La científica Eugenia del Pino tuvo más de una razón de peso para regresar al país después de realizar su doctorado en EE.UU. “Ecuador parecía un desierto; no había nada”. La investigadora ecuatoriana se refiere al escaso equipamiento para emprender proyectos de investigación. Pero esta académica, profesora de la Pontificia Universidad Católica, decidió quedarse y venció las adversidades. “Lo único que puede hacer el investigador que estudió en el exterior, es aceptar que en nuestro país no encontrará las facilidades que tuvo fuera”. Para ella es necesario conformarse con lo disponible y lanzarse a la aventura de investigar en un país, cuya infraestructura para la investigación es deficiente. Esta investigadora, PhD en Biología y la única ecuatoriana, miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU., considera que los investigadores que se quedan en el país se convierten en pioneros. “Pienso que lo son, porque, a pesar de no encontrar el ambiente más apropiado para investigar, se abren camino”. Por eso, el genetista César Paz y Miño coincide en que el nivel de exigencia debe ser cada vez más riguroso, a pesar de las limitaciones. Aunque hay esfuerzos significativos, el Ecuador produce un escaso conocimiento científico (menor al 0,0001% mundial, pese al incremento del 15% de la inversión, desde el 2005 al 2009). Anualmente en el país se elaboran unos 228 estudios (papers), mientras en EE.UU. llegan a 200 000, apunta Paz y Miño.De cada 10 000 personas económicamente activas, 25 se dedican a la investigación científica y, 30 de cada 10 000 a la administración de la ciencia. Hay solo un 7% de doctores y un 34% de masters, 24% de estos dedicados a las ciencias de la vida y el resto a ciencias sociales y agrícolas. Paz y Miño y del Pino coinciden en que hay que enfocar la investigación en campos donde Ecuador es muy rico. Por ejemplo, por su gran diversidad se pueden desarrollar investigaciones en Biología.“Se pueden realizar inventarios de varias zonas. Hay muchas especies por describirse”, señala del Pino. Y recalca que es posible emprender estudios como el realizado por Rommel Montúfar sobre las palmas. “Cuando un científico viene no hallará las puertas abiertas, hay que abrirse camino”, dice del Pino. Miguel Aldás, joven investigador, no encontró las puertas abiertas. Desde que decidió solicitar una beca de estudios en la Senacyt tuvo dificultades. “La Senacyt establece que el becario es quien debe buscar su plan de estudios y presentar el auspicio correspondiente para optar por las becas”. Antes de salir rumbo a Lyon, Francia, tuvo dificultades para cursar sus estudios posuniversitarios en Ciencia de materiales. “Los recursos no eran desembolsados; no sabíamos si el programa de becas Francia 2008 continuaba o no. Además, el curso de idioma en Francia, incluido en la beca, no se concretó”.Durante el 2008-2009, la Senacyt envió a 200 ecuatorianos a formarse en el exterior. Todos los becarios deben retornar al país, aunque luego tengan problemas para emplearse. Ese fue el caso de Alberto Benítez, de 29 años, quien viajó a Francia. Finalizó su maestría en Ciencias de materiales en una institución adscrita a la Universidad Politécnica de Toulousse. Pese a que regresó al país en agosto del 2009, aún no ha podido encontrar un empleo.En varios casos, la sobrecalificación de los científicos que vuelven, en lugar de ayudarlos los perjudica, coinciden el subdecano de la Facultad de Ingeniería Química de la Politécnica, Patricio Castillo, y la investigadora Neyda Espín. Lo mismo ocurre con muchos egresados que reciben bajas remuneraciones. La Escuela Politécnica es considerada la pionera en investigación. Algunos docentes y científicos consultados se mostraron escépticos y desconfiados sobre la forma en que la Senacyt escoge los proyectos y asigna los recursos. Tres proyectos que fueron aprobados hace varios años, luego no recibieron todos los fondos comprometidos. No obstante, el investigador Patricio Cajas, quien ha obtenido financiamiento de la Senacyt para algunos proyectos exitosos, cree que el proceso, aunque ha tenido falencias, debe apuntalarse por el bien del desarrollo científico del país.