Tres médicos norteamericanos escribieron un libro, ilustrado con radiografías, sobre los 100 objetos más dispares hallados “donde no deberían estar”, es decir el cuerpo humano, ingeridos por error o insertados voluntariamente en distintos orificios.
La lista es tan rara como variada: lamparitas, gafas de lectura, instrumentos de trabajo, juguetes, vegetales varios y hasta teléfonos celulares e iPod.
Bajo el título “Stuck Up!: 100 Objects Inserted and Ingested in Places They Shouldn’t Be”, el libro aparenta ser una lectura divertida, que algunos recomiendan como regalo navideño, pero en realidad los tres médicos toman el fenómeno más bien seriamente.
Situaciones de este tipo afrontadas con retraso -advierten- pueden tener consecuencias graves para los pacientes, como infecciones de estómago, colon y recto.
Gran parte de los pacientes con problemas de este tipo se presentan en los primeros auxilios, naturalmente, con grandes incomodidades y contando las excusas más fantasiosas.
La más común es la “caída”, con historias como “estaba pasando la aspiradora desnudo y me tropecé”. Otras veces son desconcertantes: como la que contó la doctora Melissa Burton, que cuando fue llamada a intervenir dio una ojeada al síntoma del que se quejaba la paciente en la ficha: “Ojo en la vagina”.
Se trataba de la prótesis ocular de una joven que se encontró frente a la perspectiva de una disputa con sus vecinos mientras estaba fuera de su casa en pijama.
“Es un objeto más bien costoso y difícil de sustituir”, explicó la doctora”, y “por eso terminó allí, junto con su licencia de conducir”.
El doctor Gary Vilke, de la Universidad de San Diego (California), contó en cambio que vio a un paciente con cuatro cabezas de muñecas Barbie en el recto.
“Observando la radiografía, parecía que te miraban: una arriba de otra, como un tótem”. Y también allí contó haber hallado un muñeco de Buzz Lightyear, el protagonista de la película animada “Toy Story”, cuyo lema es precisamente “al infinito… y más allá”.