatura más fría que en el espacio, a -271 grados centígrados. Los investigadores necesitan estas condiciones para que los imanes trabajen como superconductores.
De este modo, pueden crear un campo magnético muy alto para controlar la dirección de las partículas en este túnel.
“El Gran Colisionador es la máquina más compleja del mundo y toma tiempo aprender cómo manejarla y calibrarla”. Yumiceva advierte, además, que la energía concentrada en las colisiones es muy alta, lo que permite reproducir en el laboratorio unos pocos momentos después del big bang (la gran explosión que dio origen al Universo).
Por eso estas colisiones son referidas como mini big bangs.
“En el Universo se dan colisiones con energías más altas como en el caso de los rayos cósmicos”. Desde que el Gran Colisionador empezó a funcionar en diciembre del 2009 ha producido datos de calidad.
“En pocos meses hemos redescubierto partículas que en el pasado tomó varios años observarlas en otros experimentos. Esto nos da mucha confianza y muestra a la comunidad científica que los detectores están funcionando como se esperaba y que los datos son entendidos en detalle”.Para este investigador la búsqueda por lo desconocido apenas empieza. Lo más emocionante, apunta, es que no sabemos exactamente que es lo que vamos a encontrar.
Existen varias teorías que nos ofrecen pistas, pero los científicos no saben lo que puede surgir. “Los fenómenos nuevos que estamos buscando son muy raros, alrededor de uno en un billón, por lo tanto necesitamos billones de colisiones para tener suficientes eventos de estos para estudiarlos”.
Esta búsqueda puede tomar algunos años, pero los investigadores son pacientes.
Yumiceva está radicado en Estados Unidos, pero viaja seguido a Suiza, donde está situado el Gran Colisionador para discutir estudios con otros investigadores y para trabajar en el detector CMS. Este ocupa casi por completo una caverna tan grande que se podría jugar baseball dentro en ella.
“Tiene un imán superconductor que produce un campo magnético 100 mil veces más fuerte que el de la Tierra, y pesa mucho más que la Torre Eiffel en París, Francia”. Los datos obtenidos son transmitidos a centros de cómputo en todo el planeta.
La frecuencia de datos es de alrededor de 7 000 000 GB (o 7 PetaBytes) por año.
Según el académico, esto corresponde a una montaña de discos compactos de 10 kilómetros de alto cada año.
Los investigadores hacen turnos y el trabajo nunca se interrumpe. Funciona las 24 horas del día, los 365 días del año.
Este físico quiteño se levanta temprano para ponerse al día de lo que ha pasado en la mañana en Suiza, donde funciona el Gran Colisionador.
Durante el día, intercambia información con investigadores de varias regiones del planeta por medio de videoconferencia. También se reúne con su grupo de investigación. No tiene un horario fijo.
Por ahora solo dos ecuatorianos trabajan en este detector.
El otro investigador es Édgar Carrera, quien representa a la Universidad de Boston.
Para Yumiceva es lamentable que no haya más ecuatorianos que trabajen en este proyecto.