Por segundo año consecutivo, el Premio Príncipe de Asturias a las Letras cae en manos de un escritor afín a la novela policíaca (conocida también como novela negra, por
los crímenes que hay en su trama).
Ya en el 2013, Antonio Muñoz Molina, autor de ‘La noche de los tiempos’ y ‘Sefarad’, fue escogido para recibir este reconocimiento. Y para este año lo hace John Banville, quien bajo el seudónimo de Benjamin Black ha dado forma a un universo literario lleno de intrigas, juegos de pasiones, desenfrenos y muertes.
Revisando los veredictos finales de los dos últimos años, la decisión de los jurados ha estado encaminada a reconocer cómo los autores han dado forma a una literatura que entremezcla experiencias personales con las situaciones por las que atraviesa la sociedad contemporánea.
Sobre Muñoz Molina, en junio del 2013 el jurado dijo que él se destacaba por “la hondura y la brillantez con que ha narrado fragmentos relevantes de la historia de su país, episodios cruciales del mundo contemporáneo y aspectos significativos de su experiencia personal”.
Algo parecido ocurrió en esta ocasión, cuando en la lectura del veredicto se destacaba que las creaciones de Banville deleitan “por la maestría en el desarrollo de la trama y en el dominio de los registros y matices expresivos, y por su reflexión sobre los secretos del corazón humano”.
Para entender de mejor manera la propuesta del novel Príncipe de Asturias a las Letras, Javier Vásconez, escritor ecuatoriano y autor de novelas como ‘El retorno de las moscas’ y ‘El viajero de Praga’, marca como punto de partida a la literatura de Raymond Chandler.
Destaca que el novelista inglés, cuya mayor producción se desarrolló durante la primera mitad del siglo XX, supuso una puesta en escena de lo policíaco, de lo criminal, en la panorámica literaria.
¿Por qué se continuó con esta tradición? En parte, debido a que el siglo XX dejó como saldo dos guerras mundiales y un sinnúmero de batallas nacionales. Es en ese mundo desfigurado por la violencia donde el género policial encuentra su lugar. Hay que resolver los problemas, y la muerte de un gran empresario, como sucede en ‘Muerte en verano’ (Benjamin Black, 2012), solo ayuda a destapar una serie de anecdóticas situaciones en la que pueden confluir militares, miembros de gobiernos, entre otros.
Aun cuando la literatura policíaca no sea objeto de renovaciones extremas -según Vásconez esta es bastante conservadora-, lo cierto es que Banville la ha perfeccionado en estructura y estilo.