La ciudad de Quito tiene un club para leer y tejer

Vargas (tercera desde la izquierda) dirige una de las reuniones del club que se realizó en La Huerta y La Máquina.  La serie de libros que están en la parte inferior corresponden a las lecturas que se han realizado en los últimos talleres. Foto: Alfredo L

Vargas (tercera desde la izquierda) dirige una de las reuniones del club que se realizó en La Huerta y La Máquina. La serie de libros que están en la parte inferior corresponden a las lecturas que se han realizado en los últimos talleres. Foto: Alfredo L

Vargas (tercera desde la izquierda) dirige una de las reuniones del club que se realizó en La Huerta y La Máquina. La serie de libros que están en la parte inferior corresponden a las lecturas que se han realizado en los últimos talleres. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.

Hay tres cosas que Ariadna Vargas ama hacer en la vida cotidiana: leer, dibujar y tejer. Para juntar estas actividades y compartirlas con otras personas, creó un club de lectobordado, un espacio donde la creatividad y la lectura en voz alta se han convertido en los protagonistas.

La dinámica de este club es sencilla: una vez a la semana sus miembros se reúnen a leer y a tejer en un espacio cultural de La Floresta o La Mariscal. Por lo general se sientan alrededor de una mesa y mientras uno de los asistentes lee en voz alta el libro seleccionado, el resto se dedica a bordar, a dibujar o simplemente a escuchar.

En el último ciclo de reuniones las lecturas se han orientado a temas variados. En el taller del domingo pasado leyeron (11 de marzo del 2018) ‘Nueva ilustración radical’ de Marina Garcés, un libro publicado por Anagrama.

A esta lectura se han sumado títulos como el famoso ‘Todos deberíamos ser feministas’, de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adiche; ‘Tejiendo de otro modo. Feminismo, epistemología y apuestas descoloniales en Abya Yala’; ‘La vida secreta de las plantas’ de Peter Tompkins y Christopher Bird; y ‘No nacemos machos. Cinco ensayos para repensar el ser hombre en el patriarcado’.

Vargas, una gestora mexicana que vive en Quito desde el 2014, aclara que si bien los talleres de lectobordado empezaron con un filón feminista, están abiertos a las sugerencias para realizar cualquier tipo de lectura. “El club de lectobordado -dice- es un espacio de encuentro en el que compartimos puntos de vista, lecturas, puntadas y experiencias”, señala.

Una de las reglas de este club es que se puede parar la lectura las veces que sean necesarias para releerla o para comentarla, con el objetivo de que cada participante exprese su punto de vista. Lo otro es que el lector de turno puede ceder la lectura a la persona que lo desee.

Otra de las motivaciones para abrir este club fue que ciertas tradiciones como tejer o bordar, que por lo general están vinculadas a las mujeres, se extiendan a otros géneros. “Queremos preservar las tradiciones y saberes que nos heredaron nuestras madres y abuelas y construir nuevos saberes en conjunto”.

En el 2016, el club de lectobordado comenzó solo con mujeres. Ahora -cuenta Vargas- se han sumado cinco hombres que asisten de forma constante. “Lo importante de este proceso es que el club se ha convertido en un espacio crítico donde se construye pensamiento a partir de un ejercicio muy simple que es el de escuchar a los demás”, dice.

Cristina Balseca, una de los miembros más antiguos de este club, cuenta se enganchó con esta experiencia gracias a la diversidad de criterios y formas de ver el mundo que encontró. El primer libro que leyó en este espacio fue ‘El segundo sexo’ de la escritora francesa Simone de Beauvoir. “A más de debatir sobre temas que nos interesen, creo que hemos creado espacios de comunidad”, dice.

Balseca también destaca el carácter itinerante y provocador del club. Cuenta que, por lo general, cuando están en una cafetería, las personas de las mesas cercanas se interesan por sus lecturas y debates y que así se han sumado nuevos miembros al club.

La próxima reunión del club de lectobordado será este miércoles 21 de marzo del 2018, en el Centro de Arte Contemporáneo (Montevideo y Luis Dávila). La reunión será parte del proyecto Azares y comenzará a las 18:00. Para esta reunión, Vargas compartirá un pequeño texto de ‘La loca de la casa’ de Rosa Monterom en la que se habla de la importancia de reconocer que sin el trabajo y el apoyo de sus esposas muchos escritores no se hubieran podido dedicar a escribir.

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