En Pastaza y Mera los deportes extremos están en ríos y cuevas

Un grupo de turistas recorre los 16 kilómetros del río Pastaza en el rafting. Fotos: Fabián Maisanche / EL COMERCIO

Un grupo de turistas recorre los 16 kilómetros del río Pastaza en el rafting. Fotos: Fabián Maisanche / EL COMERCIO

Un grupo de turistas recorre los 16 kilómetros del río Pastaza en el rafting. Fotos: Fabián Maisanche / EL COMERCIO

Los encantos naturales, los deportes extremos y la convivencia cultural con las comunidades amazónicas se puede realizar en Pastaza y Mera. Los técnicos del Departamento de Turismo de la Prefectura promocionan estos destinos con el apoyo de las comunidades kichwas.

Uno de los sectores donde se práctica el canyoning y kayak es en Jatun Pacha, ubicada a 60 minutos de la capital de la provincia de Pastaza. Los 20 jefes de familia de la comunidad aprovechan las cálidas aguas del río Arajuno para atraer a los turistas aventureros. Además, promocionan su gastronomía, artesanías y alimentos que se cosechan en sus chacras.

Las visitas deben coordinarse previamente con las operadoras o la Asociación de Guías de Pastaza. Según Ricardo Salazar, presidente de Jatun Pacha, la anticipación de su arribo les permitirá preparar la tradicional chicha, el maito o un caldo de gallina criolla. También, podrán cosechar piñas, papayas o la caña.

El emprendimiento turístico se inició en el 2016 y “estamos felices porque van conociendo nuestro sector”. El afluente del Arajuno no es torrentoso para la práctica del kayak. En las apacibles aguas es común observar a los niños de la comunidad bañarse o lazarse al río desde un puente metálico.

Las risas y conversaciones rompen el silencio de la comunidad. La guía María Isabel Cáceres asegura que el turista recorre el río en una hora con 30 minutos y en el trayecto observa las aves y la selva secundaria de Pastaza. “El turista que no sabe hacer kayak aprenderá y confiará en sí mismo. Esta actividad de adrenalina es para principiantes y en el viaje logran tener la armonía con la naturaleza”, asegura Cáceres.

A cinco minutos de la comunidad se encuentran dos cascadas de roca volcánica fundida. Los visitantes deben caminar por un estrecho camino para llegar al encanto natural. Con la ayuda de los guías y técnicas de rapel se puede descender el despeñadero denominado Pakcha.

“Hay otras cascadas en la comunidad que son hermosas y tienen un cierto nivel de dificultad. Esperamos afianzar este espacio para abrir al público con la colaboración de la comunidad”, asegura Salazar. Mientras, el rafting se realiza en las rápidas aguas del Pastaza. Los grupos de turistas salen desde el sector de Cumandá hasta Madre Tierra, en el cantón Mera.

Previo a una charla técnica de seguridad, los aventureros recorren 16 kilómetros del afluente. El turista guayaquileño David Muñoz indica que en el trayecto se observa un valle rodeado de cascadas y ríos de aguas cristalinas. “Es una experiencia inolvidable e indescriptible”, cuenta Muñoz. En la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Llanganates del cantón Mera se encuentran las cavernas del río Anzu. El conjunto de cuevas se localiza luego de viajar 20 minutos en bus y 30 minutos de caminatas por senderos señalizados.

Los guías locales explican que las 10 cavernas tienen una distancia de entre 50 y 300 metros y se formaron por movimientos telúricos o por la erosión que genera el agua en la piedra caliza. Franklin Lugo, guía naturalista de Mera, indica que en las cuevas se puede apreciar el murciélago vampiro de pies peludos y el gallo de la peña.

También se cuentan creencias ancestrales como que las cuevas sirven de comunicación entre el uku pacha (mundo de abajo, en español) y kay pacha (mundo del presente). “Los dos mundos convergen con diferentes fuerzas cósmicas. Desde esta visión ancestral el visitante puede experimentar la sensación de morir y nacer o de regresar del más allá”, indica Lugo. Los guías cobran USD 30 a los grupos de 12 a 15 personas por la explicación y la guianza a las grutas.

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