Hace algunas décadas los medicamentos biológicos eran considerados ciencia ficción. Hoy en día son considerados la puerta a la medicina del futuro.
Los fármacos biológicos son organismos vivos introducidos en el organismo para que cumplan una función determinada. Frente a las moléculas químicas los biológicos presentan un tratamiento eficaz para mitigar las molestias de enfermedades como la artritis rematoidea.
La ventaja es que estos medicamentos impiden la destrucción de las articulaciones y la consecuente invalidez.
Por años los remedios químicos solo han mitigado las molestias de enfermedades como artritis y psoriasis, pero no detenían la enfermedad.
La primera molécula biológica aprobado en EE.UU. ha sido la denominada etanercept.
Esta molécula bloquea y desarticula la respuesta del sistema inmune que producen algunas enfermedades como la artritis rematoidea. Hoy, el reto para los médicos es escoger el que menos falla terapéutica traiga.
La clave de estos fármacos biológicos radica en que han sido creados para actuar contra un blanco específico, atacando moléculas muy precisas.
Aunque la ciencia aún está lejos de lograr la curación definitiva de la enfermedad, el objetivo es evitar que esta afecte la calidad de vida del paciente.
En ese caso, los fármacos biológicos han revolucionado las expectativas de esta enfermedad por su eficacia terapéutica y su buen perfil de tolerancia.
Uno de los inconvenientes de los fármacos biológicos es su elevado costo, que incrementa el gasto farmacéutico.
Ese incremento del gasto farmacéutico se ve equilibrado, sin embargo, por los beneficios producidos en el paciente en términos de menor incapacidad laboral y reducción en la necesidad de intervenciones quirúrgicas.
Además de la incapacidad física, la artritis rematoidea también disminuye la esperanza de vida en quienes la padecen.