Dos discos en directo, la visita histórica a La Habana, el blues y la paternidad de Mick Jagger hicieron noticia este año. Foto: Archivo
Los Rolling Stones, todos lo saben, ya no irradian la malignidad que los caracterizó en los años 60, cuando o se los odiaba o se los amaba, sin puntos intermedios.
Ahora son acomodadas estrellas del jet set y posan para ‘selfies’ tanto con las autoridades del Partido Comunista de Cuba como con Mauricio Macri. Pero este año han recuperado algo de lo que en realidad significaba ser un Rolling Stone. Lo más impactante, lo que demostró el enorme poder de la banda, fue la visita a Cuba en marzo.
En el mundo se comentaban los reales alcances de la distensión política entre Estados Unidos y el régimen castrista, pero nada simbolizó mejor ese ambiente de expectativas que Mick Jagger tomando el micrófono y decir esto ante 300 000 personas aglomeradas en la Ciudad Deportiva de La Habana: “Las cosas están cambiando, ¿no?”.
Los Rolling Stones han hecho el mismo show toda la vida, o al menos desde 1988: pantallas gigantes, luces espectaculares y un set apegado a los éxitos, con huecos para alguito de blues. Pero claro, una cosa es Londres y otra La Habana: cuando Jagger recibió la bandera cubana y cantó Brown Sugar, quedó claro que esto no era un encuentro con la música sino con la Historia.
Esta visita generó a su vez un enérgico documental, Havana Moon, cuya banda sonora puede ser considerada entre las mejores del siglo XXI porque fue pensado para la posteridad. Es un concierto cuidado al detalle, con algunas variaciones como haber alargado Midnight rambler o haber incluido al coro femenino cubano Entrevoces en You can’t always get what you want. El cierre no podía ser otro que (I can’t get no) Satisfaction. Jagger dijo una vez que prefería estar muerto a cantar esa canción luego de cumplir los 30 años. Qué bueno que estaba mintiendo.
La Habana es el hecho musical del año, pero los Rolling Stones no pararon ahí. En junio publicaron ‘Totally Stripped’, un álbum (y DVD) que conmemoraba los (¡cómo pasa el tiempo!) 25 años de edición de ‘Stripped’, un disco en vivo que intercalaba presentaciones en escenarios pequeños con reinterpretaciones acústicas de clásicos como Wild Horses.
¿Más? ¡Más! En la primera semana de diciembre se publicó Blue & Lonesome, su primer álbum de estudio en once años y nada menos que el 30 º de su carrera, sin contar los directos. Es un trabajo repleto de novedades, pues es la primera vez que sus Majestades Satánicas graban todo un álbum con canciones de otros. Además, es un regreso al blues americano de sus inicios, en que se versionan clásicos de Jimmy Reed, Willie Dixon, Eddie Taylor, Little Walter y Howlin Wolf, casi todos de los años 50.
Las críticas han sido las mejores que recibe un álbum de este grupo en tres décadas. The Guardian destacó un “sonido atractivo, visceral y vivo”, con la “poderosa voz” de Jagger y “fantásticas contribuciones” de Keith Richards y Ronnie Wood.
La fertilidad musical de este año queda remarcada en la fertilidad personal de Jagger, que otra vez ha sido papá. En 1970, Jagger fue padre por primera vez. En 992 fue abuelo. En el 2014 se convirtió en bisabuelo. Y ahora con 73 años es padre otra vez. Solo el rock, señores, solo el rock.