Liliana Gavilanes (izquierda) y Lady Espinosa actúan en el drama ‘La otra’. Foto: Enrique Pesantes /El Comercio
Al principio, los espectadores, en medio de un patio a oscuras, pensaron que ellos mismos eran los actores de la obra. Pero el personaje del monólogo, un vendedor de caramelos con un discurso entre el delirio filosófico y el absurdo, entra en escena por donde menos se lo espera. El cuerpo semidesnudo se contrae en el piso mientras los espectadores forman una ronda para verlo.
En la obra ‘La piel del cordero’, Cristian Aguilera actúa en calzoncillos en un espacio reducido, a dos pasos de distancia de una docena de personas que asiste a la función de pie, en el patio interior de una casa de la ciudadela Miraflores, en Guayaquil. El personaje interpela a los espectadores hablándoles a la cara, a pocos centímetros de distancia, en una pieza teatral de 13 minutos.
‘La piel del cordero’, dirigida por Itzel Cuevas, ganadora del Festival de Artes al Aire Libre (FAAL) 2014, es una de las cinco obras que abren este mes la segunda temporada del Microteatro Guayaquil, que presenta piezas cortas en espacios adecuados para un público pequeño, en una experiencia que apela a la intimidad.
En palabras de Vivian Loor, una de las espectadoras, el formato brinda la experiencia de sentirse parte de la historia. “Son muchos sentimientos en 15 minutos”, indicó.
El proyecto de la productora Daemon es dirigido por Jaime Tamariz. El formato breve permite además estrenar mensualmente piezas con temática, directores y actores nuevos.
En la temporada anterior, el Microteatro, que funciona en una casa de Miraflores, detrás de la Universidad Casa Grande, recibió más de 3 000 visitas en tres meses, una ocupación que la acerca al aforo de un teatro mucho más grande. Tamariz ve esta forma de consumir artes escénicas como una oportunidad para promover la cultura teatral en la ciudad, captando nuevos públicos e incrementando su difusión.
“La pieza corta como tal siempre ha existido como café teatro o teatro de bolsillo, lo interesante con este modelo de producción que se desarrolló en España y se ha extendido por Latinoamérica es que toma las piezas cortas y las programa juntas en un mismo espacio donde puedes ir cambiando de sitio y de obra”, dice el director.
Las funciones se desarrollan de miércoles a viernes, en horarios escalonados –por momentos simultáneos- entre las 19:30 y 21:30, en cuatro habitaciones y un patio interior de la casa.
La nueva temporada incrementa dos habitaciones para la exhibición, lo que permite aumentar en número y diversidad el tipo de propuestas en una misma noche. El proyecto ha captado además del interés del público el de los grupos y artistas de la ciudad.
La oferta de marzo incluye dos monólogos, una comedia y dos dramas. Entre lo más destacado de la programación está ‘Noctámbulos’, una farsa hilarante en la que un esposo enfrenta cada noche lo que parecen los olvidos del Alzheimer de su esposa, que comienza por creerlo un ladrón.
La pareja de esposos intenta revivir la pasión antes de que amanezca, fantaseando alrededor de lo cotidiano y lo erótico. “Bésame detrás de las orejas, con pasión, libido, con hambre africana”, le pide la esposa al hombre. “Besas igualito que mi marido”, le dice sorprendida después.
Entre las propuestas constan también ‘Febrero 33’, donde Víctor Aráuz ejecuta un ejercicio escénico en torno a la locura, a partir de una pieza corta del dramaturgo guayaquileño Luis García Jaime. Mientras que en ‘Escribir’, por ejemplo Fado Doja monologa en torno a la cristalización del amor y sus ironías en una pieza dirigida por Marina Salvarezza.
Montse Serra dirige a las actrices Lady Espinosa y Liliana Gavilanes en ‘La otra’, del argentino Javier Daulte, que gira en torno a la enfermiza rivalidad entre dos hermanas. La dramaturgia está llena de sobrentendidos que juegan con la intriga de los espectadores.
“Tener al público tan cerca te llena de adrenalina”, cuenta Espinosa, para quien ‘La otra’ es su segundo trabajo actoral y quien reconoce que en la primera función no podía parar de temblar.