René Ramírez anuncia que no estará en el gabinete de Lenín Moreno
René Ramírez, titular de la Senescyt desde el 2011, responde a las críticas al Examen de Educación Superior (ENES).
René Ramírez, quien dirige la Secretaría Nacional de Educación Superior (Senescyt) desde el 2011, dijo que no estará en el gobierno de Lenín Moreno.
“Mi aporte a la revolución ciudadana y al país será desde la sociedad civil, desde la academia… y sin lugar a dudas será desde la militancia. Es necesario volver la mirada sobre los procesos formativos e ideológicos de los movimientos populares. No queremos que el proyecto político genere consumidores egoístas sino ciudadanos y organizaciones solidarias”, afirmó.
En entrevista con este Diario aseguró: “Me parece muy saludable, y ya lo dije en otra oportunidad a este diario cuando me consultaron sobre la reelección presidencial hacia el 2017, que debe existir una oxigenación en todo proceso político de largo aliento como es este.
Desde mi punto de vista, hay que garantizar una profunda conexión con las bases sociales, mecanismos democráticos en las organizaciones y movimientos políticos y oxigenación que exprese de manera categórica y rotunda que esta voluntad de cambio no es personal sino colectiva, trascendente y generosa”.
En el 2011, Andrés Páez, candidato a la Vicepresidencia por Creo, lo llamó "el Dios de la revolución ciudadana". Según dijo "por acumular cargos y poder". Entonces usted dirigía Senplades, Senescyt y Consejo de Educación Superior al mismo tiempo. Con "ese poder" ¿cuál es el logro que más destaca de su gestión frente al sistema de educación superior?
El primero, haber colocado en el debate público la temática de la educación superior como un tópico que no se puede omitir a nivel político ni social. Como fue evidente, todo candidato en estas últimas elecciones, sea oficialista o de oposición, debió referirse a cuál iba a ser su propuesta en el campo de la educación superior porque la ciudadanía estaba expectante de las propuestas en este sector de intervención pública.
En segundo lugar, y ligado al anterior, el incremento de las expectativas sociales por realizar estudios universitarios. Antes de este gobierno, uno de cada 10 ecuatorianos quería continuar con el tercer nivel de estudios. Hoy en día, uno de cada dos quiere hacerlo. En tercer lugar, luego de estos años de transformación existe una cultura de investigación en las universidades. Los profesores tienen deseo por investigar y publicar en revistas serias, y no únicamente transmitir conocimientos.
Ese cambio cultural también está atado a concebir el ejercicio de la actividad académica como un proceso meritocrático atado a concursos públicos de merecimientos y oposición y a rigurosos procesos de evaluación de desempeño. También se ha recuperado y garantizado la gratuidad en la educación superior, lo que ha permitido construir un sistema democratizante y democratizador.
¿Qué datos tiene, en ese sentido, sobre el acceso a la universidad de sectores vulnerables?
Hoy, siete de cada 10 ecuatorianos son primera generación de sus familias que estudia en un instituto técnico o tecnológico superior o en una universidad o politécnica. Creo que en buena medida la derrota de Lasso-Paez se debió a que nuestra propuesta ha sido por una educación pública de calidad frente a una mercantil privatizada. Todo esto ha sido posible gracias a la voluntad política de tener la inversión pública más elevada de toda la región: 2% del PIB.
Uno de los puntos más polémicos de su gestión ha sido la puesta en marcha de un sistema de acceso a la universidad pública, grupos como JRE y otros brazos del extinto MPD se han opuesto al examen de ingreso. Entre otras cosas dicen que 650 mil bachilleres se han quedado fuera de esos centros de estudios. Y que ha disminuido la matrícula. ¿Qué cifras maneja usted?
El Examen Nacional para la Educación Superior (ENES) es un examen para asignación de cupo: no es una barrera de ingreso sino un mecanismo para distribuir un bien público finito. La matrícula bruta en la educación superior ha crecido 13 puntos porcentuales desde el 2006; esto es en más de 303 mil nuevos estudiantes. Un logro cualitativo es haber instaurado la meritocracia en el ámbito de la educación superior con igualdad de oportunidades. Los 650 mil es una cifra inexistente. Es un absurdo señalar que por el examen ENES ingresan menos estudiantes.
