La ruta del cordero asado, nuevo imán turístico

En Casa Bella, como en el resto de locales, la carne de oveja se asa al carbón. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

En Casa Bella, como en el resto de locales, la carne de oveja se asa al carbón. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

En Casa Bella, como en el resto de locales, la carne de oveja se asa al carbón. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

El aroma de la carne de oveja que se cuece sobre las brasas se ha vuelto común en la vía Ibarra-Zuleta, en Imbabura. Desde hace un año, este platillo, que habría iniciado como una estrategia turística en los Llanos del Alba, en Pesillo, en el vecino cantón Cayambe en Pichincha, se ha popularizado en esta ruta. Así comenta Federico Alvear, propietario del local Casa Grande, que abrió sus puertas hace cinco meses.

A lo largo del ramal alterno, que conecta a Imbabura con Pichincha, por la zona sur oriental, se ha instalado medio centenar de paradores que ofrecen comida típica. Pero el gancho son los nuevos menúes, como el cordero asado, la trucha o pollo a la plancha. En la carta también hay platos tradicionales, como cuy asado, caldo de gallina de campo, yahuarlocro, colada morada con empanadas, entre otros.

Este elemento se ha vuelto un complemento a los bordados artesanales, que han dado fama a este valle, repleto de coloridas parcelas, ubicado en el territorio que ocupó el antiguo pueblo Karanki.

La habilidad de los campesinos para elaborar nuevos platillos incluso permitió establecer la ruta gastronómica del cordero asado, explica Fausto Giraldo, subdirector de Turismo y Cultura de la Prefectura de Imbabura. Esta es una de las siete propuestas para atraer a los visitantes a la ‘Provincia de los Lagos’. Las otras están vincu­ladas con actividades culturales, deportivas, místicas, naturales y de aventura.

Los emprendedores coinciden en que esta nueva actividad productiva empezó a finales del 2015, luego de que la Prefectura reemplazara con asfalto las piedras que cubrían la ruta. La mayoría de locales que ofrecen servicio de comida son iniciativas familiares que no superan el año.

Sin embargo, cada fin de semana atraen a más turistas nacionales y extranjeros. Para visitantes como Juan Basantes, quien llegó desde Ibarra, este producto es novedoso, delicioso y a un costo módico. El menú, que incluye papas cocinadas, mote y ensalada, oscila entre USD 4 y 5.

Según la temporada, también incluye una entrada con habas y mellocos cocinados o chochos con maíz tostado.

“Mientras los ecuatorianos prefieren platillos como el borrego asado, los foráneos solicitan menúes tradicionales, como sopa o arroz de quinua”, asegura Juan Guatemal, pionero de turismo comunitario en la comunidad indígena de San Clemente. Como la mayoría de campesinos, está contento con este ‘boom’ que les ha permitido dar un valor agregado a sus productos. “Antes solo criaban borregos para venderlos a precios muy bajos en los mercados de las ciudades”.

El fenómeno, sin embargo, ha originado una mayor demanda de la carne de oveja. Un ejemplar adulto cuesta, en promedio, USD 150. Ante los crecientes pedidos, los comerciantes se han visto obligados a traer el producto del centro del país, señala Silvia Cancan, propietaria del Paradero Silvita. La mujer habla mientras vigila que la carne no se queme sobre los rojizos carbones.

El entusiasmo también contagió a las autoridades de la parroquia de Angochagua. En ­esta área, casi todos los establecimientos se concentran en las parcialidades de Zuleta y La Magdalena. Es por ello, que se están desarrollando talleres de capacitación en torno a cocina básica, atención al cliente, protocolo y etiqueta. El objetivo es que todos ofrezcan un servicio de calidad a los comensales, indica Álex Acosta, técnico de Turismo de Angochagua.

Sin embargo, buscan que los paradores no sean el destino final. Hay una propuesta de la Junta Parroquial de Angochagua, que se presentará en septiembre próximo, para que estos locales sean el punto de partida hacia cinco senderos que cruzarán por las comunidades, explica el especialista.

Por lo pronto, desde la mitad de la semana los propietarios de estos sitios se alistan para recibir a la marea de visitantes de fin de semana, que ahora se han vuelto parte del paisaje.

Otros como Ermenegildo Sandoval, en cambio, construyen nuevos paradores -utilizando madera, ladrillo y teja- ­para sumarse al negocio.

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