La finca El Chaparral está en la vía al recinto Banco de Beldaco de Milagro. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Un pedazo de chocolate artesanal, derritiéndose delicadamente en la boca, es la mejor recompensa para quienes visitan El Chaparral. Esta deliciosa aventura comienza en la vía al cantón Milagro, en Guayas, camino al recinto Banco de Beldaco.
La finca es parte de las 17 haciendas y ranchos que tienen una tradición campesina montuvia y que están en el catálogo de la Dirección de Turismo de la Prefectura del Guayas.
El Chaparral está rodeado por cultivos y es ideal para el turismo rural. Sara Miranda, su propietaria, nació en estas tierras y conoce cada detalle de los cultivos. “La mayor parte es de cacao CCN51, con árboles de naranja, mandarina, mango, zapote y tamarindo”.
Todas las haciendas están ligadas a las seis rutas agroturísticas de la Prefectura. Esta finca, por ejemplo, está en la Ruta del Azúcar. Junto con la hacienda La Danesa y el rancho Vasija de Barro, muestra el lado dulzón de Guayas, sintetizado en su variedad de frutas.
En El Chaparral crecen 1 800 plantas de cacao, conocida tradicionalmente como ‘pepa de oro’ del agro costeño. Es aquí donde empieza el recorrido, en compañía de Sara y Francisco Solís, su esposo. Cada paso es un aprendizaje sobre el fruto que luego los turistas transformarán en bombones.
Las mazorcas rojizas tienen 51 pepas, envueltas en una baba que deja un sabor agridulce. Ese es solo el primer bocado.
Las pepas son secadas al sol, luego tostadas al fuego, donde revelan su toque amargo; y no es necesario esperar que se enfríen para triturarlas. Sara pasa una por una en su rústico molino, mientras los visitantes descansan en las hamacas, rodeadas por larguísimos helechos.
Lejos de Milagro, a 78 kilómetros, la fe no solo mueve oraciones, también el turismo. En el cantón Nobol, la cuna de Narcisa de Jesús, está el Rancho de Nos. “Esta es una opción para pasar en familia y disfrutar de la comida montuvia de la zona”, dice el administrador Ángelo Sellán.
El rancho está en la Ruta de la Fe. Una imagen de la santa montuvia escolta los senderos internos, que conducen a las pérgolas ancladas junto al río Daule. Su oferta incluye un menú típico, que tiene como plato fuerte el seco de pato.
El catálogo de las haciendas además invita a visitar Las Habras, en Colimes, donde por estos días esperan el florecimiento de los guayacanes. También, está la hacienda El Castillo, en la vía a Playas, un sitio construido a mediados del siglo XX por un conde alemán. Y la hacienda El Cadeal, en Bucay, rodeada por cascadas y las típicas casas rurales.
El catálogo digital, que se puede descargar de la página de la Prefectura, tiene la ubicación, números para reservas y servicios. Betty Mata, directora de Turismo, dice que es una buena opción para planear un día de descanso. “Tiene toda la información para disfrutar de un día de campo y de la exquisita comida criolla”.
De vuelta a El Chaparral, Sara acabó de machacar todo el cacao. La masa grasosa tiene la textura perfecta para que los turistas moldeen las barras rellenos de piña y coco.
Hasta esta finca han llegado suizos, japoneses, estadounidenses, canadienses y también ecuatorianos, en busca del chocolate original y experimentar las costumbres del campo costeño. “Este es un encuentro con la naturaleza -dice Sara-, Eso les fascina”.