¿Por qué muchos se quejan por quedarse supuestamente fuera?
Desconocimiento. De hecho, con el sistema de admisión y nivelación se han podido identificar aquellos cupos vacíos que antes quedaban desaprovechados porque no se los registraba, porque no se tenía información. Cuando empezamos el ENES, 45 mil cupos quedaron sin ocupar. Hoy en día, no se utilizan luego de 2-3 postulaciones 6 mil cupos. Lo que demuestra que se ha optimizado el proceso. Claro está, los cupos son exclusivamente ofertados por las propias universidades y escuelas politécnicas en el marco de su autonomía.
Lo que sí debe quedar claro es que existen más estudiantes que terminan el bachillerato porque también ha mejorado la retención y graduación en el nivel medio y más ciudadanos –como mencioné- que tienen expectativas de estudiar en el nivel de educación superior. Por eso es imperioso que las universidades y escuelas politécnicas incrementen su oferta de cupos. Hemos propuesto planificadamente, sin demagogias, en la agenda de largo plazo llegar a una matrícula de un millón de estudiantes en el 2021 (hoy son 750 mil).
Desde este 2017 el ENES se fusionó con el Ser Bachiller y el sistema de admisión está más a cargo de las universidades. ¿Por qué decidieron hacer el cambio de modalidad en un año electoral? ¿Las críticas al ENES les pasaron factura políticamente hablando?
Puede constatar que el anuncio de juntar ENES con Ser Bachiller lo hicimos hace más de un año. En la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES, 2010) se habla de la transitoriedad del ENES. Todo estaba debidamente planificado. Creo que es difícil tener una democracia de calidad sustentada en un debate demagógico y de falsedades.
¿Qué ha ganado el país con un examen como filtro para acceder a cupos?
En primer lugar, hay que decir que sistema de cupos hubo siempre. En otras palabras, antes de nuestro gobierno en todas las universidades siempre hubo un número determinado de lugares o plazas en las universidades o escuelas politécnicas para ser ocupadas por nuevos estudiantes cada año.
Ese número estaba fijado por la capacidad instalada de cada casa de estudios. Seamos claros, no hay ningún país que tenga un esquema infinito de acceso. El problema es que antes de este gobierno, en la mayoría de universidades, la asignación era por criterios anti académicos o anti democráticos, muchas tenían examen de conocimiento el cual era un sistema elitista.
El cupo ahora ya no depende de quién es el que más madruga o quién tiene plata, tampoco está en función de quién tiene 'palancas' y quién no. El debate político lamentablemente se ha circunscrito al acceso. Debemos saber que el impacto social es marginal si existe libre ingreso como es el caso de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y únicamente se titulan el 20% del total de estudiantes que ingresaron en una cohorte. Nosotros clausuramos, luego de una rigurosa evaluación académica, 17 universidades de pésima calidad porque no creemos en las mentiras sociales. Podemos jugar a que se den cupos a todos pero a sabiendas de que ya en el primer año solo pasarán una mínima parte de los que ingresaron, que en realidad es la verdadera capacidad instalada de cada universidad. Esto sería jugar a otra mentira social.
¿Cuál es el cambio, en cifras?
Siempre hemos defendido que hay que aumentar los cupos pero nunca descuidar la calidad. La fórmula es clara: acceso más calidad igual democratización; acceso sin calidad es igual estratificación, inmovilidad social, elitización. En este marco, hemos sido no solo democráticos y meritocráticos sino también más eficientes. Antes del ENES, la tasa de deserción en el primer año era del 52%; hoy en día es del 13%.
De la misma forma, 8 de cada 10 estudiantes que entraron en una cohorte antes del ENES no se titularon. Hoy día se espera que la tasa de eficiencia terminal de la primera cohorte del ENES al menos se triplique. El último dato que tenemos de las universidades públicas es que el 75% de los estudiantes que ingresaron en el 2013, post-ENES, continúan hoy sus estudios en el tercer año de su carrera.
