Apenas estuvo tres días sin escribir en su bitácora personal (blog). Fue el tiempo suficiente para que sus amigos más cercanos le llamaran al teléfono preocupados. Querían averiguar si le había ocurrido algo.
La respuesta fue: solo decidí cambiar de actividad y dejar de escribir por unos días. La próxima vez que tenga que ausentarse dejará un aviso para anunciar que se fue de vacaciones.
Así nadie ya se preocupará y no recibirá tantas llamadas telefónicas.
Lo mismo ocurre en las redes sociales. Si dejas de escribir, hay quienes creen que estás deprimido o enojado por algún comentario. Los usuarios de estas comunidades virtuales se acostumbraron a estar conectados de forma permanente. Todos los días, a toda hora y desde cualquier lugar. La trilogía de la eterna conectividad.
Para quienes están enganchados con las redes sociales, no hay otra forma de comunicación, aunque exista el teléfono y el correo electrónico.
Incluso cuando los amigos están a pocos metros de nuestro sitio de trabajo y solo tienen que caminar unos pasos para decirnos ¿cómo estás?, prefieren hacerlo por el Facebook.
Si te ausentas, porque alguna razón laboral, lo más probable es que lluevan los mensajes en la red: ¿dónde estás?, ¿qué te pasó?