Santo Domingo: Los tsáchilas recuperaron su bosque

En las 40 hectáreas se pueden encontrar insectos y hongos, que según los tsáchilas no se daban en ese sector.

En las 40 hectáreas se pueden encontrar insectos y hongos, que según los tsáchilas no se daban en ese sector.

En las 40 hectáreas se pueden encontrar insectos y hongos, que según los tsáchilas no se daban en ese sector.

El río Shino-Pi, de la comuna tsáchila Colorados del Búa, es el menos contaminado de la nacionalidad radicada en Santo Domingo. Esto se debe a que 22 familias de la nacio­nalidad Tsáchila decidieron unirse, hace 13 años, para recuperar el afluente y 20 hectáreas de bosque.

Alfonso Aguavil es el líder de ese proyecto. Él recuerda que la preocupación nació porque al ocupar el agua del Shino-Pi padecían de infecciones estomacales y alergias en la piel. Así que se reunieron, y la primera tarea fue recorrer el río para conocer el comienzo y el final. En el trayecto fueron descubriendo que la contaminación provenía de granjas ganaderas y avícolas, que en invierno depositaban los des­perdicios en el río.

Al principio, el acercamiento con los dueños de las granjas no fue positivo. Es por ello que acudieron al Municipio y la Dirección Provincial de Ambiente de Santo Domingo.

Tras varios pedidos lograron que se emitiera una resolución en la que se prohibió botar cualquier tipo de desperdicio en los ríos.
Los tsáchilas han hecho valer ese acuerdo por 13 años. Ellos patrullan dos veces al año el afluente. “En invierno la corriente crece y el trayecto se vuelve peligroso, pero debemos hacerlo porque en esa etapa es cuando más probabilidades hay de contaminar”.

La organización del grupo también influyó en que rescataran el bosque, a través de la siembra de nuevas plantas endémicas como el laurel.

Aguavil señaló que, hace unos 15 años, el terreno donde hoy hay un frondoso bosque era un potrero en el que los nativos tenían ganado. Luego terminaron de derribar los árboles para sembrar yuca. Pero con este cultivo no les fue bien porque el precio bajó y el costal se vendía en el mercado a menos de USD 1.

Eso motivó a la familia Aguavil a que buscara otra ocupación. Alfonso se dio cuenta que las costumbres tsáchilas se estaban perdiendo y por eso creó el Centro Cultural Shino-Pi Bolon, al que se integraron 22 familias. El primer proyecto fue la recuperación del espacio ancestral. Por eso, se asesoraron de técnicos medioambientales del Municipio de su localidad, para que los guiaran en la repoblación de la montaña.

El Municipio les donó 10 000 plantas que fueron sembradas en 40 hectáreas, que parecían un desierto porque el suelo había sido modificado por el cambio constante de cultivos.

Luego, la Fundación Yanapuma se contactó con Aguavil,
para crear un proyecto en el que extranjeros pudieran ­hacer voluntariado en la comuna. Ellos se encargarán de ayudar en proyectos de reforestación, construcción de un sistema de agua potable, educación a ­los niños, entre otros. A cambio, la comunidad debe recibirlos en su aldea y enseñarles las tradiciones.
Debido a esa gestión, ya se sembraron 80 000 especies de plantas tsáchilas y endémicas de Santo Domingo.

Este proyecto también se desarrolló en las comunas Los Naranjos, Otongo Mapalí y Peripa, por iniciativa del grupo cultural Shino-Pi Bolon.

Luego de 13 años, la comuna volvió a tener un bosque, que fue aprovechado por los tsáchilas para emprender un proyecto turístico. Ellos hicieron senderos y puentes con materiales del bosque. El recorrido dura aproximadamente una hora, en la que el turista conoce las plantas medicinales, y animales como aves, guantas, armadillos, entre otras.

Aguavil señaló que esos animales habían desaparecido de la comuna, pero regresaron a raíz de la reforestación.

En el recorrido también se pueden observar piedras milenarias con figuras de animales, que reflejan la cosmovisión tsáchila.

Una de esas es la piedra en forma de cocodrilo. Según la leyenda, un tsáchila fue mordido por un cocodrilo mientras navegaba en el río ShinoPi. Los chamanes curaron sus heridas y lanzaron un hechizo para evitar que esos animales lastimaran a los nativos.

Como recordatorio de la peligrosidad del río, una piedra gigante fue adquiriendo la forma de ese animal. En la actualidad, los turistas se toman fotografías en la roca.

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