La Navidad se suma a la terapia en los hospitales

disfrutaron de la energía de David Depablos, exintergante de grupo musical Salserín.

disfrutaron de la energía de David Depablos, exintergante de grupo musical Salserín.

La fundación Ser Feliz organiza actividades continuamente para entretener a los pequeños durante sus duras terapias y estadías en el hospital. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO

Una dosis de toboganes. Algunas infusiones de maquillaje y pelucas. Y una sesión de monopatines.

Scarlet pasó por todos los juegos de un centro comercial de Samborondón y al final prefirió ser la cajera de un mini supermercado. “¿Qué va a llegar?”, decía a sus clientes mientras contaba con agilidad los billetes de cartón sobre una diminuta caja registradora.

Afuera de la tienda, algunos pequeños rodaban en carritos por una pista dibujada en el piso; otros estacionaron sus sillas de rueda frente a un futbolín, y otros esperaban su turno para subir a una nave espacial, colgada al final de una empinada escalera.

Su energía era arrolladora y sus risas se escuchan desde antes de entrar al local. 100 niños que reciben tratamientos contra el cáncer en el hospital de Solca de Guayaquil asistieron la mañana de este miércoles 14 de diciembre del 2016 a un agasajo navideño organizado por la fundación Ser Feliz.

Nadie notaría su enfermedad, de no ser por algunas mascarillas y los gorros de lana que cubren su escasa cabellera, a causa de las quimioterapias.

Scarlet usó un gorrito rosa. El delantal disponible en la tienda era gigante para ella.

Apenas tiene 8 años y está batallando contra un cáncer de ovario que le detectaron recientemente. Su madre Eva recordó el diagnóstico mientras la miraba desde la puerta de la tienda. “Es fuerte”, dijo intentando no llorar.

La fundación Ser Feliz ayuda a estas familias con la entrega de suplementos vitamínicos, pañales, pañitos húmedos, protectores de cama e insumos de aseo personal. Y organiza actividades continuamente para entretener a los pequeños durante sus duras terapias y estadías en el hospital. “Esta visita es como un recreo para ellos. Siempre tratamos de que se relajen un poco, también sus mamás”, cuenta Lissett Ortega, presidenta de la fundación.

Diana, Ian y Arielis pasaron por complicadas cirugías, quimioterapias y radioterapias. Pero esta mañana tomaron monopatines y carritos, y emprendieron una carrera por todo el patio de juegos.

Ian con apenas 1 año lucha contra un retinoblastoma, un tipo de cáncer que afectó uno de sus ojos. Diana y Arielis tuvieron tumores cerebrales y siguen en tratamiento.

Freddy, en cambio, no puede despegarse de su silla de ruedas. El pequeño de 7 años perdió la vejiga a causa de un tumor. “Su tratamiento es largo, por lo menos un año”, contó Susana, su mamá. En ese descuido, Freddy giró astutamente su lado del futbolín y anotó otro gol. El juego terminó 6-3, a favor suyo.

Las sillas de ruedas también coparon el lobby del hospital de niños Roberto Gilbert, en el norte de Guayaquil. Aquí Papá Noel subió a una tarima después de atravesar un camino custodiado por enfermeras y portasueros. Al menos 100 pequeños abandonaron las salas de hospitalización para asistir a un show navideño organizado por la Municipalidad.

Jesús, de 6 años, tiene un soplo cardiaco. Llegó a una de las consultas preparatorias para su operación y se quedó en el espectáculo. Desde su silla miró asombrado cada truco de un mago misterioso: tiras interminables de tela, aros que se multiplicaban y una bolsa con cosas inimaginables.

La presentación alivió un poco la fiebre de Donato. Tiene 18 días en el hospital y aún no saben qué origina la elevada temperatura. Los exámenes continuos lo agobian, pero esta mañana él y Nilda, su mamá, disfrutaron de la energía de David Depablos, exintergante de grupo musical Salserín.

Los pacientes del hospital de niños Roberto Gilbert disfrutaron de la energía de David Depablos, exintergante de grupo musical Salserín. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO

Aunque los pequeños no conocían las canciones, sus madres, las enfermeras y doctoras coreaban los temas a todo pulmón. Y apuntaban al artista con sus teléfonos celulares para llevarse el recuerdo.

Los parlantes retumbaban en la planta baja del hospital. El cantante venezolano pedía “una bulla” y animaba a los pacientes enyesados, otros ligados a sueros y varios dormidos por el efecto de la medicación.

Al final, todos regresaron a las salas. Algunos, como Edgar, contaban los días para recibir el alta. Otros, como Roxana, tendrían una estadía extendida. “Tiene el síndrome de intestino corto. Solo puede tomar unas leches que cuestan USD 67 y por eso el papá pasa toda la semana trabajando para conseguirlas”, contó Eva, su mamá.

Una sonda en su nariz no la ha dejado desde que ingresó, hace cuatro meses. Pero eso no frena su risa inocente. Para ella, el mejor regalo de Navidad sería una cirugía que mejore su condición, aunque no las hacen en el país.

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