El beneficio social por disminuir la deserción hemos calculado que es de 122 millones de dólares por cohorte. Este costo no contabiliza la otra “pérdida social” que se ha evitado: la que genera el haber alcanzado las metas, los sueños de titulación de los estudiantes. Por otra parte, no olvidemos que ya antes del ENES en nueve de cada 10 universidades ya existía un examen de ingreso pero en la mayoría era de conocimiento y no de razonamiento. Es decir, el libre ingreso en Ecuador no existía, era un mito que ocultaba los perversos mecanismos de discriminación que existían.
¿Es el ENES o ahora el Ser Bachiller el culpable del desempleo joven? El Rector de la UCE dice que sus estudios muestran que el 40% de Egresados de su facultad de CC Administrativas está en el desempleo o subempleo. Pero esa seguía siendo una de las cinco carreras más demandadas al menos hasta el 2016. Dice que todos creen que se convertirán en gerentes de su propia empresa. ¿Qué falla?
El ENES o Ser bachiller no oferta las carreras ni los cupos en cada universidad o escuela politécnica. Esto debe quedar contundentemente claro. Si bien ha existido una mejora en la pertinencia de las carreras universitarias, todavía hay mucha tela que cortar para garantizar este principio. Las universidades, en el marco de su autonomía, siguen ofertando cupos en carreras sobre-saturadas, y sin conexión con el sistema productivo y lo que necesita el desarrollo del país. Esto se profundiza dado que la carrera de “Hollywood” (de moda) es administración de empresas y ese chip todavía no se ha podido cambiar en las nuevas generaciones.
En este marco, se necesita tanto que las universidades diversifiquen su oferta disminuyendo cupos en aquellas carreras que ya todos sabemos están sobre-saturadas y que se revalorice otras carreras completamente necesarias para el país como las ligadas a ciencias fundamentales, ingenierías o humanidades.
¿Qué tanta proyección han tenido las carreras técnicas que en su gestión se han repotenciado?
El fortalecimiento de la educación superior técnica y tecnológica será un legado de la revolución ciudadana. Hemos creado 33 carreras técnicas y tecnológicas todas pertinentes a las necesidades del país y están por aprobarse 27 adicionales. Existe un crecimiento promedio anual del 94% en la aceptación de estos cupos. En el 2013, solamente aceptaron cupo 2500 estudiantes en este nivel de formación superior. Se trata de carreras que requiere el país pero en las que todavía hace falta trabajar mucho para que sean demandadas por los estudiantes. En el 2017, se ofertará 40 mil cupos nuevos.
Años atrás usted hablaba de universidades de garaje. ¿Ahora de qué tipos de universidades hablamos?
Lo más importante: ya no existen en Ecuador universidades de garaje. Hoy la meta es que todas sean de excelencia. En efecto, eliminamos la mayor estafa social académica de la historia del Ecuador. Esas universidades no podían seguir funcionando e hipotecando el futuro de las nuevas generaciones. Por otra parte, construimos un sistema que cotidianamente camina y busca la calidad como parte de su cultura institucional.
Las universidades que se encuentran dentro del sistema cumplen los estándares mínimos para llamarse “universidad” pero lo más importante es que existe un proceso de convergencia hacia arriba entre universidades en temas de calidad. Desapareció la categoría E y D en el sistema de catalogación del Ceaaces. El objetivo: construir un sistema igualmente bueno para toda la ciudadanía. En el mediano plazo las categorías deberán desaparecer dado que las diferencias vendrán dadas por las especificidades intrínsecas de cada universidad en tanto procesos pedagógicos y epistemológicos diferentes, líneas de investigación, concentraciones de áreas temáticas, etc.
¿Por qué desde sectores académicos se dice que no hay autonomía universitaria?
