Bertha Naranjo es la mujer que protagoniza la película de Tito Molina, que fue filmada en la Costa ecuatoriana. El perro Cokie es el otro protagonista de la historia. Foto: Cortesía de Tito Molina
Luego de recorrer seis festivales internacionales, el largometraje del director Tito Molina ha entrado en dos de los circuitos más importantes del arte y la industria cinematográfica del mundo.
A dos días del reestreno en el Ecuador, ‘Silencio en la tierra de los sueños’ oficialmente es parte de las películas candidatas al Goya (España) y ya tuvo una primera proyección ante los miembros de la Academia de Hollywood.
Pocas veces un director encuentra en el silencio un elemento narrativo de gran riqueza expresiva. Por eso, hay que tener en cuenta que, en algún momento, el filme puede desubicar al espectador acostumbrado al ‘mainstream’ de Hollywood, en el que el vértigo de la acción y la fugacidad de las emociones marcan un ritmo que invitan a digerir la información de una forma rápida. En ese sentido, el filme ecuatoriano asume un riesgo en el ámbito comercial.
El cineasta cubano Mario Rivas decía que un silencio en el cine debe ser una obra maestra y Molina acoge ese elemento como un protagonista al que le asigna sus propios códigos, momentos y ritmos que son realzados por un inteligente diseño de sonido.
Casi sin diálogos, las partículas sonoras que atraviesan la cinta adquieren un sentido propio y componen una obra minimalista, mientras se intercalan, se funden o se sobreponen en planos que definen distintos niveles de realidad.
Los productores de la cinta, Xavier Barona (izq.) y Miguel Salazar (centro), junto al director ecuatoriano Tito Molina. Foto: Cortesía de Tito Molina
Además, Molina se va por el lado de la contemplación que permite al espectador mirar con detenimiento cada toma, la mayoría con cámara fija, y enmarca las postales fotográficas que se suceden lírica y narrativamente una detrás de otra.
Imágenes que seducen por el contraste y la composición que -como cuenta Molina- fueron iluminadas aprovechando los matices y la refracción de la luz natural que se filtraba por puertas, ventanas y hendijas en las locaciones.
También impresiona la representación de dos mundos distintos pero paralelos. Cada uno con sus propios símbolos. El onírico, el de la tierra de los sueños, con contrastes más elevados con ángulos más atrevidos y elementos, como el mar, que funcionan como leitmotiv; es un mundo que se va construyendo poco a poco a lo largo de la película.
El otro, el de la vigilia, de visiones terrenales, de quehaceres más domésticos que se extingue en el tiempo. Imagen y sonido que sirven de soporte a un conjunto de elementos más abstractos que nacen en la emoción, en la naturalidad de la interpretación y que se traducen en soledad, esperanza y afecto, en un viaje al corazón de las emociones.
Así, el director establece una comunicación basada en miradas, gestos, sonidos, sentires y escasas palabras. El filme entra en competencia en un momento en el que el número de prenominaciones en la categoría a Mejor película iberoamericana ha superado su propio récord, con 15 cintas que pelean por un Goya. Los finalistas serán anunciados en la sede de la Academia, en Madrid, el 7 de enero.
La organización del Oscar ha rebasado sus registros anteriores al recibir 83 postulaciones en la categoría a Mejor película en lengua extranjera. Las nominaciones finales serán anunciadas el 15 de enero, en el Samuel Goldwyn Theater.
El productor Miguel Salazar confía en la calidad y competitividad del filme que tiene como principales rivales a ‘Cantinflas’ del mexicano Sebastián del Amo, ‘Relatos salvajes’ del argentino Damián Szifrón o ‘El Libertador’ del venezolano Alberto Arvelo, cada una con potencialidades diferentes a la propuesta de Molina.