Rodrigo Fresán: ‘Ahora tienes que leer lo que está leyendo el rebaño’

Rodrigo Fresán. Foto: Cortesía de Isabel Carroll.

Rodrigo Fresán. Foto: Cortesía de Isabel Carroll.

Rodrigo Fresán. Foto: Cortesía de Isabel Carroll.

Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) es uno de los escritores contemporáneos de mayor proyección en el mundo de las letras, quizá el más posmoderno de los autores nacidos en América Latina.

Hace poco Random House lanzó su última novela ‘La parte inventada’ (2014). Se trata de una historia que intenta mostrar cómo funciona la cabeza de un escritor mientras planea su siguiente libro.

En 566 páginas, Fresán reflexiona sobre una infinidad de temas como el Twitter, la vida y obra de sus amados Francis Scott Fitzgerald o Bob Dylan, la música de Pink Floyd, el amor, la banalidad y el momento medular en que a todo escritor se le ocurre la idea de ser escritor.

Es, además, una novela en la que vuelve a aparecer, como una presencia leve e instantánea, el fantasma de Marcelo Chiriboga, el más grande escritor ecuatoriano de todos los tiempos.

A propósito de ‘La parte inventada’, Fresán arrojó luces sobre su forma de entender la literatura, la lectura y el mundo de hoy.

En ‘La parte inventada’ se plantea que en este momento que vive la literatura es el estilo lo que hará que sobrevivan los buenos escritores.
Sin ser categórico en esto, me parece que la búsqueda de un estilo, el hallazgo de un estilo o lo que ocurre incluso cuando no encuentras un estilo constituyen uno de los pocos lugares propios que le queda a la literatura donde no entran otras disciplinas.

En contrapartida, ¿eres crítico de la forma en la que hoy se da la lectura?
Me parece que cada vez se lee peor, la gente hace menos esfuerzo para leer y, además, leer le cuesta más esfuerzo. Pero mi preocupación más puntual es el hecho de que los best-sellers están cada vez peor escritos y ese sí es un problema real. Hay más marketing dentro de las editoriales que editing.

¿Nos estamos volviendo monotemáticos?
Lo que creo que la gente siente que no puede leer por el simple hecho de leer sino que tiene que leer algo que este hot, para poder compartirlo y conversarlo. Yo soy de una generación donde todavía el descubrir un autor y haberlo leído solo era una especie de privilegio y secreto que te costaba compartir con los amigos. Ahora parecería que eso es lo peor que te puede pasar, que lo que tienes que leer es lo que está leyendo el rebaño.

En cuanto a la extensión de tu apuesta, ¿no resulta demasiado audaz una novela de casi 600 páginas en tiempos de 140 caracteres?
Yo creo que la literatura o la ficción ha perdido el lugar regente o decisivo que tal vez tenía en el siglo XIX, en el que la novela era la gran forma social de aprendizaje y además de distracción. Consecuentemente, me parece que es el momento de tener grandes gestos y grandes audacias.

¿Estás de acuerdo con el personaje de ‘La parte inventada’ que sostiene que una novela imperfecta, como ‘Suave es la noche’ de Fitzgerald, enseña más a un escritor que una novela perfecta como ‘El Gran Gatsby’?
‘Suave es la noche’ es una novela que me interesa mucho por todas las incorrecciones, justamente. Yo creo que no puedes aprender nada de ‘El Gran Gatsby ‘salvo decir OH.

Tu, según entiendo, te alejas de la pose del escritor fabricada por la industria editorial.

- Yo digo que a mí cada vez me gusta más escribir que el hecho de ser escritor. Soy un tanto renuente a viajar y a convertirme en una figura de autor viajero de estos que van de festival en festival y de jurado en jurado. Con este libro estoy viajando un poco porque me interesa clarificar ciertas dudas. Básicamente la idea de que yo sea el protagonista del libro. Y eso te pone bastante en manifiesto como los lectores van siendo cada vez más primitivos y menos sofisticados. Antes tú leías una novela y no pensabas que el autor era el personaje y ahora se tiende automáticamente a pensar en eso.