Resulta paradójico que se diga que no existe autonomía en el momento de la historia del país que más investigación se genera. Ecuador es el país que por cuarto año consecutivo más crece en publicar en revistas indexadas en toda la región; y, su crecimiento es exponencial. Difícilmente esto sucedería en un sistema carente de autonomía. Todo académico serio sabe que nadie más que cada docente investigador y universidad decide qué y cómo enseñar e investigar. Suelo entender que se señala esto porque ahora la autonomía tiene un adjetivo: responsable.
En este marco, las universidades deben rendir cuentas a la ciudadanía sobre sus acciones. Quizá a algunas universidades les molesta que no puedan tener salarios ofensivos socialmente, que no tengan la casa del rector en el medio del campus para no pagar impuestos, que tengan que tener cierto nivel de formación mínimo para dar clase, etc. Uno de los cambios fundamentales entre el Pacto Constitucional de 1998 y el de 2008 es que en este último ya no solo se tiene derechos liberales sino que también se tienen responsabilidades republicanas.
En universidades como la Central ya tienen sus primeros profesores con PhD y otros 200 se están preparando. ¿Cuánto avanza la universidad ecuatoriana con esa incorporación de ese nivel de profesores?
Antes de este gobierno, solo tres de cada 10 profesores tenía cuarto nivel (especialización, maestría o doctorado). Hoy es el 75% y este año superaremos el 90% con docentes de cuarto nivel. El corazón de la transformación está en el talento humano. Esa ha sido la principal apuesta de estos años en la Senescyt: la formación democratizada de un talento humano de alta calidad. Por ello la importancia del programa de becas que hemos generado y la obsesión por tener un sistema de educación superior gratuito de calidad.
¿Cuántos becarios están en la academia?
Alrededor del 30% de los casi 5000 becarios retornados, y el 80% de los que tienen título de PhD, están insertados en la academia. Esto sin contar las becas que han dado las propias universidades o escuelas politécnicas a sus profesores, lo cual también ha sido posible gracias al aumento del financiamiento público entregado a las instituciones de educación superior. No es fortuito tampoco que Ecuador sea el país que más crece en tener investigadores científicos en la región y que en términos absolutos ya hayamos superado el promedio de América Latina (por cantidad de habitantes). Se profesionalizó al docente investigador y creamos la carrera del investigador dando estabilidad laboral y salarios competitivos.
En retrospectiva ¿cree que debieron pulir más normativas como las que obligaron a jubilarse a cientos de profesores a los 70 sin que haya un plan de renovación?
La normativa creada permite que las personas jubiladas puedan seguir dando clase si así lo decide el Consejo Académico, en uso de su autonomía, de cada casa de estudios. Así que esta política no debe afectar a priori el normal desempeño institucional. En todo caso, siempre es indispensable realizar un recambio generacional que permita combinar formación y experiencia con juventud.
¿Las universidades públicas están politizadas como antes? Años atrás la crítica era que partidos como el MPD tenían brazos políticos en el sistema universitario.
El problema no es la politización democrática de las universidades. El problema es la partidización de la política universitaria. En este sentido, están más politizadas que antes, y al mismo tiempo están despartidizadas las universidades. Estas hoy en día tienen conciencia de historia y del rol que cumple en los procesos de transformación a nivel local y regional.
Antes eran meros objetos de la historia, ahora son no solo actores sino autores del cambio que vive el país. Esto no puede ser viable sin una politización de los estudiantes, de los docentes y de las autoridades académicas. Quizá un logro fundamental de estos años es que el MPD ha desaparecido en el 99% del sistema universitario.
En este proceso, las universidades han visto la necesidad de trabajar en 'papers' y más publicaciones en revistas indexadas, por ejemplo. ¿Cómo estaba en ese sentido la universidad al inicio de este Gobierno y cómo lo dejan?
Antes de los cambios institucionales propuestos en estos años, la generación de conocimiento no formaba parte del objetivo central de la universidad. De hecho, en el 2006 hubo 313 publicaciones en revistas indexadas en todo el país. En el 2016, cerramos con cerca de 2300 publicaciones. No solo eso. Aumentamos el número de investigadores en todas las áreas del conocimiento. En dos años, del 2012 al 2014 tuvimos un incremento de 52% en el número de investigadores y un incremento de 65% en el número de proyecto de investigación.
