La conexión con las letras es clave para que la fidelidad se instaure entre seguidor-artista. En el caso de Solari, el vínculo se estableció con tanta profundidad que a los recitales masivos se les llamó ‘misas’ y al ícono se lo amó como un dios. Foto: AFP
Este sábado 18 de marzo de 2017 se cumplirá una semana del trágico concierto del Indio Solari en Olavarría, Argentina, ante alrededor de 300 000 personas; porcentaje superior, por ejemplo, a las poblaciones de Bolívar, Carchi y Sucumbíos, todas con cifras inferiores a los 200 000.
La cantidad de seguidores que el exlíder de los Redonditos ha alcanzado a lo largo de su trayectoria retoma el debate de cómo sin ser una estrella publicitada en la industria musical se puede ser un ídolo de masas durante varias generaciones. Solari es conocido por ser un músico no comercial.
Con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, que nació en 1976 y se mantuvo activa hasta el 2001, Solari logró el reconocimiento nacional e internacional. Publicó nueve discos y llevó a la banda a lo más alto del rock argentino, al punto de ser considerada una de las más influyentes del género en español.
El duplicar o triplicar poblaciones en los lugares donde el artista argentino se presentaba fue algo que no ocurría en sus inicios, pero después de su disco ‘Lobo suelto/ Cordero atado’ (1995) lo masivo se convirtió en una característica de los shows de Los Redonditos y hasta alcanzaron un récord por recitales de rock and roll en el país albiceleste.
¿Cómo se logra tal fidelidad?
Para Christian Arteaga, sociólogo ecuatoriano radicado en Argentina, el fenómeno masivo del Indio Solari tiene una explicación en lo que él denomina un “Estado en retirada”. Es decir, las generaciones que crecieron escuchando temas como JiJiJi, La Bestia Pop, Fuegos de Oktubre son personas que no encontraron en la sociedad una posibilidad para mejorar sus vidas. La propuesta de Solari se convirtió en su voz.
Con una Argentina golpeada por la derrota en las Malvinas y tras cruentos periodos de dictadura, la gente necesitaba volver a encontrarse. Para Arteaga, el refugio fue Solari, el refugio fue ser un ricotero.
Así se denominan los seguidores de Patricio Rey. Aquella generación de jóvenes marginalizados que adoptó las letras de Solari como una filosofía de vida y que se transformaron en fieles consagrados. Con tal lealtad, que fueron capaces de entrar en disputa con los Soderos, seguidores de Soda Stereo, pues mientras los pregones del Indio retrataban el caos social y se colaban en la cotidianidad del joven precarizado, Soda tenía su musa inspiradora en otra dirección.
Video: YouTube, cuenta Classics Classics ROCK
Para Julio Salame, guitarrista de la banda Notoken, que la gente acuda a la música o encuentre en ella aquello que está vedado en la sociedad es algo que no escapa a cualquier nación. En su experiencia, cuando surgió su agrupación de hardcore punk, la realidad ecuatoriana necesitaba de voces contestatarias que digan las cosas de forma directa.
La década de los 90 en el Ecuador estuvo matizada por enfrentamientos bélicos, inestabilidad política, paros sociales, casos de peculados, etc., que permitieron que Notoken tenga un cúmulo de temas para lanzar canciones como Desastre Popular, Kritikas, Sistema Atrazapueblo, entre otros. La gente conectó con su propuesta y tras 25 años sigue asistiendo a los conciertos de la banda.
La conexión con las letras es clave para que la fidelidad se instaure entre seguidor-artista. En el caso de Solari, el vínculo se estableció con tanta profundidad que a los recitales masivos se les llamó ‘misas’ y al ícono se lo amó como un dios. Algo que caracteriza al aficionado argentino.
Así lo cree la bonaerense Fanny Buide, quien no vacila en afirmar que “enterarse de la fecha de un concierto de tu banda favorita supone alinear todos los astros para poder ir a verla”.
Ese fue el caso del concierto en Olavarría. Generaciones que crecieron con la música del Indio asistieron masivamente al show. La ciudad quedó desbordada. Para Arteaga, los seguidores sabían que era el cierre de un ciclo, de una época, que se acercaba la hora del ‘vayan en paz’ en la última ‘misa ricotera’.
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“Cada concierto encierra en sí mismo una comunión con esos ‘hermanos‘ que vibran, cantan, y se sienten identificados con las letras. Llegar a esa instancia implica que la liberación del cuerpo solo se de en ese lugar y en ningún otro”, agrega Buide.
Para Salame, esa fidelidad es la recompensa que reciben los artistas cuando impactan en la sociedad en el momento adecuado. De lograr una identificación y una responsabilidad con las creaciones. Tras ello, queda a la elección de los autores elegir que buscan en su proyección, sostiene el músico. O se mantienen en una línea de bajo perfil o de plano hacen del marketing y los medios un sostén para posicionarse.
El boca a boca triunfó en la historia de los Redonditos, pero no sólo eso, también su abnegado silencio ante los medios y ante todo aquello no venga de la música, en esencia.
Si eso alcanza para trascender y lograr éxito o no, ya quedará en la historia, pues para Arteaga, lo vital estará en sostener la música como un espacio para transparentar el sentir de una sociedad y, en el caso de Solari, de una juventud con un futuro que no fue.