Para sembrar agua hay que cavar en las partes más altas de las montañas, hacer canaletas y esperar que el agua de la lluvia se acumule. Las lagunas son reservorios naturales para los tiempos de sequía y una técnica para conservar y recuperar los páramos.
Esta práctica se realiza en Chimborazo desde la época Inca y a pesar de que estuvo cerca de desaparecer por la llegada de la modernidad y la migración continúa vigente. Las terrazas agrícolas, los sistemas de riego por gravedad y otras técnicas para mitigar los efectos de las heladas son otras prácticas ancestrales que aún se utilizan en el campo.
Un proyecto ambiental promovido por el Gobierno Provincial busca mitigar la sequía y la desaparición de las vertientes naturales con esta técnica ancestral denominada ‘cochas de altura’.
En el plan participan 30 comunidades de la provincia. Sus habitantes son los guardianes de 2 000 hectáreas de bosques nativos y páramos, donde se construyeron 56 lagunas.
“Conservar el agua siempre ha sido una de nuestras preocupaciones más grandes. Hemos visto que cada vez hay menos vertientes y menos agua en los ríos, por eso es necesario recurrir al conocimiento ancestral que hemos olvidado”, dice la yachak Valeriana Anaguarqui.
El proyecto combina los conocimientos agrícolas de los nativos y modernas técnicas para efectivizar la recolección de agua. Se rehabilitaron lagunas que desaparecieron por las malas prácticas agrícolas que llegaron con la colonización.
La quema de pajonales, introducción de especies no nativas y el avance de la frontera agrícola fueron algunos factores que influyeron en la desaparición de las lagunas. Para rehabilitarlas se hicieron huecos de un metro de profundidad y canales en las laderas para concentrar el agua.
Los testimonios de las personas más ancianas fueron un aporte importante. Ellos indicaron a los técnicos dónde encontraron agua en la antigüedad, dónde estaban las pequeñas lagunas y cómo captaban de las vertientes.
Otros comuneros también se asociaron y trabajaron en mingas para construir los reservorios. La tierra que se retiró de cada hoyo se utilizó como talud estabilizador y la cubierta vegetal se volvió a plantar.
Dos o tres semanas después las lagunas empezaron a llenarse de agua y el ciclo natural se reactivó. El agua se filtra por las capas del subsuelo de los cerros y nuevas vertientes aparecen en las partes bajas.
“Optamos por las cochas de altura para recuperar el páramo porque es un método muy efectivo”, explica Carlos Bonilla, director de la Unidad de Gestión Ambiental del Gobierno de Chimborazo.
Uno de los efectos más visibles del proyecto, que se inició en el 2010, fue la aparición de nuevas vertientes en las partes bajas de los cerros. Allí se captan y se utilizan para consumo y riego de cultivos.