El Centro de Interpretación o Casa del Cacao funciona desde hace un año. Recibe un promedio mensual de ocho visitantes extranjeros y el costo del tour ‘full day’ es de USD 65. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO.
Cuando un chocolate se derrite en la boca de las personas, pocas veces se reflexiona sobre cómo esa barra tomó forma. Tras ese inconfundible sabor, hay toda una etapa de producción que suele pasar desapercibida.
Ese antecedente fue visto como una oportunidad por Chocolates Pacari, que desarrolló un proyecto agroturístico para mostrar cómo se siembra y cosecha la llamada ‘pepa de oro’.
El sitio elegido fue la comunidad kichwa de Santa Rita, localizada en el cantón Archidona, (Napo). En el lugar, anclado en medio de la selva y bañado por pequeños cauces de ríos, se construyó la Casa del Cacao, bautizada así por los lugareños.
Es una estructura de 180 metros cuadrados, edificada con materiales de la zona por la firma Arquitectura en Su Sitio y 10 estudiantes del Taller Con lo que hay, de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
El predio, diseñado con caña guadúa, bejuco y paja toquilla, es el eje central de esta experiencia multisensorial que busca sumergir a los visitantes en los orígenes del chocolate.
Con el sonido de los insectos de fondo y el calor característico de la Amazonía, los extranjeros pueden cumplir un tour de un día completo y tener un contacto cercano con los miembros de la comunidad.
Los turistas arriban a Santa Rita en la mañana. Ahí, las mujeres kichwas, como Susana Tapuy, preparan un ‘lunch’ con frutas nativas: guabas, piñas, caña de azúcar, uvas de monte…
Una vez que recargan energías con té de guayusa, los miembros de la comunidad enseñan la forma en que se prepara el tradicional maito.
Con parsimonia, cada forastero coloca palmito, garabato yuyo (helecho) y tilapia adobada con achiote y sal en una hoja de bijao. Luego, aprenden cómo doblar la mezcla y asegurarla con fibras de bejuco.
Posteriormente, los visitantes recorren la ‘chacra’ con Bolívar Andy, vicepresidente de la comunidad. Con machete en mano, Andy abre camino en la vegetación y conduce al grupo por un sendero en el que se observan árboles de chonta, yuca, café, y por supuesto, cacao.
Luego de una caminata de 10 minutos, se observan las primeras mazorcas amarillas, señal de la riqueza genética del fruto. En el trayecto, Gabriela Paredes, de Pacari, destaca las bondades de la siembra orgánica del cacao, que permite obtener un producto de mayor calidad. “El país tiene el 60% de la variedad genética del cacao”.
En este punto, los guías enseñan cómo cortar las mazorcas, para luego degustar el sabor de las pepas envueltas en pulpa.
A lo largo de la caminata, los exploradores también pueden observar petroglifos que datan de hace 1 300 años. Se trata de figuras labradas en piedra, que representan la dualidad masculino-femenina. De vuelta a la Casa del Cacao, se sirven los maitos para luego simular el proceso de fermentación de las pepas.
Al final, los visitantes muelen el cacao y preparan su propio chocolate con panela y un poco de guayusa. Es una mezcla con 90% de pureza. Con ese bocadillo, se cierra el círculo oculto tras el sabor del chocolate y también el tour ‘full day’… los viajeros regresan a su origen.