En cierto momento de la novela se aborda la dinámica de una familia muy poderosa. ¿Las grandes familias siguen siendo un tema interesante para la literatura?
En realidad toda esa parte es una especie de making-off de otra novela mía que se llama ‘Mantra’. Más allá de eso, yo vengo de una familia muy breve, muy pequeña, muy disfuncional y muy frontal. A mí las grandes familias, como tema literario, siempre me interesaron. Si lo lees con atención o si has leído ‘Los Embajadores’ de Henry James, la familia de mi libro, los Karma, está llena de destellos y detalles de la novela decimonónica familiar. Siempre me sorprende mucho, en las grandes familias, el grado de violencia soterrada y de monstruosidades subrepticias que se hacen entre ellos para mantener la armonía.

Me atrevo a decir que eres más cercano a la tradición literaria anglosajona que a la rioplatense y, en lengua castellana, te siento más cercano a Vila-Matas y a Bola–ño que a César Aira y Mario Levrero?
- Sí, pero es muy argentino el tender lazos y tentáculos hacia lo extranjero. Creo que no hubo ningún escritor argentino que no haya tendido lazos con otras literaturas. Yo siempre me acuerdo de este ensayo de Borges, para mi decisivo y definitivo, que se llama ‘El escrito argentino y la tradición’, en el que más o menos termina diciendo que en tanto tenemos que sufrir la fatalidad de ser argentinos por lo menos disfrutémosla sabiendo que nuestro tema es el universo. Somos hijos de la misma pulsión o de la misma compulsión. Todos los escritores rioplatenses son básicamente lectores, desde el principio de los tiempos.

De todos modos, ¿crees que en tu obra hay resonancias de los grandes escritores argentinos, por ejemplo, Cortázar?
De Cortázar tal vez tengo y admiro y me interesa preservar una cierta felicidad juguetona, pero estos días para mi sorpresa Cortázar está siendo mal considerado por el canon argentino o por la academia argentina, así como por Aira, César Piglia o Alan Pauls, todos ellos muy inteligentes. Lo ven a Cortázar como una especie de escritor-puerta-de-entrada pero a mi la verdad no me parece.

¿Serán acaso cronopios que se convirtieron en famas?
No lo sé. Yo sigo leyendo y releyendo a Cortázar con gran felicidad, menos ‘Rayuela’ que es el único libro suyo que no he leído. Nunca paso de la primera página y no porque no me guste sino porque tengo una sospecha supersticiosa de que si lo leyese dejaría de escribir. De hecho, muchas personas que han leído mi libro ‘Mantra’ piensan que es una relectura y reescritura de Rayuela porque ven una cantidad de elementos comunes. Tal vez si hubiera leído ‘Rayuela’ no hubiese escrito ‘Mantra’ por una cuestión de pudor.

Vives en España. ¿Tienes vínculos con la tradición española?
Como lector. Me parece que Juan Marsé es la forma más alta de calidad dentro del realismo. Me gusta mucho Vila-Matas, Javier Calvo, Luis Madrinyá, Gonzalo Torne, Eduardo Mendoza, Belén Gopegui. Creo, además, que el realismo español no tiene porque quedarse en la guerra civil y en historias de costureras románticas. No nos olvidemos que la novela totémica española es ‘El Quijote’ donde ya básicamente esta toda la modernidad, la posmodernidad y la pos-posmodernidad.

Fuiste muy amigo de Roberto Bolaño, ¿cómo asimiló él la tradición latinoamericana?
Él siguió escribiendo la gran novela latinoamericana. Pero Bolaño leía todo. El gran genio de Roberto es que a lo latinoamericano lo irradió con Philip K. Dick, David Lynch y una cantidad de estéticas. Los beatniks también causaron una enorme influencia en Bolaño, ‘Los detectives Salvajes’ es una novela beat.

Por último Rodrigo, a partir de tus obras, ¿cuál es el hilo conductor de temas como la dictadura argentina, los 70s, Bob Dylan, Peter Pan, Micky Mouse, la entropía, Borges, la cultura pop, las drogas?

Yo viví la parte histórica de la dictadura argentina. No siento que sea un tema primordial, no sé si volveré a él. Literariamente la dictadura argentina es muy útil cuando tienes que hacer desaparecer personajes. Los otros temas son filias y fobias. Bob Dylan, puntualmente, es una influencia mía muy importante, por cierta idea de fraseos, cierta modulación de una voz extraña, pero también me parece la persona más interesante viva del planeta en este momento, somos bastante privilegiados porque nuestras humildes vidas hayan coincidido con la de Bob Dylan. Algún día se hablará de Dylan como de Shakespeare o Dickens.

Suplementos digitales