El 80% de plantas que se hallan en el territorio ecuatoriano tiene propiedades medicinales, según el saber ancestral. Foto: Archivo/ El Comercio.
La cosmovisión andina considera que la naturaleza, el hombre y la Pacha Mama (Madre Tierra) son un todo que vive relacionado perpetuamente. “El hombre tiene un alma, una fuerza de vida, y también lo tienen todas las plantas y animales”. Así lo indica el sociólogo Dimitri Peñasco.
Es por eso que el uso de las plantas, ya sea para medicina, alimento, ritos, construcción, artesanías, albergue de especies de fauna, forraje, conservación de suelos, entre otras, es parte fundamental de la vida de los pueblos indígenas.Pero, ¿qué pasa cuando esa flora peligra por las acciones del hombre? Un estudio publicado en septiembre del 2014 por la Unión Internacional para el Cuidado de la Naturaleza (UICN) indica que al menos el 20% de las plantas medicinales del mundo están amenazadas.
En la lista constan algunas especies que habitan en el Ecuador. Tal es el caso de la uña de gato, el nogal, la cola de caballo, el canelo, entre otras.
Juana Chinachi es oriunda de Cotacachi, Imbabura. Desde hace 15 años se dedica a la venta de todo tipo de hierbas en el Mercado Central de Quito. Conoce los usos de las cerca de 30 especies de plantas que flanquean su lugar de trabajo.
Asegura que el conocimiento lo heredó de sus padres y ellos de sus abuelos. Con su ropa que la distingue como mujer Otavalo y usando algunas palabras en su idioma natal (kichwa) da consejos a sus clientes.
Por ejemplo, la infusión de la cola de caballo se usa para detener cualquier tipo de hemorragia. “Si se usa al bañarse, para el sangrado de la nariz o alguna herida superficial del cuerpo”.
En su informe, la UICN indica que entre 50 000 y 70 000 plantas se utilizan alrededor del mundo en los sistemas de medicina tradicional.
En Ecuador no hay registros exactos del número de plantas, pero hay estudios en zonas específicas que señalan que cerca del 80% de las plantas del país tiene propiedades curativas, lo que explica por qué hay un sinnúmero de productos naturales que se ofrecen en el mercado derivados de ellas.
Peñasco resalta la importancia que tiene el tema al considerar que estas plantas no solo son reconocidas como un “recurso vital para la salud y el bienestar humano, sino por su riqueza cultural y biológica”.
Por su parte, el botánico Juan Carlos Quinteros explica que la deforestación, la destrucción de los hábitats, la contaminación (aire, ríos), la introducción de especies exóticas y el cambio climático son los principales ‘actores’ que ejercen presión sobre las plantas.
Aclara que no solo son las de uso ancestral y medicinal. A esas amenazas se suman la sobreexplotación y las prácticas agrícolas no sostenibles que aún practican algunos sectores de agricultores del país.
El experto agrega que las plantas contienen elementos activos que las protegen de los insectos, mohos y otros parásitos, así como de los rayos ultravioleta del sol. Muchos de estos componentes -ya sea de forma individual o en diferentes combinaciones- brindan efectos estimulantes, calmantes o terapéuticos al ser humano.
Aunque la mayoría de personas de los países desarrollados dependen principalmente de las especies domesticadas para sus necesidades alimenticias y de la medicina occidental; en otras naciones, las plantas medicinales y los animales proporcionan la mayor parte de los fármacos utilizados.
Incluso en países tecnológicamente avanzados como Estados Unidos, la mitad de los 100 fármacos más recetados provienen de especies silvestres; indica un estudio de la Universidad de California.
Además, en la actualización de la Lista Roja de la UICN se incluye una serie de plantas del sudeste asiático. El cardamomo (Amomum tsao-ko) está clasificado como casi extinto por la sobreexplotación de sus frutos comestibles con fines comerciales.
En la India también existe gran amenaza sobre las plantas y su uso ancestral. Ahí, además de las causas ambientales, la falta de interés de las generaciones más jóvenes y de su tendencia a emigrar a las ciudades pone en riego la tradición.