La tendencia ecológica ha cambiado. Oficinas, restaurantes, departamentos y otros espacios, que carecían de zonas verdes a su alrededor, ahora se acomodan. Uno de esos ejemplos es el edificio Torre Azul, en el norte de Quito. Ahí, Laura Quinteros instala un “muro verde” en la sala de su casa. Ella optó por esta alternativa por el espacio, el gusto por las plantas y la preocupación por los cambios drásticos de temperatura. “Si no empezamos a mejorar el aire en los pequeños espacios como las casas, poco podremos hacer por los demás”.
Alexis Cosíos es diseñador de interiores y explica que los jardines verticales fueron pensados para lograr la instalación de plantas a través de un sistema que elimina la necesidad del uso de la tierra y de cualquier otra materia vegetal. Esto, porque los nutrientes son dosificados para promover un controlado crecimiento de las plantas. Y da detalles de lo que debería ser ese espacio: 2 metros de largo por 1 m de ancho.
En un estudio difundido a inicios de este mes, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) señala que e ste tipo de vegetación comienza a ser parte del paisaje urbano en las principales ciudades y oficinas de América Latina. Cita casos como Bogotá, México DF, Buenos Aires, Lima y Quito.
Esto, porque representan un recurso para crear un entorno más natural dentro de las urbes, adaptándose a la falta de espacio, mitigando los efectos del cambio climático al reducir la contaminación ambiental, al mismo tiempo que embellece y mejora el ambiente de trabajo.
¿Cómo puede mejorar el ambiente laboral y la calidad de vida un muro verde? En la década de 1980, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció con el ‘síndrome del edificio enfermo’ a aquellas construcciones contaminadas desde su interior. Esta manifestación es diagnosticada cuando los ocupantes se quejan por ciertos síntomas que afectan a su salud y al estado de ánimo solo cuando están dentro y desaparecen cuando salen del edificio.
Un estudio español publicado este mes, indica que este tipo de espacios mejoran la calidad de vida de las personas, porque protegen las fachadas contra la radiación solar reduciendo el fenómeno ‘isla de calor’. También preserva la estructura del inmueble, funge como aislante térmico y acústico; tiene la capacidad de filtrar grandes cantidades de aire.
Francisco Rodríguez es arquitecto. Él trabaja en una oficina en la cual hay un muro verde que ocupa toda una pared y enumera los beneficios: reducen los niveles de estrés y hay cambios visibles de actitud, comportamiento y respuestas de las personas que laboran ahí. “El aire siempre es fresco aquí; no tenemos problemas, por ejemplo, de calor o frío”.
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En Quito, el arquitecto Andrés López, quien ha diseñado varios edificios bajo esta lógica, dice: “Este tipo de construcciones están en auge”. Con ello concuerda su colega Sebastián Castro. Él indica que ahora los clientes, tanto de edificios residenciales como comerciales o espacios públicos, buscan un ‘plus ambiental’ que se concreta en los lugares en los que pasan el mayor tiempo de su vida, ya sea su casa u oficina.
De los proyectos que él tiene, al menos el 70% busca que la construcción cuente con vegetación. Por cuestión de espacio, la mejor opción son los denominados muros verdes, aunque este auge comenzó con las terrazas ecológicas.
En un día caluroso de verano, un techo verde puede estar más fresco que la temperatura ambiente. Uno normal -sin vegetación- puede llegar a ser 50 grados más caliente que ese mismo aire. Estos datos, de la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU., fueron puestos a prueba por la Universidad de Ryerson, en Toronto, Canadá.
El estudio, que buscaba dimensionar los impactos de implementar techos verdes, concluyó que se ahorraría energía eléctrica y se reduciría el gasto en la gestión de aguas lluvia. Por eso, la Municipalidad creó una Ordenanza, en el 2010, que obliga a las nuevas edificaciones mayores a los 2 000 m² a contar con un techo vegetal.
En el caso de las paredes, este tipo de jardines cuenta con un sistema cerrado de riego, lo que asegura una constante humedad, que garantiza que ni las raíces ni el agua invadan la estructura ni el muro.
Son fáciles de colocar y se pueden incorporar a la pared de la sala, comedor, cocina, baño, corredores, oficinas. Además, se ven en restaurantes y espacios públicos, como el muro que hay a la entrada del Centro Histórico de Quito, en el sector de San Blas.
Según los investigadores en esta materia, esas plantas ayudan a mejorar el aire que existe en ese sector de la capital. Esta zona es en donde precisamente se produce un mayor movimiento de vehículos.
En contexto. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en una de sus publicaciones, recomienda al menos 15 metros cuadrados de área verde por habitante en las ciudades. En Quito, de acuerdo con el Instituto de la Ciudad, el promedio de áreas verdes por habitante es de 13,5 m².
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