Los diarios ilustrados se publicaron por el centenario del nacimiento del artista (16 de octubre de 1915). Fotos: Cortesía Editorial Eacheve
Los abrigos y ternos de los asistentes a su exposición en la capital peruana en 1941, frente a las manifestaciones callejeras de Lima -en la siguiente página-, con carteles de ‘Guerra contra Ecuador’. Las fastuosas y refinadas fiestas europeas de frac y vestidos; frente a la exaltación de dos cuerpos masculinos, semidesnudos, en una saturada piscina pública…
El sentido del contraste y de la ironía marcan buena parte de ‘Los diarios ilustrados de Eduardo Solá Franco’ (Guayaquil, 1915-Santiago de Chile, 1996), publicados por el centenario de su nacimiento.
La obra es iniciativa del historiador y crítico de arte Rodolfo Kronfle, autor de las investigaciones que contextualizan el libro. Los cuatro tomos suman más de 2 000 páginas y recogen el compendio de acuarelas -y collages con recortes de periódicos-, que el artista trabajó en 14 cuadernos entre 1935 y 1988.
Esta gigantesca bitácora de su vida contiene géneros tradicionales como el paisaje y el retrato, y tiene escenas narrativas con eventos significativos de la vida social y afectiva del artista.
Una producción de imágenes que representan acontecimientos históricos y actuales, la cotidianidad del autor, cientos de personajes, la esfera cultural y la vida social de Solá en Sudamérica, EE.UU. y Europa.
Los diarios son, sin duda, la obra de arte más ambiciosa que haya logrado un artista ecuatoriano en el siglo XX: son 54 años de creación ininterrumpida en un solo proyecto. Miles de ilustraciones que, a más de bellas, articulan una historia de múltiples niveles de significación”, pondera Kronfle.
El análisis de la crítica de arte cubana Lupe Álvarez remarca el carácter narrativo de los diarios, que prefiguran “territorios subjetivos con inusitados matices simbólicos y estéticos”. La curadora y académica destaca las composiciones escenográficas y las tradiciones edulcoradas de la representación. Un régimen visual lleno de efusividad que vincula los diarios con la literatura, la dramaturgia y el cine, dominios que el artista practicó en paralelo a su obra pictórica.
En el libro, Kronfle apunta las circunstancias históricas que hicieron de Solá y de su obra ‘entidades incomprendidas y casi marginales’. Álvarez dice que se debió en gran medida al refugio en esas formas narrativas ilustradas, que no encajaban en los marcos de los repertorios estéticos de la época.
En el ‘maltrato’ que recibió la obra influyó su orientación sexual, que cuenta en sus diarios los avatares de su vida afectiva y remarca el carácter “pacato” de Guayaquil. “Solá es el artista más cosmopolita de Ecuador, un trotamundos, un esteta refinado, y también un ser alternativo emocionalmente atormentado”, dice Kronfle.