Las piedras son una fuente energética para los tsáchilas. Siempre se utilizan en los rituales chamánicos. Fotos: Juan Carlos Pérez/ PARA EL COMERCIO
La conexión con los espíritus a través de rituales chamánicos es uno de los atractivos del centro cultural y turístico Masara Mudú.
Este lugar está ubicado en la comuna Los Naranjos, que es una de las más alejadas de la ciudad. Se encuentra en el kilómetro 28 de la vía que conduce a la parroquia rural Puerto Limón, en Santo Domingo.
El tsáchila Alejandro Calazacón es el líder del proyecto, que busca rescatar las tradiciones de la nacionalidad.
Los turistas que visiten el centro cultural se encontrarán con un bosque de alrededor de tres hectáreas, que fue rescatado por los aborígenes.
Ese es uno de los lugares más sagrados porque se encuentran las plantas medicinales con las que se realizan los rituales. Estos son presididos por Calazacón.
Debido a que está certificado para, dentro del rito, viajar por el cielo y la tierra en busca del alma de la persona enferma y ofrecerla en sanación al dios pipowa.
Para realizar este tipo de rituales, el poné (sabio curandero) debe tomar la ayahuasca, que es una bebida alucinógena. “Apenas nuestro dios nos da permiso para curar, también se le hace tomar al paciente”, dijo el poné.
El sabor y el efecto que causa la ayahuasca, o malí en tsa´fiki, depende del espíritu y la credulidad que tenga el turista.
El quiteño Marcelo Rosero visitó Masara Mudú para el Carnaval del año anterior. Él hizo el ritual en la noche.
Luego de tomar la bebida, se bañó en el santuario Poné Mu´du, que está en el bosque. “Es una experiencia única. Te sientes en otro mundo y al día siguiente te libras de todo el estrés”.
En el centro cultural, se ofrecen más de cuatro rituales distintos para limpiar, curar o sanar el cuerpo y la mente. Pero para las personas que desean otras actividades, pueden acampar en un espacio dispuesto para 30 carpas. Esa es una de las actividades que más disfrutan los turistas internacionales, señaló Calazacón.
A la comuna Los Naranjos llegan alrededor de 300 extranjeros. Unos buscan hacer labor social como enseñar a leer a los niños o trabajar en los cultivos de plátano y cacao que hay en la zona. Otros lo hacen por turismo y aventura.
“Los europeos y estadounidenses vienen como parte de un voluntariado y pertenecen a organizaciones, que se contactan con nosotros cada año. Los otros turistas por lo general vienen de Argentina, Chile, Colombia, entre otros”.
Un análisis realizado por la Gobernación Tsáchila determinó que alrededor del 5% de la población tsáchila (2 200 habitantes) se dedica a actividades turísticas, siendo ocho las empresas comunitarias que son parte de este negocio, que se inició en 1996 con la visita de grupos de alrededor de 100 turistas nacionales.
Aunque para Calazacón, Masara Mudú no es un negocio sino una forma de evitar que las costumbres y tradiciones se pierdan. Por eso cada canción que entonan para los turistas cuenta una historia sobre los tsáchilas y la forma en la que han logrado mantenerse en un territorio que debieron empezar a compartir con los colonos, que poblaron Santo Domingo hace más de 60 años.
Para el exgobernador tsáchila Héctor Aguavil, los centros culturales han sido una plataforma para que los tsáchilas sean conocidos. “He visto que ahora los jóvenes de las comunas se han vuelto a pintar el cabello porque ya los mestizos han empezado a valorar a nuestra etnia”.
Por eso Calazacón, en Masara Mudú solo elabora platos típicos como el mayón (gusano de la palma real) asado o el pescado con plátano. “La comida se prepara típicamente en mates y recipientes de madera, sin colorantes”.
Para este feriado de Carnaval, los turistas pueden visitar Masara Mudú. La carretera para llegar es asfaltada en los primeros 24 kilómetros. El resto es una vía lastrada de segundo orden.