Los centros ceremoniales fueron adaptados con la fusión de piedras energéticas. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO
Las piedras y rocas petrificadas que sobresalen en los centros ceremoniales de la nacionalidad Tsáchila esconden un significado sagrado para los nativos de Santo Domingo.
En las construcciones y los accesorios que ellos utilizan para sus rituales, cumplen la función de enlace con 12 elementos de la naturaleza. El fuego, la tierra, el agua, el aire, la luna, el cerro, la laguna, la cascada, la montaña, el sol, el Dios del sol y el rayo son invocados a través de las rocas chamánicas.
La existencia de cada una de las piedras data de entre 500 y
1 000 años. Según el vegetalista Augusto Calazacón, en las costumbres de la etnia este mineral se hereda de los chamanes adultos mayores y de quienes fallecieron. Él conserva 30 piedras dentro del museo etnográfico, en la comuna Chigüilpe, en el kilómetro 7 de la vía Santo Domingo-Quevedo.
Para este sabio de la medicina ancestral, todas tienen un sentido aún más importante, porque fueron un obsequio del gobernador vitalicio, Abraham Calazacón.
El fallecido líder se las entregó como un gesto de buen gusto por su constante apoyo en la asesoría particular. Augusto Calazacón le apoyaba en su lucha por mantener las costumbres en las siete comunas.
Incluso recuerda que con Calazacón se propiciaron expediciones para encontrarlas en territorios que fueran habitados hace miles de años por los tsáchilas. Cerca del cantón La Maná, en la provincia de Cotopaxi, las hallaron con ayuda de expertos internacionales. Esto fue hace 50 años y, desde entonces, se emprendió la tradición de heredar las piedras, cuenta el gobernador tsáchila Javier Aguavil.
Los tsáchilas recurren al uso de las rocas para su subsistencia y el chamanismo. Para lo primero, hacen invocaciones, por ejemplo, para tener éxito en la cacería de animales.
En los rituales, en cambio, miden el equilibrio energético de las personas y eso les permite tener una idea de su estado emocional. La roca de obsidiana se emplea para este propósito. Se frota a lo largo de los dos brazos y si se desliza rápidamente significa que la persona tiene energía positiva.
El nativo Manuel Calazacón, comenta que en sus territorios se manejan códigos y normas internas para el buen uso de las piedras. Debido al fuerte poder energético que tienen, se les prohíbe a los niños tocarlas, porque podrían perecer al primer contacto. Por eso se las coloca en lugares altos y de difícil acceso en los centros ceremoniales.
Solo los vegetalistas y ancianos tsáchilas están preparados y capacitados para usarlas.
Augusto Calazacón refiere que de esa forma se logra conocer si están cargadas de energía o debilitadas. Es por eso que cada tres días las someten a nuevas cargas y esto lo realizan con bocanadas de humo de un tabaco.
Pero las piedras también sirven para realzar la arquitectura tsáchila. Hace un año se hicieron adaptaciones con rocas en los sitios ceremoniales. Antes se reducían solo a materiales como la caña guadúa, la paja toquilla y el pambil. Ahora, los accesos de las cabañas y ciertas paredes tienen piedras aseguradas con cemento.
Intercultural
Estas rocas son sagradas y consideradas nexos con los 12 elementos de su cosmogonía