Los expertos desarrollan plantas en laboratorios para mejorarlas genéticamente. Foto: Joffre Flores/ EL COMERCIO
Una sala aséptica, con microscopios, tubos de ensayo y frascos herméticos copan el laboratorio del Centro de Investigación en Biotecnología del Ecuador (CIBE), de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol). Allí la producción agrícola se encuentra con la innovación tecnológica.
Las repisas metálicas están cubiertas con frascos que encierran cientos de diminutas plantas, de destellantes hojas verdes. Las muestras son parte del resultado que obtuvieron los investigadores Sofía Korneva y José Flores, quienes analizaron por casi dos años una técnica para la multiplicación eficiente de plantas de plátano barraganete en laboratorio.
El método que usaron se denomina embriogénesis somática. Flores, jefe del laboratorio de Cultivo de Tejidos del CIBE, explica que este procedimiento es más efectivo en comparación con otros que aplican las empresas dedicadas a la producción in vitro de plantas.
Tradicionalmente se usan frascos pequeños, que almacenan unas ocho plántulas. Pero en esta investigación emplearon contenedores de vidrio, de entre 1 y 5 litros de capacidad, en donde pueden desarrollarse hasta 2 000 plantas o clones.
“Si producir una planta cuesta USD 50 bajo el método organogénico (tradicional), por el método embriogénico puede llegar a USD 0,05”, explica Flores. Es decir, se obtienen plántulas certificadas, al alcance de los pequeños agricultores. “Es una alternativa biotecnológica para producir, masivamente, material de alta calidad, para entregarlo al campo”.
El estudio se enfocó en el plátano barraganete, que para el país es uno de los más importantes, porque representa unas 90 000 toneladas de exportación al año, como cita la publicación científica.
En 2011 este producto generó USD 2 200 millones y en 2012 bajó a USD 2 096 millones por diversos factores.
Las plagas y las variaciones climáticas influyen en el desarrollo de las plantaciones. Por eso este estudio apunta a escoger material genético de las mejores plantas, con mayor resistencia y mejor productividad, para luego liberarlas al campo.
Y es ahí donde justamente empieza este trabajo. El cantón El Carmen (Manabí), la zona de mayor producción de barraganetes, fue el escogido para la recolección del material (flores, partes de tallo, entre otras). Las muestras luego fueron procesadas en un invernadero, donde pasó por cuarentena y pruebas bacteriológicas.
Tras este filtro se hizo el cultivo de tejido en laboratorio. Joffre Mendoza, otro de los investigadores, analiza algunas de las placas donde se colocaron fragmentos de muestras más una mezcla de macro, microelementos y hormonas -similares a los nutrientes que reciben de forma natural-.
Así es como se estimula el desarrollo para obtener los callos embriogénicos, que contienen millones de células.
De cada una surgirá una plan, primero en cajas Petri para reproducir cientos de brotes y luego su crecimiento se realizará en frascos del sistema de inmersión temporal.
Luego de un proceso, las plántulas están listas para ir al invernadero, donde serán observadas para detectar posibles alteraciones genéticas, como fallas en sus hojas, de crecimiento o productividad. “Solo el 1,55% presentó estas alteraciones, un porcentaje muy bajo”, indicó Flores. El resto pasó a campo, sin complicaciones.
A raíz de este estudio, también se experimenta con otros productos: banano, caña de azúcar, papa, malanga y especies maderables. Esta técnica también la utilizan Colombia, Brasil y Costa Rica.
Pero aquí no termina todo. Esas células vegetales son además la materia prima para otros estudios de ingeniería genética y para la elaboración de fitofármacos.
Efrén Santos, jefe del Laboratorio de Biología Molecular del CIBE, explica que esta es la pauta para la transformación genética o transgénicos. “Estamos trabajando con banano resistente a la sigatoka negra (enfermedad causada por un hongo), también en biofortificación”.
Los genes son identificados en laboratorio, según el objetivo que se busca: mejorar la producción, generar resistencia a enfermedades, tolerancia a estrés abiótico o biofortificación (proceso de incremento de vitaminas).
Desde el 2008, el CIBE realiza un proyecto con banano cisgénico, que combina genes del barraganete con el banano Williams. Santos aclara que los estudios se realizan bajo protocolos internacionales y vigilados por el Ministerio del Ambiente.
Otro uso para las células vegetales se aprovecha en el laboratorio de Bioproductividad del centro. Su directora, Patricia Manzano, explica que están analizando la biodiversidad del país bajo el microscopio para elaborar fitofármacos, remedios que salen de la naturaleza, de conocimientos ancestrales.
“Tenemos el estudio de una especie de asteraceae. Un campesino me dijo que era buena para el cáncer y logramos identificar compuestos químicos responsables de esa actividad biológica. Efectivamente, estudios reportan que sirve para el tratamiento de cinco tipos de cáncer”, dice Manzano.
Actualmente, más de 36 plantas son analizadas en el CIBE para generar nuevos medicamentos que brotarán del campo. El uso de técnicas de cultivo celular será esencial para multiplicar plantas en laboratorio y ampliar su producción.