Por otra parte, el 80% de los laboratorios científicos que existen en las universidades se han creado en este período de gobierno. En este marco, hay los dos ingredientes principales para generar ciencia con impacto social: talento humano e infraestructura científica. El país no romperá su dependencia cognitiva sino investiga y desarrolla su tecnología. Es quizá la única reforma de la historia del Ecuador que se ha puesto esta meta. Ahí está la verdadera autonomía no solo de la universidad sino del Ecuador entero.
¿En qué debe concentrarse la política de educación superior en el próximo Gobierno?
El nuevo horizonte de las universidades, escuelas politécnicas e institutos superiores técnicos y tecnológicos está delineado en el “Código Ingenios”: consolidar el desarrollo tecnológico, la generación de conocimiento a través de la investigación científica y la innovación de base tecnológica, en el marco del respeto a la pluralidad de saberes que existe en la sociedad.
Un rol está en apuntalar la formación técnica y tecnológica de la educación superior. Tales objetivos deberán estar enmarcados en una estrategia de trabajo colaborativo entre la academia, el sector productivo plural, el Estado y la sociedad civil. Será la única manera de concretar el objetivo de largo plazo: pasar de una economía de recursos finitos a una de recursos infinitos basado en el conocimiento y la innovación.
¿La apuesta en Yachay y las otras tres universidades fue para otro momento. La contracción económica paró el plan A? ¿Hay quiénes hablan de recursos desperdiciados en un centro con muy pocos estudiantes, insisten en que pudo ser una facultad de una universidad?
La propuesta de las cuatro universidades públicas nuevas continúa en marcha. A estas universidades se les pide que hagan en dos años lo que no han podido hacer universidades que tienen más de cien años. Como parte de la post verdad, que no es otra cosa que mentiras sociales generalizadas, se ha afirmado que Yachay Tec ha gastado más de mil millones de dólares.
Debe saber la ciudadanía que Yachay Tec devengó el año pasado 15,3 millones de dólares. Nadie puede negar que el sistema universitario necesita más oferta en el campo de las ingenierías y ciencias básicas, o una institución que se dedique exclusivamente a investigar la real mina de oro que tenemos en la Amazonía que es la biodiversidad (Ikiam).
La oferta de arte en el sistema era completamente limitada y las facultades de educación justamente por ser cooptadas por el MPD tenían bajos desempeños académicos. Debemos dejar en claro que la institucionalidad creada dejó de ver a cada universidad como islas ajenas para pensarlas dentro de un sistema. El diseño normativo lo que busca es construir redes de conocimiento en donde no existe un trabajo competitivo sino colaborativo entre los actores del sistema de educación superior; no solo por optimización de recursos sino porque ahora la gestión del conocimiento se realiza de esa forma. Asimismo, debe quedar claro que los recursos otorgados a estas cuatro universidades jamás compitieron en estos años con lo que se otorgó al resto de universidades a través del Fopedeupo.
¿Qué tanto hemos avanzado como país en el cambio de la matriz cognitiva, que usted veía como fundamental para el cambio de matriz productiva?
La velocidad de cambio en la matriz cognitiva ha sido mucho más rápida que la de la matriz productiva. Me preocupa que los cambios institucionales de los próximos lustros profundicen la matriz productiva primario-exportadora y secundario-importadora del país, y que se desperdicie la inversión realizada en el talento humano ecuatoriano. Esta problemática es un reto estructural que debemos solucionar como país.
¿Qué sería lo peor que le podría pasar ahora mismo a la universidad pública?
Que regresemos a tener un sistema corporativo partidario dogmático como cuando estaba en manos del MPD, que se mercantilice la educación superior, que se pierda la gratuidad o que perdamos de vista el horizonte de un sistema educativo de calidad para todos.
En lo social, que se convierta en fábrica de conformismo y pierda su vertiente crítica y de pertinencia que le dan legitimidad social.