‘El poeta vive una soledad social’

Alfonso Espinosa, poeta quiteño, en el parterre de la avenida Eloy Alfaro, con la ciudad transitando detrás de él. Acaba de publicar su sexto libro: ‘Profecía del mar’. Galo Paguay / EL COMERCIO

Alfonso Espinosa, poeta quiteño, en el parterre de la avenida Eloy Alfaro, con la ciudad transitando detrás de él. Acaba de publicar su sexto libro: ‘Profecía del mar’. Galo Paguay / EL COMERCIO

Alfonso Espinosa, poeta quiteño, en el parterre de la avenida Eloy Alfaro, con la ciudad transitando detrás de él. Acaba de publicar su sexto libro: ‘Profecía del mar’. Galo Paguay / EL COMERCIO

Alfonso Espinosa acaba de publicar su sexto libro de poesía. Lo tuvo que hacer como casi todos los poetas: con sus propios fondos. Pero, además, lo hizo sin el respaldo de sello editorial alguno.

Como dice Roberto Bolaño, un poeta lo puede soportar todo. En este caso, presentar el trabajo de diez años en silencio y soledad desde sus propias manos.

Hay que animarse a publicar sin editorial un libro de poesía...
Diez años de no publicar nada me llevaron a desconectarme por completo. No sé si hay editoriales activas que estén publicando poesía. En algún momento hice contacto con alguien. Mandé textos, pero de alguna manera la poesía no despertó el interés de la editorial.

Al final, por capricho decidí hacerlo solo porque estoy alejado y no le rindo cuentas a nadie sobre mi obra. Y eso es bueno. La soledad da un enorme grado de libertad. Tal vez la libertad es el camino hacia la soledad. Es un juego de doble vía que me dio mucha tranquilidad. Solo me debo plata a mí mismo.

Parece un mal permanente del Ecuador tener la casi obligación de formar parte de un grupo.

Es una tradición cultural, especialmente en la literatura. Se generan grupos, camarillas identificados en torno a una revista o a una figura relevante. Se generan estos clanes y siempre he sido muy alérgico a eso.

¿Por qué una alergia?

Porque, sea evidente o no, hay un manifiesto, una especie de declaración de principios sobre qué es y no es la poesía, o qué debe o no debe ser el arte. Eso es incómodo porque en mi experiencia mis textos muchas veces responden a principios muy contradictorios. El libro que presento ahora es muy místico, contemplativo y contenido. Pero otro libro que quiero publicar es de un erotismo crudo, brusco, casi violento. Porque son los textos los que van teniendo su propia dinámica.

De todas las artes, la literatura es la más solitaria. Se escribe solo, hay que aislarse para escribir, pero el que lee también se aísla. La lectura es algo solitario…

Es un poco esta necesidad de libertad. El precio de la libertad es la soledad y la ganancia de la soledad es la libertad. He preferido la soledad como escritor, pero en la vida es otra cosa. A nivel creativo, prefiero la soledad, tomar distancia, incluso del círculo que en algún momento me acogió bien.

Tuve en algún momento tomar distancia de ese grupo como creador porque prefiero estar solo para no tener la presión de rendir cuentas a nadie. Es mi escritura y mi proceso vital como poeta los que establecen una relación con lectores individuales. No me interesa el proceso de masas. Para la poesía es un nivel que no funciona porque es más íntima.

Creo que fue Antonio Machado el que dijo que la poesía es de las inmensas minorías.

Las inmensas minorías, las particularidades y las sensibilidades más diversas. Encuentras lectores de poesía en los más variados tipos humanos. Hay médicos, ingenieros, abogado, choferes que son lectores y que disfrutan de la poesía. Claro que hay intelectuales, pero la poesía logra establecer un vínculo directo y particular con el ser humano.

Pero la poesía se publica para los amigos...

Sí, pero tengo la sensación de que la poesía tiene más probabilidades de perdurar que la narrativa. La poesía logra volverse palabra de la tribu, puede volverse un eco con más capacidad que la narrativa.

Y paradójicamente es una de las cosas más colectivas...

Sí, pero como el chamán: cuando va a hablar está aislado. Eso le pasa al poeta. Puede que esté tomando el registro de un dictado colectivo muy fuerte o sintetiza experiencias que son comunes para muchas personas, pero lo hace desde este enajenamiento, este extrañamiento que concibo indispensable. El retiro del creador a sus cuarteles de invierno para procesar el material.

¿Y la torre de marfil?

