Gabriela Moncayo
25 años / Padece esclerosis múltiple desde su adolescencia, cuando iba a cumplir 18 años.
HOJA DE VIDA
Gabriela Moncayo nació en la ciudad de Quito hace 25 años. Es egresada de la carrera de Comunicación Corporativa, en la Universidad de las Américas.
Su cuenta de Twitter es @La_chica_velcro. A través de esta red social hizo la denuncia sobre la imposibilidad de poder asegurarse al IESS voluntariamente.
“Ahora estoy feliz por estar en un lugar donde aprecian lo que hago y reconocen que soy un ser humano”.
El 5 de enero de este año llamó una amiga de la familia que tiene cáncer y me dijo: “Gaby, las personas con enfermedades catastróficas no podemos afiliarnos voluntariamente”. Se refería al IESS. Lo que sentí fue que se me unió el cielo con la tierra, porque mi tratamiento para la esclerosis múltiple cuesta USD 1 700 cada mes y ya no estaba trabajando. Ese fin de semana recibí el apoyo de las personas en Twitter que se solidarizaron cuando puse en mi cuenta: “Una amiga tiene cáncer, su trabajo de contrato terminó y el IESS dice que no puede afiliarse voluntariamente. Esto ya es el colmo”.
La siguiente semana me llamaron de la Defensoría del Pueblo y de la Vicepresidencia, y me dijeron que ellos iban a mediar porque eso era algo inconstitucional. Ramiro Rivadeneira, defensor del Pueblo, me recibió en su despacho y me informó que ellos intercederían y hablarían directamente con el Presidente y el Vicepresidente. También me informó que la acción de protección durará tres meses. La esclerosis múltiple me la detectaron en el 2005, cuando estaba por cumplir 18 años. Un día me levanté ciega: no veía nada con mi ojo derecho. De inmediato mis papás me llevaron al médico y al revisarme me mandó a hacerme una resonancia; luego confirmaron el diagnóstico de esclerosis múltiple. Fui internada ese mismo día, estuve cinco días en el hospital con corticoides y finalmente recuperé la visión completa.
Un mes después empecé a inyectarme un tratamiento a base de interferón beta 1ª. El médico me dijo que mínimo tenía que inyectarme un año cuando estuviera en crisis y, aunque ya no se repetía, a los pocos meses me volví a enfermar y regresé al hospital.
Fue una época muy dura, porque luego falleció mi papá y tuve que entrar a trabajar. Durante seis años y medio trabajé en el departamento de grandes clientes como analista de cuentas de una empresa que no diré el nombre porque estoy poniendo un juicio por las condiciones en las que me hacían trabajar. Después me trasladaron a la dirección de Comunicación, y una nueva jefa estaba en contra de las funciones que tenía por estar enferma de esclerosis múltiple. Una de mis descompensaciones de salud me obligó a ausentarme del trabajo y, a mi regreso, mi ex jefa dijo que era una irresponsable por no delegar mis funciones.
Aunque le expliqué las circunstancias, empezó a quitarme responsabilidades porque me catalogaba como una enferma. En ese período yo estaba encargada de la jefatura de Comunicación Interna y me retiró todas las actividades laborales, hasta que finalmente yo no hacía nada. Pasaba ocho horas viendo el computador. Me cambiaron de área sin una acción de personal y finalmente renuncié, fue voluntario, pero lo decidí después del maltrato psicológico que recibí. Averigüé en el Ministerio de Relaciones Laborales que el maltrato psicológico estaba considerado como una falta leve. Después de todo, logré encontrar un trabajo y hace un mes ocupo un puesto como asesora comercial. Busqué un trabajo porque no es que mi enfermedad me inhabilite.
Ahora estoy feliz por estar en un lugar donde aprecian lo que hago, y reconocen que soy un ser humano. Solo me gustaría que el Estado responda a algo que es justo, cumpliendo la Constitución, no estoy pidiendo que hagan nuevas leyes, porque ya están, pero no se cumplen. Nunca pude afiliarme al IESS mientras estuve sin empleo. Lo único que pido es que acaten lo que dice la Constitución, estoy abogando por una calidad de vida, porque nos merecemos una oportunidad sin discriminación.