Raquel Antun, una guardiana de la oralidad y ritos del pueblo Shuar

Raquel Antun en una visita a la Universidad de las Artes, en Guayaquil. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Raquel Antun en una visita a la Universidad de las Artes, en Guayaquil. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Raquel Antun en una visita a la Universidad de las Artes, en Guayaquil. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Tras la ingesta de ‘natem’ (o ayahuasca), Raquel Antun Tsamaraint tuvo una visión. Ella y los miembros de su tribu con los que estaba en el río tenían grandes garras y manchas negras en la piel, como el tigre al que llaman ‘yanpinya’. Ella quiso hablar, pero solo articuló un rugido.

La poeta shuar lleva marcas con achiote en el rostro, lo que evoca a las muescas de la garra. Antun Tsamaraint, originaria de la provincia de Morona Santiago, visitó Guayaquil como invitada especial a un encuentro sobre oralidad Shuar que organizó la Universidad de las Artes (UArtes).

Llegó a la ciudad descalza, aunque con las uñas de los pies sutilmente pintadas de rojo, con sonajas de semillas de la selva en su cinturón.

El día que Antun Tsamaraint se vio a sí misma como tigre en el río fue el comienzo de la lluvia la que cortó su visión. “Luego le pregunté al guía, mi abuelo, qué significaba todo aquello que había visto, y me dijo que yo pertenecía al clan de los tigres”. Y por eso llevo en el rostro, marcado con achiote, las garras de mi animal.

La visión de la ayahuasca es el tema de uno de sus poemas de Antun, en el que describe el acceso al “mundo de los espíritus” con “miles de luces encendidas, formas diversas: boas, culebras, tigres, águilas”.

Sus escritos han sido recogidos en diversas publicaciones y antologías. Los textos están relacionados con las vivencias y la cosmovisión de la nacionalidad Shuar. “Empecé a escribir para que no se pierda, para preservar mi identidad, mis costumbres, toda nuestra oralidad”, dice la mujer de 48 años, también mediadora de conflictos comunitarios. “Mi poesía sobre todo recrea los mitos de mi pueblo”.

Antun agradeció la curiosidad de los estudiantes y las preguntas que le formularon. Los alumnos del itinerario en Lengua y Literatura Kichwa/Shuar con el que cuenta la Escuela de Literatura de la UArtes le preguntaron por el ejemplo, por los significados del color azul de los vestidos tradicionales de las mujeres shuar. Y por el contraste con el rojo de collares, brazaletes y las marcas de achiote en el rostro.

Ella les respondió con uno de los mitos de su pueblo. Cuenta la historia ancestral que dos mujeres shuar que vivían con un hombre que las maltrataba un día decidieron escapar de su lado. El hombre organizó una cacería para ir tras ellas y las dos mujeres decidieron transformarse en plantas. Y para ser útiles se convirtieron en ipiak (achiote) y sua (huito), una planta que se utiliza para pintarse el cabello de color azul.

La una quedó en pie y la otra arrodillada según el mito, lo cual se refiere a la forma de las plantas. “La historia reivindica a la mujer, el maltrato era algo raro y no podía conducir sino a la liberación.

En realidad en el pueblo Shuar no existía machismo, el machismo llegó con el colonialismo”, reflexiona la escritora, a quien a los 12 años su abuela le transfirió sus poderes de chamán. Va más allá, dice que un pueblo machista nunca hubiera prodigado a la mujer de un ritual como el de la primera menstruación de las adolescentes en el que se celebra la fertilidad, el paso de la niñez a la juventud. Se ingiere tabaco durante cuatro días de cantos y plegarias por la prosperidad y la abundancia.

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