La Negación es una autodefensa
Diariamente, Francisco Jaramillo atiende a estudiantes y pacientes que acuden a terapia psicológica en su oficina ubicada en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
La negación puede ser un mecanismo de defensa. También, una herramienta para sacar a la luz una verdad del inconsciente. Esta se puede construir en la individualidad, y también manifestarse en la colectividad.
Tan variopinta como es, la negación es uno de los temas que, en una tarde de jueves, desengrana Francisco Jaramillo Tejada en el interior de su oficina, ubicada en el último piso de uno de los edificios históricos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Allí, él analiza a este término a la luz de la psicología, de la sociología, de la antropología... En fin, bajo una amplia gama de ciencias que, individualmente, aportan diferentes visiones de este término.
¿Por qué recurrimos a la negación?
El tema de la negación da mucho de qué hablar, mucho que pensar. No es que sea ‘El’ mecanismo para afrontar los problemas en todos los seres humanos. Es verdad que la negación está en todos al mismo tiempo. Sin embargo, este tipo de situaciones contestatarias, revolucionarias, que puede tener la gente no siempre las podemos catalogar como negaciones, sino que pueden ser una suerte de reivindicaciones sociales.
Entonces no hay que quedarnos en el concepto de negación para explicarlo todo, sino hay que ver en qué momentos se da...
Sí. En este aspecto se puede destacar la postura de Freud, quien hacia 1925 trabajó en un texto sobre la negación. En el mismo, él va a explicar que, a partir de lo que él estudió tanto en sus pacientes como en psicopatología de la vida cotidiana, hay personas que en el discurso cotidiano utilizan la negación. Por ejemplo, hay personas que pueden decir “no crea que estoy pensando este tipo de cosas”, “jamás diría eso”. Aquí se pueden ver referencias que, dentro del discurso, se va a negar una situación a otras personas con un fin específico. Freud va a decir que hay algo ahí que producto de la represión humana. A lo mejor es un deseo inconsciente que quiere salir a la luz, que va a utilizar a la negación como una herramienta. Por ejemplo, si una persona dice “no crea que a mí me gustan los perros”, lo más probable es que a ese individuo le gusten las mascotas. De cierta manera, se crea una barrera, un límite.
¿Es como un mecanismo de defensa?
En algunos casos podemos entenderlo como un mecanismo de defensa; en otros, son como una barrera que existe entre lo consciente y lo inconsciente. Entonces no necesariamente va a haber una división radical entre ambos. Freud decía que en el inconsciente no existía la negación.
¿Entonces desde dónde se niega algo?
Es, efectivamente, en la conciencia. Lo que no es permitido que salga directamente a la luz, producto de la represión, encuentra una forma de encubrir las cosas en la negación.
¿Por qué en el contexto social reciente hemos tratado de negar a unos y otros en el espacio público?
Siguiendo la misma teoría de Freud, él hablaba que tanto lo individual como lo colectivo van de la mano, que nunca pueden ir separados. Hay una constante en uno y otro. Por eso es importante tomar en cuenta los estudios sociales. Si bien el trabajo de psicoanálisis puede ser individual, esto no puede separarse del hecho colectivo. Esto lo resaltarán otros especialistas como Marcel Czermak o Lacan quienes, tomando en cuenta al inconsciente, a este lo relacionan con lo social, con lo político. A lo mejor, para unos habrá fraude; para otros habrá algo totalmente claro y explícito. Lo interesante es ver cómo se forman estos colectivos. Se unen personas para defender un postulado u otro. Más que una negación, veo que ahí confluyen perspectivas distintas. También, habrá que ir contextualizando el hecho a nivel de Latinoamérica, donde algunos países se han cansado de las ideologías del siglo XXI.
En algún momento, en los orígenes de la Alemania nazi la población se negaba a mirar lo que sucedía con las minorías...
Hay cuestiones a considerar dentro de la psicología de las masas. Hay que entender por qué la gente, frente a determinados problemas sociales y económicos, busca un caudillo y un líder. Y en este punto sabemos que la política no nos va a salvar frente a una responsabilidad subjetiva. En el caso alemán, la Segunda Guerra Mundial fue un fenómeno que marcó a un país que no creía, que había sufrido hace pocos años un conflicto bélico importante. Hitler aquí encajó como un dictador que iba a dirigir a las masas, que iba a sacar adelante al país. La gente estaba embelesada, quería un cambio significativo que niegue o cambie su contexto inmediato.
¿Cuando negamos, necesariamente mentimos?
Aquí es pertinente discutir qué es la mentira. Muchas veces, esta tiene una connotación de un juicio de valor. Esa es una cuestión estructural ya que nos encontramos en esa pugna entre lo inconsciente y lo consciente. Entonces nuestro Yo, que es esta parte consciente, miente porque necesita defenderse. Los seres humanos mentimos, y probablemente la mentira y la negación pueden estar a la par y no divididas. Más que centrarnos en una culpabilidad, debemos preguntarnos por qué llegamos a mentir. A lo mejor lo hacemos para no herir al otro.
¿Siempre que hablamos de negación lo hacemos como la negación de un conflicto en específico?
Puede ser de un conflicto. También de ciertos deseos reprimidos que parten del inconsciente y que no podemos expresarlos abiertamente. No siempre podemos decir que quien utiliza el mecanismo de la negación, está utilizando un mecanismo psicológico. Nuestros deseos conscientes no siempre salen a relucir, van a haber esos filtros o diques que van a impedir que salga a luz lo que queremos decir. Freud dirá que, a través de los sueños, pueden salir estos deseos reprimidos que, a veces, son terroríficos, de miedo. En cambio, en la negación hay un mecanismo que no sale directamente a la luz, sino distorsionado a través de un ‘no’.
¿Por qué nuestra sociedad reafirma la negación? ¿Por qué decimos, por mencionar un caso, “no he dicho nada”?
Dentro de la lógica se dice que dos negaciones es una afirmación. A través de esas dos negaciones, nos damos cuenta de que una persona efectivamente quiere decir eso, pero le cuesta decirlo directamente. En ese sentido, en el lenguaje coloquial ecuatoriano solemos utilizar el ‘no’ en expresiones como “no es verdad” o “no es cierto” para acentuar algo que utilizamos como cliché.
¿La negación nos distingue del otro?
El no puede tener varios matices. Por ejemplo, cuando un niño empieza a utilizar el ‘no’ significa que puede diferenciar lo que sus padres quieren de él y lo que él quiere; hay un yo y un no-yo que lo distingue. La negación puede ser una manera de diferenciarse del otro.
¿Por qué nos cuesta aceptar esas negaciones?
A lo mejor, dentro de ciertas sociedades como las europeas, el no es determinante, no hay otra opción. Acá, en cambio, no aceptamos un “no” definitivo, tratamos de encontrar una acertividad frente a esa negación. Nos cuesta aceptar el tema del no porque hay cierta ambigüedad frente a los límites claros en nuestra sociedad. Podemos rastrear sus causas como en el mismo hecho de que provenimos de países que fueron colonizados y que encaran la cuestión poscolonialista. La conquista no fue como un proceso de intercambios, sino que se impuso una forma de pensar, mandatos que los indígenas debían cumplir. Esto repercute en hechos como negar nuestras raíces indígenas, rechazando nuestro pasado. Podemos pensar que somos superiores porque tenemos un apellido de abolengo que viene de otro país. Por ahí podemos encontrar algo de este rechazo a la negación, de no diferenciar claramente entre el sí y el no. Es un algo que queda incluso y que podría ser una reproducción de lo que quedó de la época colonial.