El perro calvo dorado ecuatoriano es una variación del perro sin pelo del Perú. Es el tipo más raro de las razas sin pelo. Se asentó en la península de Santa Elena. Foto: Wikicommons
Los perros de la América precolombina tenían poco o nada de pelo y formaban parte de las ceremonias ancestrales. Así lo confirman algunos cronistas en sus relatos sobre lo que encontraron en el continente.
“Por las casas de los indios se ven muchos perros diferentes de la casta de España, del tamaño de gozques a quien llaman chonos”, relataba Pedro Cieza de León en ‘Crónica del Perú del siglo XVI’.
“Perros o gozques, pequeñuelos, largos de talle y de cortas piernas, de varios colores y con las orejas avivadas y alerta como de lobos, que no ladran tanto como los de España cazaban con ellos”, escribió Bernabé Cobo en ‘Historia General de las Indias del siglo XVII’.
El manuscrito ‘Nueva Crónica y Buen Gobierno’, de 1 179 páginas y escrito entre 1589-1615 por Felipe Guamán Poma de Ayala, relata algunas de las costumbres de los nativos de las tierras conquistadas.
El texto es uno de los más detallados donde se pueden reconocer algunas características de estos animales. En sus páginas aparecen varios dibujos que muestran las diferencias de los perros americanos con aquellos traídos desde Europa y Asia. De allí se pueden identificar al menos cinco razas o tipos de canes.
Las razas propias de América se caracterizan por la ausencia de pelo. De allí se originaron los conocidos perros sin pelo del Perú o perro orquídea de los incas. Una variante es el calvo dorado ecuatoriano, cuyo hábitat se presume que estaba en Santa Elena.
Este tipo de animales están representados en el arte precolombino incaico desde el 300 a. C. Se los puede observar principalmente en algunas figuras de la cultura Valdivia.
Aunque hoy en día los perros son animales de compañía, antes cumplían otros roles en la comunidad. Un estudio de la Asociación Mexicana de Médicos Veterinarios Especialistas en Pequeñas Especies (Ammvepe) reveló que se los utilizaba para ser guardianes, para pastoreo, caza e incluso como alimento de los nativos.
Guamán Poma de Ayala relata que “los indios wancas sacrificaban con perros porque ellos comían perros”. En estos rituales se incluía coca y sangre de los canes. En su escrito, él añade “así dicen que decía: ‘Señor guaca Carvancho Uallallo, no te espantes cuando dijere uac (ladrido), que sabes que son nuestros antepasados‘”.
También, cumplieron un rol importante en las costumbres y los mitos de los pueblos andinos. Se les atribuyeron poderes como la capacidad de absorber la energía negativa, se pensaba que podían curar ciertas afecciones respiratorias, de la piel o de la vista. Por esta razón eran parte de rituales y ceremonias.
El perro calvo dorado es el más raro entre las razas sin pelo y los registros actuales del animal son casi inexistentes. Se presume que queda menos de una decena de ejemplares en el Ecuador.