Georges Schnyder, presidente de la red slow food en Brasil, cree que el país cuenta con los elementos necesarios para luchar contra la comida rápida. Foto: El Comercio.
En 1989, un local de comida rápida (un McDonald’s) se instaló en la Plaza Central de Roma y su popularidad atacó directamente a los negocios de comida italiana tradicional colindantes.
El suceso llamó la atención de unos idealistas, así los llama Georges Schnyder, que durante un mes montaron un puesto de pasta al pomodoro para hacerle frente al gigante. Trabajaron con agricultores y los mejores cocineros para ofrecer a los comensales una alternativa buena, limpia y justa. Ese fue el origen de lo que hoy se conoce como slow food, millones de personas de 150 diferentes países que juntos quieren frenar la acelerada decadencia del mundo, desde la mesa.
Georges Schnyder es el presidente de la red slow food en Brasil e invitado de Ecuador Cultura Gourmet y el festival gastronómico Latitud Cero. El ponente que no es ni chef, ni productor pero sí un apasionado de la comida, llegó a Quito para incentivar el crecimiento del movimiento al que dedica su vida.
La premisa básica de slow food requiere en primera instancia lograr un compromiso con los agricultores y mantener los valores (bueno, justo y limpio) durante toda la cadena alimentaria. “Nuestra vida depende de los que comemos reitera” Schnyder en una mezcla de portugués y español.
Los implicados en el movimiento luchan por frenar el caos que causa la globalización alimenticia industrial. Es una lucha de frente en contra de las cadenas de comida rápida y los malos hábitos que éstas generan.
Esta pelea no tiene como fin fulminar al enemigo y sacarlo del mapa, sino igualar las condiciones y mantener y engrandecer la biodiversidad. Si la mala alimentación avanza, el mundo eventualmente, tal vez más rápido de lo esperado, nunca más será el mismo.
De esta manera, slow food, sigue el curso de acción de iniciativas ambientalistas, ecológicas y también se hermana con el buen comer.
No es un grupo íntimo o exclusivo, ya que mientras más sean los implicados, mejor. Funciona a través de conviviums (grupos de personas) que se relacionan entre sí y comparten experiencias, conocimientos y metas.
Aunque la red- con millones de conexiones- de slow food tiene presencia global hay países como Argentina, según lo expresado por Schnyder, que están más cerca de perder que de ganar la batalla. Perú, por el contrario, es un ejemplo en este ámbito.
Por otra parte, Ecuador y Colombia son afortunados, ya que gracias a su biodiversidad tienen la fuerza necesaria para promover el movimiento a lo grande.
Lo más valioso que tiene el país es su patrimonio alimentario, destaca Schnyder, y rescatar este tesoro gastronómico es la labor de los tres conviviums activos (Inti Chu’a, Amauta Kawsay y Ananay Slow Food) en el territorio. Aunque no es ampliamente conocido el slow food ya está germinando en Ecuador.