Como si presenciáramos un milagro más de la naturaleza, Betty Buitrón Rodríguez saca de la tierra fresca un atado de rábanos.
Satisfecha, dice que los cosecha al mes de sembrados, en una de las siete ‘camas’ de su propiedad de 1000 m², localizada a 5 km de la parroquia Píntag, suroriente de Quito.
“Sin duda es un milagro que la tierra nos dé frutos sanos, saludables, sin nada de químicos”, dice Buitrón, autodidacta de la agricultura orgánica.
Ella experimenta y practica los saberes aprendidos en cursos, charlas y entrando a los vericuetos de la Internet. Su espacio es un vergel, en el que ha sembrado, desde el pasado septiembre, col, brócoli, papanabo, cebolla, arveja, maíz, papas… Un lugar único en la zona de grandes pastizales, sembradíos de maíz y de papas.
El sitio se llama San Elías en honor a la vieja hacienda del mismo nombre que había allí.
El verdor copa los cuatro puntos cardinales; al sur se ve la silueta verde oscura del Pasochoa; al oriente, las nieves del Antisana y más al sur las del Cotopaxi.
En la quinta de Betty Buitrón nada sobra ni falta. En cada centímetro del suelo crecen hortalizas, verduras, frutas y coloridas flores. Por ejemplo, las caléndulas, de intenso amarillo, atraen a las mariquitas y mamboretas que comen a los pulgones que acaban con las hojas de las hortalizas. Las caléndulas, como pequeños girasoles, crecen cerca de la huerta orgánica, al igual que los cepillos, de alargadas flores rojas, en los que las abejas abundan y cumplen la polinización.
Asimismo, en este orden natural, los sapos y las lagartijas son los mejores aliados de los cultivos: comen insectos dañinos y a las babosas, otros implacables destructores de los sembradíos.
A Buitrón le fascina la agricultura orgánica porque mejora la alimentación, ya que es muy sana y nutritiva, protege el medio ambiente y al aplicar la rotación de cultivos regenera el suelo.
En el sofocante calor del mediodía, Betty sigue cosechando los frutos. Muestra, como trofeos de su perseverancia, una col gigante, suaves y verdes lechugas, remolachas jugosas y limones.
“También -dice- estos productos naturales pueden ser el autosustento de la mesa familiar y los excedentes sirven para la venta”.
A Betty le acompaña su amiga, Nora Buitrón, quien aprende los fundamentos de esta técnica.
“Betty -sostiene- es perseverante, nunca deja las cosas a medias, este terreno baldío lo ha convertido en un oasis de salud”.
“También la agricultura orgánica es la mejor terapia para el estrés y el tedio que acorralan a los citadinos”, añade Nora. ¿Cuáles son los trucos para lanzar al tacho los nocivos químicos?
La bioagricultora explica que ella prepara el abono orgánico valiéndose de la lombriz roja californiana que produce humus.
Cerca de la huerta se halla un espacio cercado en el que coloca hierba y otros vegetales, para que coman las lombrices. Al remover la tierra negra con un palo aparecen las lombrices y cúmulos de humus.
En el suelo destinado a las plantas medicinales, de apenas 3×3 m, cultiva ajenjo, bueno para el hígado y antídoto natural para los insectos malignos. Mezclado con ajo y ají se macera 5 días en agua y se esparce para acabar con las babosas. Otra planta llamada ‘marco’, que brota en las quebradas, es un insecticida natural.
Betty Buitrón se afana por difundir sus técnicas en escuelas, colegios y comunas de su sector.
“Así la gente mejorará la calidad de vida y cuidará esta pródiga tierra”. Ella prepara el compost (abono orgánico) con los restos vegetales de salen de su cocina. Hacer un huerto orgánico es barato: por ejemplo, una plántula cuesta USD 0,03.
