La sala del Rectorado queda en silencio. La gente espera que Marcelo Viteri cuente en lengua de señas cómo fue el día que, en compañía de su madre, Cecilia Vasco, fue hasta la secretaría de una universidad para inscribirse en la carrera de Educación Parvularia.
En esa ocasión a Cecilia le tocó traducir a señas este mensaje, que levantó la inconformidad de su hijo: “un sordo no puede estudiar”.
Tras cuatro años, él obtuvo su licenciatura, gracias a su insistencia ante la Secretaría del centro, que inicialmente le negó atención.
No fue sencillo. Ahora, la Ley de Discapacidades, en su artículo 27, garantiza que las personas con discapacidad accedan a las aulas universitarias, Marcelo debió pasar por un año de prueba. El silencio vuelve al Rectorado.
Él abre y cierra una de sus manos rápidamente y cuenta que los profesores hablaban muy rápido y que le era muy difícil leer los labios. Por eso fue necesario tener un intérprete que le acompañaba a clases los sábados, ya que su carrera la realizó en la modalidad semipresencial. Rocío Cabezas, rectora del Instituto Nacional de Audición y Lenguaje, en donde Marcelo hoy trabaja como profesor, asegura que para una persona con sordera profunda es fundamental contar con la ayuda de un intérprete.
Él no recuerda cuánto pagaba por hora, pero Cabezas confirma que los costos son de entre USD 3 a 5. “La cantidad de intérpretes es poca y la demanda mucha, faltan más personas, así como la profesionalización de intérpretes”, apunta Cabezas. Es por esto que algunos estudiantes se han reunido para costear entre dos y hasta tres por esos servicios.
La intérprete de Marcelo dice que por lo general las personas con sordera llaman la atención e incluso hay quienes se asustan al ver que compartirán una clase con ellos. Poco a poco la gente se da cuenta que no hay razón para eso y se van rompiendo las barreras de comunicación básica. Con los profesores el problema es mayor; siempre marcan una distancia y no tienen idea de lo que necesita una persona con esta discapacidad. Ellos ponen en duda la capacidad de personas sordas.
¿Qué sucede en las universidades?
Geovanna Cisneros, trabajadora social de la Universidad Central, sostiene que en el momento se ubican los casos específicos de discapacidades. “Lastimosamente aún no tenemos realizado un registro exacto de los estudiantes que tienen ese problema. Ellos podrían acceder a becas, que recién estamos tramitando desde el año anterior; se toma en cuenta a los alumnos que están vulnerables”.
También asegura que la preparación de los docentes para atender estos casos no se ha realizado al 100%. Para los no videntes sí tienen en algunas carreras los libros en braille; para estudiantes con problemas auditivos los docentes no están preparados.
En la Universidad de las Américas (UDLA), Isabel Salazar, del Departamento de Bienestar Estudiantil, cuenta que los estudiantes con problemas auditivos se inscriben en las carreras en las que pueden desarrollar otro tipo de habilidades. Se trata de temas en los cuales está de por medio la cuestión creativa como diseño y arquitectura.
Lo que tratan de hacer es brindar un ambiente lo más acogedor posible e informar a los docentes cuando tienen a un estudiante con hipoacusia. Les explican cómo dirigirse a una persona que no escucha, tratamos de tener un seguimiento cercano de los casos. En ese centro de estudios hay al menos ocho estudiantes con problemas auditivos.
Para Cabezas, rectora del Instituto Nacional de Audición y Lenguaje, es importante que las personas con esta discapacidad desarrollen un dominio de su propia lengua, que es la de las señas; eso les permite adquirir de mejor forma los conocimientos.
Ahora Marcelo sabe que una persona con sordera dentro de la universidad genera experiencias diferentes para el resto. “Me siento mejor, más seguro siendo un profesional”. Enseña lengua de señas y computación a chicos del Instituto de Audición y Lenguaje.
Punto de vista Lourdes Armendáriz / UTE
‘Acompañamos al estudiante’
Nosotros estamos trabajando en esto desde el año 2000 cuando recibimos estudiantes no videntes. Luego de la positiva experiencia la universidad fue abriéndose hacia todas las otras discapacidades, esto nos ha valido un reconocimiento internacional en el año 2010.
Lo que hace la UTE no es solamente recibirles, sino culminar todo el proceso hasta cuando el estudiante obtenga su título profesional, porque en el país la inclusión se ha quedado en solo recibir a los estudiantes y eso muchas veces provoca situaciones negativas: el estudiante ingresa, pasa el tiempo y no logra graduarse.
Por eso la universidad tiene un equipo de profesionales especializados que ha armado un proceso de admisión ajustado a las condiciones de los estudiantes con discapacidades y luego de esto tenemos un trabajo de permanente tutoría y seguimiento. Justamente estamos haciendo la adaptación curricular para que ningún docente tenga dificultad en trabajar con los estudiantes independientemente de la discapacidad que tengan.
Automáticamente cuando el estudiante aprueba el ingreso se le concede una beca del 100%, sabemos que el ajustarse a un entorno de educación superior implica ajustarse a otros gastos como el de transportación.
La frase:
“Hace poco que los padres (de niños con sordera) han ido entendiendo que la lengua natural de ello”.
Rocío Cabezas Rectora Inst. audición