Mariana Castro y Rodrigo Quiñónez saben que, según la Constitución (art. 29), tienen “la libertad de escoger para sus hijas e hijos una educación acorde con sus principios, creencias y opciones pedagógicas”. Por eso, acudieron -en septiembre- al Ministerio de Educación. Fueron los primeros en ser aprobados en esta modalidad. Desde entonces, sus hijos se levantan a las 08:00, desayunan y luego empiezan sus clases. Sebastián con su madre y Juan Daniel con su padre. “Tenemos que ver a la velocidad que cada uno avanza”, dice la madre. Todas las mañanas las dedican al estudio, mientras que las tardes se encuentran con sus compañeros del fútbol o de las clases de música en el conservatorio. Quiñónez defiende la opción porque antes, cuando sus niños regresaban de la escuela, tenían que enseñarles de nuevo lo que no aprendían en la escuela. Una de las ventajas, dice el padre, es que tienen tiempo para dedicar a sus hijos. Ellos tienen un negocio en su propia casa. “Queremos darles una educación basada en el amor de padres”.