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FLORENCE EGAL, agricultura comunitaria/FAO
‘El sistema de agricultura orgánica es sostenible’
Estoy muy a favor de la agricultura ecológica u orgánica. En el tema de la alimentación es importante que en una zona determinada se combine una variedad de productos.
s decir, sistemas de producción muy diversificados y basados en los productos locales, porque es más lógico que la gente pueda contar con un desarrollo local a partir de esa forma, así al menos ya puede pensar cómo tener algo más sostenible.
s interesante también ya que se protegen mucho más los recursos naturales de la gente y los derechos de la tierra. Esa reflexión de producción orgánica da para hablar de sistemas de alimentación sostenibles y muy amigables con el planeta.
En teoría no hay ninguna consecuencia negativa de este sistema agroecológico. Una agricultura de este tipo va a permitir limitar y actuar mejor ante los desastres naturales, como las sequías. Un ejemplo fue lo que pasó en Honduras. Por eso este modelo tiene ventajas a escala ambiental, cultural –probablemente-, social y, sobre todo, nutricional.
Para el objetivo de ‘hacer plata’ es otra cosa, todo depende de qué uso le demos y de quién se vaya a aprovechar de este sistema. Muchas veces son los productores más pequeños los que se benefician al último.
Hay que mirar a escala local cómo desarrollar la agricultura familiar, para que la gente pueda aprovechar mejor los recursos naturales que están a su disposición y cómo facilitar el acceso hacia ellos.
También cómo se puede construir desde la cultura de la gente. Nadie dice que los sistemas alimentarios tradicionales son perfectos, pero muchas veces la gente que durante centenares de años ha vivido en un contexto ambiental y conoce muy bien su propia realidad.
Ellos saben manejar bien la biodiversidad y el ambiente. El sistema de agricultura familiar intensivo, aquí en Ecuador no es que funcione muy bien. Se necesitan insumos y eso también tiene consecuencias de sostenibilidad e impacto en la naturaleza y probablemente si queremos tener un desarrollo más duradero tendremos que mirar no solo la dimensión económica, sino los daños ambientales. Estos pueden ser el impacto de la erosión, la destrucción de los montes, la contaminación de las faldas. … Pero es posible manejar este sistema, de manera más local y desde los pequeños agricultores, pero siempre y cuando se pueda hacerlo sin afectar el ecosistema.
Sistema
La rotación de cultivos es vital
En Píntag caen heladas en octubre y afectan a las plantas. Betty Buitrón ha ideado un método sencillo y natural: en las siete ‘camas’ (de 1 m de ancho x 4 o más de largo) hunde botellas de vidrio con 3/ 4 de agua. En el día absorben el calor del sol, y en las madrugadas lo sueltan por el vapor, atenuando así la helada.
La rotación de cultivos es vital para el suelo. Evita enfermedades y plagas. Las hortalizas de raíz extraen potasio (papa nabo, remolacha, zanahoria). Las de hoja extraen nitrógeno (acelga, col, etc.) Las de flor y fruto extraen fósforo (pimiento, coliflor, brócoli) Irán en este orden: donde sembramos una hortaliza de raíz se sembrará la próxima temporada una de hoja, y luego de flor o fruto. (raíz-hoja-fruto).
Abonos
Son de dos clases: sólidos y líquidos
Sirven para mejora la fertilidad y la estructura del suelo, evitar la erosión y la pérdida de humedad y aportar nutrientes a las plantas. Los abonos orgánicos son baratos y no dañan el medio ambiente. Hay diferentes tipos: abonos sólidos, como el compost, que consiste en la transformación de la materia orgánica en inorgánica por medio de bacterias y el oxígeno.
Para la elaboración de este se utilizan materiales biodegradables, como restos de cosechas, materiales verdes, restos de cocina, etc. Hay también el humus (lombricultura), bocashi (abono fermentado) y líquidos (té de estiércol, té de frutas, purines de hierbas, biol). Si requiere más información, comuníquese al correo bemebu89@gmail.com.
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Las frases:
“El biocultivo proporciona alimentos sanos y ayuda a proteger el medio ambiente”.
“No son necesarias vastas extensiones de tierra. Las plántulas se venden en San golquí y Amaguaña”.