De la torre de marfil no sales y escribes sobre lo que sucede dentro de la torre de marfil. Esto es más bien un tema de salir al mundo a aprovisionarse y regresar a elaborar en la soledad. Además, por lo menos en un buen primer trayecto del proceso creativo, solamente uno sabe por dónde esta yendo el texto. Tiene que pasar por varias fases para que el poema pueda pertenecer a alguien más. Durante mucho tiempo el poeta esta solo con su obra.

En la tradición estadounidense hay la gran figura del escritor que se aísla absolutamente. Pero no sé si es tan latinoamericana...

Pero, aunque son creadores solitarios, están muy empapados del mundo en que viven. Estoy pensando en Paul Auster. Si bien sus personajes son escritores encerrados, con mundos muy opresivos a ratos, está la ciudad como protagonista total de sus relatos. Nueva York es una presencia clave. Hay el doble juego: tener una ventana muy abierta hacia la realidad y por otro lado la reserva de la creación.

El mismo Auster decía que es curioso que en EE.UU., las figuras que modelan la opinión publica son las figuras de cine, pero que a él le fascinaba que en América Latina los escritores sean los buscados…

Sucede en otros países, pero no en Ecuador. En Argentina, México o Brasil la figura social del escritor está valorada. En Colombia y en Perú, sin duda. En el caso del Ecuador, ¿cuál es el escritor hacia el cual volvemos los ojos? No existe. Y no es que no haya escritores que sean además voces éticas de altísimo valor, pero no se recurre a ellos.

En Ecuador acudimos al académico, al sociólogo, antropólogo, politólogo. No hay una valoración del escritor y mucho menos del poeta. El narrador se puede mover más, pero el poeta es una figura casi caprichosa. El poeta está en un espacio de soledad socialmente hablando. Incluso cuando publica, la ausencia de crítica es también una soledad.

¿La crítica como espacio para salir de la soledad?

Hay poco diálogo en torno a la producción cultural. Carece de crítica, Hay comentarios y discusión, pero hasta ahí llegamos. No se hace crítica ni polémica. La noticia cultural siempre tiene que ser una buena noticia. No podemos decir que un libro o una exposición son malos. Es muy incómodo y tampoco estamos preparados para eso porque el sector cultural no lo acepta bien. Eso es parte de la soledad del creador.

La crítica o mejor digamos los comentarios se han hecho desde el lugar de pertenencia: las obras buenas son de este grupo, las malas son del otro. Se mira con desconfianza la obra de los otros grupos…

Para mí hay un caso emblemático de una terrible soledad: el caso de Paco Granizo. Surge como poeta con el grupo de Carlos de la Torre Reyes, Paco Tobar. Granizo por un lado era de la alta sociedad quiteña. Para toda la crítica izquierdista (Tzántzicos, Benjamín Carrión) la obra de Granizo no merecía ser comentada.

Por otro lado era gay. Granizo queda vetado para la crítica conservadora de derecha. Era un nombre sobre el que durante 30 años no se publica nada cuando es un poeta mayor en la tradición ecuatoriana, y todo por razones extraliterarias. Y no creo que a Granizo le importara. Quizá esta distancia le permitió tener una obra original, muy suya. Y eso es algo que se debe aspirar en la literatura: la originalidad.

Octavio Paz habla de la soledad promiscua como consustancial al poeta.

Sí, pero no me parece posible una producción poética desde la experiencia personal, que se remita únicamente a la vivencia. La poesía se enriquece en la medida en que el poeta deja su ego de lado y se permite ser un instrumento de los demás, pero desde la soledad. Si me sumo a la masa en el grito soy otra cosa, un militante. A Xavier Velasco, el escritor mexicano, le pregunté sobre todos los mil oficios que tuvo. Era igual a los beatniks. Él me decía que para el escritor no hay experiencia inútil. Todo lo que hagas -la cárcel, el dolor- es materia vital con lo que se va a trabajar, la materia prima a reelaborar.

Claro, como Cervantes que escribió en la soledad de la cárcel…

Pienso en San Juan de la Cruz: lo encerraron porque estaba reformando la Orden. Ahí crea el ‘Cántico Espiritual’. El proceso creativo, la epifanía los tiene ahí. La epifanía no sucede en medio de la masa ni a la luz del día. Hay que estar esperándola, acogiéndola, apartado en soledad.

Alfonso Espinosa

Es licenciado de Literatura y Comunicación por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Tiene una maestría en periodismo obtenida en Barcelona. Promotor cultural.Tiene seis libros de poesía publicados: ‘Cascabel con que me matas’ (1995), ‘Fragile’ (1997), ‘Breves Anotaciones’ (1998), ‘Partes del desierto’ (2002), ‘La vida angosta’ (2008) y ‘Profecía del mar’ (2018).

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