Solidaridad, el sabor de la leche de soya

Los niños de 15 escuelas de la Perimetral Noroeste reciben una colación con leche y galletas de soya. La elabora el Hogar de Cristo. La Fundación Hogar de Cristo trabaja en un plan para reducir los niveles de anemia en los niños. Foto: Cortesía Hogar de C

Los niños de 15 escuelas de la Perimetral Noroeste reciben una colación con leche y galletas de soya. La elabora el Hogar de Cristo. La Fundación Hogar de Cristo trabaja en un plan para reducir los niveles de anemia en los niños. Foto: Cortesía Hogar de C

Los niños de 15 escuelas de la Perimetral Noroeste reciben una colación con leche y galletas de soya. La elabora el Hogar de Cristo. La Fundación Hogar de Cristo trabaja en un plan para reducir los niveles de anemia en los niños. Foto: Cortesía Hogar de Cristo

No hay que rogarles ni llegar a la exigencia para que beban hasta la última gota. Cuando la botella de Soya Hogar ­llega a manos de los escolares, su contenido desaparece en un dos por tres.

Sus sabores frutales -a más de la graciosa imagen de un grano de soya con antifaz de superhéroe en la etiqueta-, persuaden hasta al más reacio. Así que, mientras saborean la bebida mezclada con extractos de coco, durazno, mora o banano, la anemia en los pequeños de la Perimetral Noroeste empieza a perder la batalla.

Desde el 2009, estas botellitas de un cuarto de litro son la estrategia nutricional implementada por la Fundación Hogar de Cristo, una institución de origen jesuita que labora en planes sociales desde hace 44 años, en zonas urbano marginales de Guayaquil.

En ese año, un chequeo médico detectó altos índices de anemia y desnutrición. El problema se diagnosticó en el 56% de 945 niños evaluados en la cooperativa Sergio Toral y sectores aledaños, una zona de cerros flanqueados por endebles casas de caña, en el apartado noroeste de la ciudad, donde viven unas 500 000 personas.

Entonces, pensaron en elaborar leche de soya y pan y galletas con el bagazo resultante. Y distribuir todo gratuitamente, como colaciones escolares.

Cada día, durante las clases, 1 200 niños de 15 escuelas populares reciben esta colación. “Ahora estamos en un 25% de anemia. La colación ha dado resultados”, cuenta Marianella Holguín, coordinadora del programa de Seguridad Alimentaria Vaca Mecánica.

El peculiar nombre del proyecto nace de los equipos de producción de la leche de soya -en nada similares a un vacuno-. Unos enormes embudos metálicos, con calderos humeantes, son las ‘vacas mecánicas’ que producen hasta 30 litros de leche por hora.

En la sofocante planta de fabricación, dentro de la sede de Hogar de Cristo, en la Sergio Toral, funcionan cuatro ‘vacas mecánicas’. Casi todo ahí adentro es donado: las máquinas y un frigorífico fueron entregadas por el Club Rotario, las mesas y otros implementos se obtuvieron tras una campaña liderada por una cadena de farmacias y tienen el respaldo de varias empresas privadas.

El programa, además, agrupa a voluntarios locales y extranjeros. Algunos dan charlas de nutrición a las familias y maestros. Otros, como los enfermeros de la Brigham Young University (EE.UU.), quienes llegan cada año, se encargan de los chequeos médicos periódicos, de la desparasitación y de la entrega de vitaminas.

A más de las propiedades típicas de la soya (calcio, hierro, vitamina E…), en este año Hogar de Cristo busca agregar otras vitaminas al producto. Cada día fabrican unas 1 700 botellas, en especial durante el año escolar (de mayo a febrero). De ese total, 500 son destinadas a la venta en tiendas aledañas -su costo es de USD 0,45. El dinero recaudado se invierte en la compra de materiales y envases plásticos. “Vendemos unas 10 000 botellas en el mes. Todos esos recursos están dirigidos a aumentar el número de niños beneficiarios”, explica Holguín.

De esos ingresos también sale el salario de las colaboradoras, en su mayoría madres del sector. Cruz Busto es una de ellas. Antes era socia de Hogar de Cristo, a través de los microcréditos para emprendimientos. Ahora tiene un trabajo fijo en el área de cocción de la soya. “Mi favorita es la de mora”, dice sonriente.

Eugenia Balda, su compañera, envasa, sella y arregla las etiquetas con esmero. Está consciente de que su trabajo aporta a mejorar la salud de los niños del barrio. “Me alegra colaborar con este proyecto. La leche es nutritiva y tiene sabores variados”. Pero, sin duda, el sabor que más resalta es el de la solidaridad.

Convivencia

Son 1 200 niños de escuelas de la Perimetral Norte que consumen la leche de soya

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